El drama de los migrantes venezolanos no se detiene. En la frontera con Colombia, cientos de voluntarios atienden cada día a los migrantes, muchos de los cuales viven de la limosna en la misma frontera. A causa de la ausencia de vacunas, enfermedades como la lepra y la tuberculosis se han hecho presente en los sanatorios.
Una crisis que no encuentra tregua es aquella que se vive en la frontera colombo-venezolana, con los miles de migrantes que siguen llegando cada día en busca de un futuro mejor, o tan sólo para satisfacer las necesidades básicas de alimentos, insumos médicos y medicinas. Por falta de vacunas, mientras en el mundo se ha abierto una polémica internacional por la administración de las mismas, allí en Cúcuta enfermedades como la sarna, la tuberculosis, la malaria, la difteria, la sífilis, y hasta la lepra se han hecho presentes en los ambulatorios médicos que atienden a los venezolanos en la frontera. “Necesitamos médicos e insumos”, dice el Obispo de Cúcuta, de la frontera receptora en Colombia que atiende a miles de migrantes cada día, repartiendo cerca de 8 mil comidas diarias, cocinadas por las madres voluntarias y distribuidas por los cientos de voluntarios de la diócesis. Cuatro médicos y algunas enfermeras asisten las necesidades de las personas, una solución provisional y escasa visto el masivo flujo de personas necesitadas además a causa de las así llamadas “enfermedades catastróficas”, como son el cáncer, la diabetes, la hipertensión, la epilepsia. Y el panorama, no es para nada alentador.
En esta entrevista a Monseñor Víctor Ochoa Cadavid, Obispo de Cúcuta se ilustra la situación:
Cuanto está sucediendo en la frontera Colombo venezolana es un drama humanitario. Mons. Ochoa, ¿cuáles son las previsiones?
R.- Tenemos un drama humanitario en la frontera de Cúcuta con el hermano pueblo de Venezuela. A Cúcuta están llegando cada día al menos 45 mil persona. Hemos tenido puntas de 70 mil personas en un día, de los cuales quedan en Colombia unos cinco mil, algunos de paso a Ecuador, Perú y Chile. Otros quedan para caminar e ir a distintas ciudades de Colombia o establecerse en Cúcuta. Los que vienen, vienen fundamentalmente a comprar alimentos, pocos, porque la devaluación de la moneda venezolana es altísima y no les permite tener mucha disponibilidad. Muchos trabajan en Cúcuta dos o tres días, hacen cualquier pequeño trabajo, piden limosna, viven de la frontera misma para llevar algo a Venezuela. Otras personas vienen buscando medicinas y buscando atención médica, y otros vienen a buscar elementos necesarios para la vida, el motor para la nevera, el motor para una lavadora, una pieza de recambio para un aparato de atención médica o de odontología o un repuesto para una casa o un vidrio: en muchas zonas frías necesitan vidrios, o cosas que en Venezuela no se consiguen, y vienen a Cúcuta. Muchos regresan. La Iglesia desde hace tres años, desde el día de la primera grande deportación de los colombianos, el 17 de agosto de 2015, ha querido ponerse al servicio; sobre todo desde hace un año largo, desde el 5 de junio, ha comenzado una gran cantidad de personas, de migrantes a venir a Cúcuta. Desde ese momento hemos querido atenderlos en una Casa de Paso (Divina Providencia) que está a cien metros de la frontera: son 2800 metros cuadrados donde repartimos alimentos establemente. En este momento repartimos allí entre 3600 y 5000 alimentos calientes diarios, además del desayuno, y en 8 parroquias de Cúcuta tenemos también restaurantes, pequeñas casas de acogida donde les damos de comer también. Estamos llegando a unos 8 mil almuerzos diarios con el desayuno. En el desayuno damos café o avena con un pan y queso y al almuerzo damos arroz, frijoles, un poco de carne, ensalada, una papa, o un pedazo de plátano que hace parte de nuestra cultura caribeña, y algo de tomar. Cúcuta es una ciudad caliente, 38 grados a la sombra, es un lugar donde el agua y los líquidos son muy importantes.
¿Quién provee los alimentos y cómo se han organizado para la distribución?
R.- Eso ha sido para Cúcuta un don de Dios, eso ha sido para que nuestros comerciantes, las parroquias, las familias sean solidarias en la caridad. Una cooperativa productora de arroz nos regala el arroz cada día, diez bultos de arroz de sesenta kilos cada día, seiscientos kilos de arroz que hay que cocinar, y el arroz rinde. Les damos una cantidad grande de arroz, tenemos donaciones también de organismos multilaterales, la Acnur y el Programa Mundial de alimentos nos dan alimentos sin cocer que nosotros (distribuimos) con voluntarios – tenemos 500 voluntarios de grupos apostólicos y parroquias-, que atienden esta emergencia.
Sabemos que también están otorgando un kit en la parroquia San Rafael a lo largo del camino para los migrantes que están atravesando a pie…
R.- Tenemos una gran vía, la S55 que lleva de Cúcuta a Bogotá, que pasa por dos páramos, el Páramo de Presidente y el Páramo de Soatá. Les damos un pequeño kit para que puedan afrontar el camino. Les damos agua, galletas dulces que tienen una buena cantidad de energía, nos ayudan comerciantes que las producen, repartimos mermelada de guayaba dura, el “bocadillo” le llamamos, un alimento tradicional colombiano que sirve para dar mucha energía. También les damos latas de atún, proteínas y grasa que les sirve para atravesar la montaña. Cuando tenemos les damos alguna cobija para que puedan atravesar y vivir el frío. Esto lo hacemos en la salida de Cúcuta, el sitio se llama La Garita, al kilómetro 2 de la carretera. Allí distribuimos ochocientos de estos kit cada día.
¿El gobierno colombiano hace su parte en lo que respecta la ayuda?
R.- Sí. El gobierno colombiano está interesado, hay dos personas, el director de fronteras, el Dr. Víctor Bautista Olarte y el gerente de este problema, el Dr. Felipe Muñoz, quienes atienden la urgencia. Hay atención de parte del hospital, hay atención de parte del bienestar familiar, de parte del ministerio de salud. Creo que hay interés del gobierno, pero es un drama porque es un número muy grande, realmente es un número muy grande de migrantes que está cada día tocando Colombia.
¿Dónde duermen los migrantes?
R.- En la calle. La diócesis de Cúcuta tiene una casa de migraciones, tenemos 280 camas, pero de frente a este número se supera cualquier previsión. La gente es solidaria. Han abierto espacios en Cúcuta. Hemos abierto parroquias, hemos abierto jardines de las parroquias, salones parroquiales, pero nos supera ampliamente en las necesidades que hay.
¿Qué necesitarían en este momento de la Comunidad internacional o del gobierno colombiano?
R.- Necesitamos alimentos y necesitamos medicinas. Cada día atendemos con cuatro médicos y algunas enfermeras, las necesidades médicas de estas personas. Hay grandes necesidades sobre todo en lo que respecta enfermedades catastróficas como son llamadas: la hipertensión, la diabetes, cáncer, situaciones de epilepsia, entonces, hay medicinas que son fundamentales y que no se consiguen en Venezuela en este momento. Una de las grandes necesidades de hoy es de medicinas. El alimento, mal que bien tratamos de resolverlo, porque no hablamos de grandes menús, hablamos de un menú estable, está muy bien hecho, es limpio, las mamás cocinan, lo hacen con mucho cariño, y lo resolvemos. Lo que no resolvemos es el tema médico y de salud, que es muy complejo. Se necesitan médicos e insumos.
Hace poco hemos tenido la colaboración de una institución americana The Flying Doctors, los doctores volantes, que han venido desde Texas, 30 profesionales en las grandes especialidades que por cinco días, han atendido y distribuido medicinas. Estamos distribuyendo unos 120 kilos de medicina, casi diariamente. También las vacunas: una de las grandes urgencias de hoy son las vacunas. Saliendo de la polémica un poco artificial que hay en Italia sobre las vacunas, entre nosotros es una grave realidad porque hay enfermedades que habían desaparecido y que están nuevamente: tenemos la sarna, tenemos tuberculosis difusa, tenemos malaria, tenemos difteria, tenemos sífilis, tenemos lepra, desgraciadamente ha reaparecido la lepra en los consultorios médicos. Son medicinas que logramos encontrar gracias a la generosidad de alguna institución europea, alemana, vamos a tener medicinas un poco para distribuir.
¿Piensa que se va a agravar la situación?
R.- Sí. La previsión es que el tema va a ser algo que crece. Colombia espera tener tres millones de emigrantes en el próximo año. Se están quedando entre cinco y seis mil personas diarias. Tenemos puntas de siete el fin de semana.
Pareciera que hay períodos en los que los medios de comunicación dejan de hablar de este drama humanitario que están viviendo los venezolanos, que en consecuencia alcanza también a ustedes los países de acogida. ¿Según usted a qué se debe este silencio temporal de los medios?
R.- Nuestra cultura quiere el bienestar. Nuestra cultura quiere y desea cosas bonitas y es tal vez algo que no hace noticia, porque es algo repetitivo. Entonces, volver sobre el tema de los migrantes cada día puede cansar la opinión pública, y los medios tal vez no transmiten este drama. Es un drama concreto de mujeres, niños, ancianos y jóvenes sobre todo. Lo que más me impresiona a mí de este drama son los jóvenes que están saliendo de Venezuela para buscar un futuro, para buscar esperanza.
Excelencia, ustedes trabajan también junto con la Diócesis de San Cristóbal en Venezuela…
R.- Tenemos una unión muy grande con los hermanos obispos de Venezuela, no sólo San Cristóbal. En este caso por ser dos diócesis fronterizas trabajamos conjuntamente con monseñor Mario Moronta y sus sacerdotes, estamos atendiendo la emergencia. Tenemos atención de restaurantes en común, tenemos formación de clero en común, compartimos actividades y temas pastorales que son muy importantes, pero también con otras diócesis de Venezuela, con Barinas, con Mérida, con Caracas, con Barquisimeto, tenemos trabajos muy coordinados para atender y ayudar a las personas. Queremos ser razón de esperanza, queremos ser razón de caridad. Algún obispo utilizó una frase en estos días que a mí me ha impresionado y me ha alegrado mucho. Han dicho: la diócesis de Cúcuta es testigo de la caridad de Cristo en la frontera. Creo que si eso lo hacemos mostramos un rostro bonito de la Iglesia, el rostro real de la Iglesia, no los temas tristes y a veces superfluos que hoy la prensa trata sin necesidad. Hay temas muy graves y situaciones muy graves, como los abusos, gravísimos, pero también la Iglesia tiene santidad y tiene caridad y tiene solidaridad para servir a los hermanos.
Con estos movimientos migratorios, se están generando situaciones de pesar manifestadas por ejemplo en México, debido a las caravanas de hondureños. ¿Esto sucede también en Colombia con los venezolanos, o a su conocimiento en algunos de los países receptores de migrantes venezolanos?
R.- Creo que hemos tenido hasta ahora una generosidad muy grande, nuestro pueblo ha sido generoso, pero comienzan a aparecer situaciones muy puntuales. Pero también es que es un fenómeno muy grande. Ya Colombia tiene un millón 800 mil personas provenientes de Venezuela. 500 mil colombianos retornados, y al menos un millón 300 mil venezolanos que han buscado refugio en Colombia. Es un número muy grande. De frente a 45 millones de colombianos, tener un millón 800… Invitar a la mesa a una persona es fácil: si tengo ocho puestos y viene un noveno puedo hacer el esfuerzo. Pero ya cuando llegan otros dos, otros tres, se convierte en un problema. Esperemos que no. Creo que hemos tratado como Iglesia de favorecer la inserción, la ayuda, y sobre todo la permanencia. Como Diócesis de Cúcuta queremos trabajar también en el nuevo paso que es la formación, la preparación para la inserción de estas personas en nuestra estructura social. Hay personas muy competentes entre los venezolanos, gente buena, formada con capacidad de trabajo, con creatividad, y creo que no les faltará el espacio para insertarse.
La última pregunta es en relación al encuentro que mantuvo con el Papa. Sabemos que es un encuentro privado y no podemos hablar de lo que han conversado, pero ¿alguna línea?
R.-El Papa Francisco está atento a este problema. El Papa Francisco está siguiendo atentamente la situación del pueblo venezolano que quiere mucho, que bendice y que pide que nosotros acompañemos y ayudemos. Me ha dicho que bendice a todos los hijos e hijas de la diócesis de Cúcuta que están trabajando y están interesados en este servir en la caridad a los hermanos.
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