Un llamado elocuente a la conversión realizan los obispos paraguayos, ante la crítica situación de violencia que vive el país. En el comunicado los prelados señalan las causas más profundas que llevan a este desequilibrio social, y piden a todos, ciudadanos, fieles católicos y personas de buena voluntad, trabajar incansablemente por la paz y la justicia social en el país
“La sociedad paraguaya está conmocionada por graves hechos de violencia criminal. Nuestra conciencia nos dicta no permanecer indiferentes e indolentes ante tales situaciones”: así inicia el comunicado de los Obispos de la Conferencia Episcopal Paraguaya, fechado 28 de noviembre. Los obispos de esta nación sudamericana hablan de la violencia criminal que lastima “la convivencia fraterna” y debilita “los fundamentos que garantizan la paz social”, y condenan los crímenes y asesinatos, los secuestros y el narcotráfico, “que causan muerte, dolor y sufrimiento a tantas familias”.
Indiferencia genera descrédito de las instituciones
“La indiferencia ante la violencia en cualquiera de sus formas genera desconfianza y huida, debilitando los espacios de encuentro fraterno y de solidaridad. No queremos una sociedad cruel e inhumana, que permanece callada e insensible ante tanto dolor y sufrimiento, generando con esa actitud un mayor descrédito de las instituciones y la consecuencia de mayores tensiones sociales”, escriben los prelados. “Hemos sido chocados, escandalizados, horrorizados, pero debemos preguntarnos si estos hechos no son un síntoma de problemas morales y sociales más profundos, y si no debemos hacer un examen de conciencia que nos lleve a revisar las acciones y omisiones que dejan crecer el mal y la violencia en medio de nosotros”.
Causas del deterioro: injusticia, impunidad, machismo
Los obispos, a través de distintas voces, identifican las causas de la problemática: “la injusticia, la impunidad, el machismo, los desequilibrios socio-ambientales, la débil cohesión en la familia y la sociedad, el consumismo, la propagación mediática de la violencia”. Y hacen referencia a “una serie de males que todos juntos socavan el valor sagrado de la vida, la vida desde la concepción materna; particularmente de la vida más frágil”.
Citando al Papa Francisco, visualizan en los Diez Mandamientos los límites que señalan “el límite de la vida”, más allá del cual “el hombre se destruye a sí mismo y a los demás”, y arruina su relación con Dios.
Ante el deterioro social la misericordia y la solidaridad
“En la lucha contra estos males, la Iglesia anuncia la posibilidad de una conversión que es esencialmente una nueva apertura a Dios y a los demás”. “Mientras asistimos a un deterioro profundo del tejido social y moral de los grupos y comunidades humanas de nuestro país, queremos proclamar con más vigor y más convicción que la misericordia y la solidaridad son valores por los cuales vale la pena jugarse”, añaden. Tras centrarse en la familia, afectada también por el deterioro moral, proclaman como Iglesia “la importancia de hacer de la familia un espacio de cuidado, de protección, de apoyo mutuo, con la necesaria apertura a realidades más amplias: el bien común de toda la sociedad, sin restricción ninguna a consideraciones de raza, de clase, de etnia, ni siquiera de religión”. “Esto no se da por sí solo, requiere un compromiso consciente y despierto”, aseguran.
Es necesario trabajar por la equidad social
De este modo los prelados afirman que para sanar y fortalecer la convivencia pacífica e impulsar la disminución de la violencia, se necesita trabajar por la equidad social, “que permita a todos los ciudadanos, en especial a los que pertenecen a los sectores vulnerables, acceder al cuidado integral de su salud, a una educación de calidad, a fuentes de empleo digno, a viviendas e infraestructura que apunten a dotarles de condiciones para una vida digna y saludable”. Y llaman así a la conversión del corazón: “es necesario un proceso de profunda transformación cultural, que cambie aquellas prácticas sociales y políticas de tolerancia a la corrupción y a la impunidad, que carcomen los recursos públicos e impiden la consecución del bien común. En palabras del Santo Padre, debemos hacer el esfuerzo por extirpar esa ‘gangrena’ de nuestro pueblo”.
Llamado a la conversión personal, comunitaria y eclesial
Tras recordar que la Virgen Inmaculada, bajo la advocación de Caacupé, “nos recuerda que su Hijo nos invita a la conversión, para construir su Reino de paz, amor y justicia, en verdad y en libertad auténticas”, los obispos exhortan a los ciudadanos, fieles católicos y personas de buena voluntad “a asumir decididamente el compromiso de una profunda conversión personal, comunitaria y eclesial, y a trabajar incansablemente por la justicia y por la paz social en el Paraguay, para felicidad de nuestro pueblo”.
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