En la multitudinaria eucaristía con la que inauguró el tiempo de adviento en la Gran Caracas, el Administrador Apostólico invitó a impulsar la esperanza ante los tiempos difíciles, bajo la convicción de que Dios hará justicia
Con una misa a cielo abierto se dio inicio al “hermoso tiempo del Adviento, preludio de la Navidad”, en la arquidiócesis de Caracas, con una multitud que se reunió junto al alero del “vetusto templo de Chacao”, desde donde el clero capitalino dio un conmovedor mensaje de esperanza a todos los venezolanos.
El Administrador Apostólico de la Iglesia en la capital, Baltazar Enrique Porras Cardozo, fue el encargado de presidir la festiva eucaristía, en la cual estuvo acompañado de más de un centenar de sacerdotes, obispos auxiliares y religiosos del clero caraqueño.
La Misa de la Esperanza, que congregó a más de tres mil fieles, contó con la presencia del Nuncio Apostólico, Aldo Giordano; del embajador de Italia, Silvio Mignano y de autoridades locales como el alcalde del municipio Chacao.
“Sí, levantamos nuestra mirada hacia Jesús, nos muestra el camino que siguieron sus padres -María y José-, que en medio de dificultades, con un embarazo a cuestas, por los polvorientos caminos desde Nazaret hasta Belén buscaban con afán un lugar para guarecerse y dar a luz al Mesías”.
“Debemos arrancar el desánimo y los odios”
“La primera reacción de ellos y nuestra pudo haber sido de desánimo, de desaliento. ¡Pero no, fue de búsqueda y de esperanza! Esa debe ser también nuestra mirada de hoy: de esperanza, de construcción de bien, de arrancar de nuestro corazón los pesimismos y los odios”, dijo el prelado durante el banquete eucarístico al que acudió Reporte Católico Laico.
El cardenal recordó que en Venezuela “vivimos tiempos muy similares”, pero indicó también que “la Palabra de Dios toca con su luz nuestra conciencia, nos sacude ante cualquier quiebre o resignación y nos coloca en el horizonte de la Esperanza, al anunciarnos que en medio de la catástrofe irrumpe su salvación haciendo reinar la justicia y el derecho”.
Dijo que aunque el Evangelio nos habla de una serie de señales catastróficas, usa el lenguaje apocalíptico, que significa revelación, desvelamiento de algo más importante: es el símbolo de la caída de un orden social injusto y de la inauguración de un mundo nuevo: el triunfo del Mesías. Pero advirtió que “eso no llegará como caído del cielo. Es la tarea que nos toca emprender con alegría y esperanza”.
Sostuvo que no hace falta recordar, “porque lo tenemos muy presente”, los problemas y contratiempos que vivimos: “La inseguridad, la falta de lo más elemental, la imposibilidad de llevar el alimento al hogar o poder socorrer en la enfermedad al que sufre”.
“¡Mantenemos viva la luz de la esperanza!”
Detalló igualmente que “son muchos los servicios públicos que no funcionan y nos ponen los pelos de punta porque falta la luz, el agua, el gas, el transporte”, pero dejó claro que “nada de eso tiene la última palabra”.
En tal sentido, señaló que lo decisivo para cada uno de nosotros “es el tiempo que nos toca vivir, a comprometernos a hacer posible, digna y feliz la vida de todos”, al tiempo que llamó a “mantener viva la llama de la esperanza” anunciando que “somos Pueblo de Dios que camina en el desierto, en medio de la adversidad inhumana, pero que no nos resignamos porque el Señor a quien esperamos es un Dios de vivos, no de muertos”.
Y dijo que “en medio de esta noche oscura, mantenemos viva la luz de la esperanza. Esperanza evangélica que nos dice: ‘Levántense, alcen la cabeza, que se acerca su liberación”.
Invitó retomar las bellas tradiciones venezolanas de este tiempo: el pesebre en cada hogar no es simple tradición. “Es poner en nuestra casa el misterio completo de la Navidad: Jesús nace en un pesebre, rodeado de animalitos y pastores”
“A lo lejos están los palacios y las luces resplandecientes de los que no se ocupan de los pobres. Y todo lo que adorna el pesebre no es otra cosa sino el símbolo de la alegría de rodear aquel singular nacimiento de cosas bellas”.
Destacó también la costumbre de la corona de adviento, “con cuatro velitas que se van encendiendo domingo a domingo, evocando la luz que es Jesús, que a medida que se acerca el 24, alumbra más y mejor”.
Carlos Zapata | Reporte Católico Laico