El 12 de diciembre de 1818, hace exactamente 200 años, se descubrieron los restos mortales de San Francisco de Asís, poniendo fin a una serie de leyendas difundidas entre los fieles, como la que afirmaba que el santo había resucitado “a imagen de Cristo”.
En un artículo publicado en el diario del Vaticano L’Osservatore Romano (LOR) titulado “Un descubrimiento que puso fin a leyendas”, Mons. Felice Accrocca, historiador y experto en estudios franciscanos, hizo un detallado recuento de lo que sucedió con los restos de San Francisco desde que murió el 3 de octubre de 1226 hasta su redescubrimiento en 1818.
El también Arzobispo de Benevente (Italia) recordó que el 16 de julio de 1228, el Papa Gregorio IX se dirigió a Asís para presidir la canonización de San Francisco y para colocar la primera piedra de la basílica dedicada al nuevo santo.
Cuando murió el santo, precisó el Prelado, “se evitó sepultarlo en una catedral porque, una vez que esto hubiera ocurrido, habría sido muy difícil retirar sus restos: se quería además evitar perjudicar el proyecto de la futura iglesia”.
El 25 de mayo de 1230 los restos mortales del santo fueron trasladados a la basílica que le fue dedicada, donde reposan hasta hoy, y “que por voluntad de Gregorio IX estaba sujeta solo al Romano Pontífice y debía ser considerada por los frailes franciscanos como ‘cabeza y madre’. Para gestionar con notable habilidad toda la operación estuvo fray Elías (de Cortona), el compañero de Francisco que lideró la orden franciscana desde 1221” como vicario, para luego ser ministro general entre 1232 y 1239.
“El gran temor, en estos casos, era que el cuerpo pudiese sufrir daños por parte de la multitud deseosa de obtener cualquier reliquia”, destacó el experto.
El desorden del traslado hizo que los soldados responsables de la seguridad aislaran el vehículo en el que iba el cuerpo del santo, “impidiendo el acceso a los frailes y también a los delegados papales, para luego introducir el cuerpo en la iglesia sepultándolo en un lugar desconocido para todos”.
Este hecho hizo que surgieran, a lo largo de los siglos, “una infinidad de leyendas que llevaron a algunos incluso a defender la idea que, a imagen de Cristo, Francisco también había resucitado”.
Otros decían que habían visto “no un cadáver sino un cuerpo incorrupto, de pie, casi como si estuviese vivo”.
En una ocasión, el Cardenal Paolo Emilio Sfrondati, que aún no era Obispo de Cremona, ordenó una búsqueda del cuerpo, pero las protestas de los frailes y fieles hizo que el Papa Pablo V firmara una bula de protección el 28 de agosto de 1607.
No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XVII que Constatino Suyskens, experto que revisó la parte referente a San Francisco de Asís en el segundo tomo del Acta sanctorum, indicó “con exactitud el lugar donde se debía excavar, es decir, bajo el altar mayor de la basílica inferior”.
El Acta sanctorum o Actas de los santos es un completo texto sobre los santos elaborado por jesuitas conocidos como los bolandistas, nombre que surgió del sacerdote que fundó a este grupo de eruditos, el belga Jean Bolland.
“La búsqueda del cuerpo, que parecía inalcanzable, se retomó en 1806, cuando el ministro general de los frailes, Nicola Papini, con la ayuda de algunos frailes, condujo en el más absoluto secreto, trabajando de noche y ocultando en las mañanas todo rastro de los trabajos, una nueva excavación. Sin embargo, el avance de las tropas napoleónicas en el territorio del Estado pontificio detuvo la obra e hizo que todo se pospusiera para tiempos mejores”, escribió Mons. Accrocca.
En 1818 y tras la caída definitiva de Napoleón y sus tropas, se reanudaron los trabajos bajo la guía de Giuseppe Maria de Bonis.
“Después de un primer y fallido intento, se volvió a excavar en la dirección en la que había indicado Nicola Papini y, finalmente –el 12 de diciembre– los restos del santo fueron encontrados”, explicó el Arzobispo.
Lo que se encontró, concluyó el experto, “no era un cuerpo incorrupto o de pie, sino simplemente los huesos de una persona que había sufrido y que, por este motivo, habrían podido constituir para otros como él una forma más real de referencia. El ícono, en definitiva, de un hombre de carne y hueso que había hecho de Cristo su razón de vivir”.
Mons. Felice Accrocca es autor de varios libros de estudios franciscanos como “Francisco y sus imágenes: Momentos de la evolución de la consciencia histórica de los frailes menores”, “Francisco: Un loco por amor”, “Vivía en Asís un hombre de nombre Francisco: Una introducción a las fuentes biográficas de San Francisco” y “Francisco, un hombre nuevo: La vida de un hombre santo”.
Actualmente los restos de San Francisco reposan en la basílica inferior dedicada a él en Asís, en Italia.
ACI Prensa