En su homilía de la Misa matutina en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco recuerda que Dios se hizo “concreto, nacido de una mujer concreta, vivió una vida concreta, murió de una muerte concreta, y nos pide que amemos a los hermanos y hermanas concretos”.
Los mandamientos de Dios son “lo concreto”: es este el ‘criterio’ del cristianismo, no las “bellas palabras”. Lo dijo el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta, después de la pausa por las fiestas navideñas. Rezando para que los santos, que son – dice – “los locos de lo concreto”, nos ayuden a “caminar” por este camino y a “discernir” las cosas concretas “que el Señor quiere” respecto a las “fantasías” e ilusiones de los “falsos profetas”, el Pontífice reflexiona sobre la Primera Carta de San Juan Apóstol: todo lo que pedimos, lo recibimos de Dios, “de hecho” – explica el Papa – para que observemos sus mandamientos y hagamos lo que le agrada.
Una puerta abierta
El acceso a Dios es, por tanto, “abierto”, afirma el Papa, y la “llave” es precisamente la sugerida por el apóstol: creer “en el nombre de su Hijo Jesucristo” y amarse “los unos a los otros”: sólo así podemos pedir “lo que queremos”, con “valentía”, “con descaro”, añade Francisco.
“Creer que Dios, el Hijo de Dios, ha venido en la carne, se hizo uno de nosotros. Esto es fe en Jesucristo: un Jesucristo, un Dios concreto, que fue concebido en el vientre de María, que nació en Belén, que creció como un niño, que huyó a Egipto, que regresó a Nazaret, que aprendió a leer con su padre, a trabajar, a seguir adelante y luego a predicar… concreto: un hombre concreto, un hombre que es Dios pero hombre. No es Dios disfrazado de hombre. No. Hombre, Dios que se hizo hombre. La carne de Cristo. Esta es lo concreto del primer mandamiento. El segundo es también concreto. Amar, amarnos los unos a los otros, amor concreto, no amor de fantasía: ‘Te amo, ah cuánto te amo’ y luego con mi lengua te destruyo, con las habladurías…. No, no, esto no. Amor concreto. Es decir, los mandamientos de Dios son concretos y el criterio del cristianismo es lo concreto, no las ideas y las bellas palabras… Concreto. Y este es el desafío”.
Vigilancia espiritual
El apóstol Juan, “apasionado de la encarnación de Dios”, evidencia el Papa, exhorta a poner a prueba a los espíritus, es decir, explica cómo cuando llegué “una idea sobre Jesús, sobre la gente, sobre hacer algo, sobre el pensar que la redención va por ahí”, esa inspiración debe ser “probada”. La vida del cristiano, añade el Pontífice, es básicamente concreta en la fe en Jesucristo y en la caridad, pero también es “vigilancia espiritual”.
“La vida del cristiano es concreta en la fe en Jesucristo y en la caridad, pero también es una lucha, porque siempre tienes ideas o falsos profetas que te proponen un Cristo ‘suave’, sin mucha carne y el amor hacia el prójimo es un poco relativo…. Sí, éstos están de mi parte, pero aquellos, no….”.
Los falsos profetas
La exhortación del Pontífice es, pues, a creer en Cristo “encarnado”, a creer en el amor “concreto” y a discernir, según la gran verdad de la Encarnación del Verbo y del amor concreto, si los “espíritus” – “es decir, la inspiración” – proceden “verdaderamente de Dios”, porque “muchos falsos profetas han venido al mundo”: el diablo, reitera el Papa, trata siempre de “distanciarnos de Jesús, del permanecer en Jesús”, por esto es necesaria la “vigilancia espiritual”. Más allá de los pecados cometidos, reflexiona el Pontífice, el cristiano “al final del día debe tomarse dos, tres, cinco minutos” para preguntarse qué pasó en su “corazón”, qué inspiración o quizás incluso qué “locura del Señor” le vino: porque “el Espíritu a veces nos empuja a la locura, pero a la gran locura de Dios”. Como por ejemplo, señala el Papa, aquella de un hombre – presente en la Misa de hoy – que “desde hace más de 40 años dejó Italia para ser misionero entre los leprosos” en Brasil o aquella de santa Francisca Cabrini que siempre estuvo “en camino” para “curar a los emigrantes”. La invitación es, pues, a “no tener miedo” y a discernir.
“¿Quién puede ayudarme a discernir? El pueblo de Dios, la Iglesia, la unanimidad de la Iglesia, el hermano, la hermana que tienen el carisma de ayudarnos a ver con claridad. Por eso es importante que el cristiano tenga una conversación espiritual con personas de autoridad espiritual. No es necesario ir al Papa o al Obispo para ver si lo que siento es bueno, pero hay mucha gente, sacerdotes, religiosos, laicos, que tienen esta capacidad de ayudarnos a ver lo que sucede en mi espíritu para no cometer errores. Jesús tuvo que hacer esto al principio de su vida cuando el diablo lo visitó en el desierto y le propuso tres cosas, que no estaban de acuerdo al Espíritu de Dios y Él rechazó al diablo, con la Palabra de Dios. Si eso le pasó a Jesús, nos pasó a nosotros también, a nosotros también. No tener miedo”.
Disciplina de la Iglesia
Por otra parte, reflexiona el Papa Francisco, ya en tiempos de Jesús “había personas de buena voluntad”, pero que pensaban que el camino de Dios era “otro”: el Papa cita a los fariseos, a los saduceos, a los esenios, a los zelotes, “todos tenían la ley en sus manos”, pero no siempre han tomado los mejores caminos. La llamada es, pues, a la “mansedumbre de la obediencia”. Por eso, añade el Papa, “el pueblo de Dios siempre avanza en lo concreto”, en la caridad, en la fe, en la Iglesia: y esto – señala el Pontífice – “es el sentido de la disciplina de la Iglesia”: cuando la disciplina de la Iglesia está en lo concreto “ayuda a crecer”, evitando así “las filosofías de los fariseos o de los saduceos”. Es Dios, concluye el Papa Francisco, que se ha hecho en “concreto, nacido de una mujer concreta, ha vivido una vida concreta, ha muerto de una muerte concreta, y nos pide que amemos a hermanos y hermanas concretos”, aunque “algunos no son fáciles de amar”.
Vatican News