Por: Antonio Pérez Esclarín
No permitamos que nos dominen el miedo, el desaliento y la desesperanza. Sobre todo en estos días, desoigamos los gritos que nos invitan a la intolerancia y la violencia. Cultivemos la esperanza, el compromiso, la amabilidad, el perdón. Venezuela tiene un hermoso futuro de progreso, justicia, convivencia y paz. Futuro que debemos construir entre todos y para todos mediante salidas pacíficas y electorales pero con un árbitro que garantice la transparencia, el respeto al voto y la igualdad de oportunidades. En consecuencia, hay que buscar salidas electorales y dirigir primero las energías a cambiar urgentemente el actual Consejo Nacional Electoral que ha demostrado hasta el cansancio que no es un órgano imparcial, sino que actúa como brazo ejecutor de las políticas del PSUV.
Para levantarnos de esta larga crisis que nos mantiene en el sobresalto, la penuria y el miedo, y que ha destruido a Venezuela, necesitamos escucharnos con respeto y con cariño. No podemos seguir ofendiéndonos y maltratándonos. Hoy, las palabras, en vez de ser puentes de encuentro y entendimiento, son muros que nos separan y alejan. Montones de palabras muertas, falsas. Arrojadas a los medios y las redes con la intención de desanimar, desprestigiar y herir. Dichas sin el menor respeto a uno mismo ni a los demás, para confundir, para ganar tiempo, para sacudirse de la responsabilidad. Por ello, no aceptemos ni pronunciemos palabras ofensivas, sembradoras de violencia. No sigamos a los que las dicen, los que maltratan, los que acusan sin pruebas, los que manipulan los hechos y mienten sin pudor. La recuperación de Venezuela debe comenzar por la recuperación de la palabra, que debe ser un instrumento de encuentro, de justicia y de verdad.
Necesitamos escuchar y también escucharnos. Escucharnos en silencio para ver qué hay detrás de nuestras palabras, de nuestro comportamiento y vida que, con frecuencia, contradicen nuestras palabras. Necesitamos escucharnos para llegar al corazón de nuestra verdad pues, con frecuencia, repetimos fórmulas vacías, rumores, frases huecas, gritos y consignas aprendidos de memoria. Escucharnos para preguntarnos con sinceridad qué estamos dispuestos a hacer por Venezuela, si en realidad queremos una Venezuela próspera y digna para todos, lo que va a exigirnos mucho sacrificio, trabajo, responsabilidad, respeto y honestidad a toda prueba.
Necesitamos también aprender a mirarnos, para vernos como conciudadanos y hermanos y no como rivales o enemigos. Si nos vemos como hermanos tendremos que esforzarnos por comprendernos, perdonarnos y empezar a trabajar juntos. . Si nos vemos como enemigos, terminaremos matándonos unos a otros.
“Lo esencial es invisible a los ojos. Sólo se ve bien con el corazón”, escribió Saint Exupery en El Principito. La mirada con el corazón se esfuerza por comprender al otro y es capaz de acercarse a su agresividad, sus problemas, su desesperación, su hambre. Mirada cariñosa que acoge, supera las barreras, da fuerza, genera confianza, construye puentes. Mirada profunda y crítica, que trata de ir al fondo de los conflictos y problemas, y no se contenta con explicaciones superficiales, con repetir slogans o culpar siempre al otro, y sobre todo se traduce en compromiso y trabajo solidario.
Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com) @pesclarin
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