Aniversarios que interpelan

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Cardenal Baltazar Porras Cardozo

Cardenal Baltazar Porras Cardozo.-

 El año 2019 está cargado de conmemoraciones importantes que no debemos dejar pasar por alto. Los árboles muchas veces no dejan ver el bosque dice el adagio, y tenemos el peligro de quedar encerrados en la complicadísima situación sociopolítica que vivimos. Pero la historia es madre de la memoria que tiene que acompañar nuestros pensamientos y acciones. En el orden civil este año se conmemora el bicentenario del Congreso de Angostura. Cuando no existía país ni marco jurídico, los prohombres de aquel momento intuyeron y plasmaron en un documento las bases de un país inexistente, Colombia, y de una reglamentación que le diera sustento ante el mundo. Qué lección tan pedagógica cuando hoy, pareciera que la constitución es inexistente, pues se interpreta al vaivén de los intereses del momento. De allí la anarquía y anomia generalizadas.

Pero en el orden eclesial, el pasado reciente está preñado de buenas noticias. Este año conmemoramos el centenario de la muerte del Venerable Dr. José Gregorio Hernández. Para los venezolanos no hace falta decir más. El médico de los pobres, el científico innovador, el hombre de una rectitud, sencillez y largueza inigualables. Y el motor de todo ello, su fe cristiana, inquebrantable y lucero de su existencia. En la atención al pobre necesitado encontró la muerte. Hay un calendario de actividades que poco a poco irá desgranando su figura y aumentando en nosotros la fe y la esperanza. La visita o peregrinación a la iglesia de la Candelaria en Caracas donde reposan sus restos, o a Isnotú, su tierra natal, es obligado camino de cualquier creyente o persona de buena voluntad.

 El 19 de marzo, fiesta de San José, se cumplirá el centenario del nacimiento del Cardenal José Alí Lebrún Moratinos (1919-2001). Nativo de Puerto Cabello, sacerdote de la diócesis valenciana, obispo auxiliar de Maracaibo, primer obispo de Maracay, obispo de Valencia y arzobispo de Caracas y segundo cardenal venezolano, fue un pastor excepcional. Su bonhomía lo hizo constructor de la paz, del entendimiento, de la bondad que le brotaba a borbotones por todos los poros. La iglesia caraqueña prepara diversos actos para rememorar y hacer presente su legado. Fue uno de los pilares de la iglesia postconciliar en Venezuela.

 El 30 de octubre, se cumplirán los sesenta años de la trágica muerte de otro gran arzobispo de Caracas, Rafael Arias Blanco. Guaireño, sacerdote de la diócesis capitalina, obispo auxiliar de Cumaná, obispo de San Cristóbal y arzobispo de Caracas, jugó un papel importante en medio de la dictadura perezjimenista. Famosa es todavía su carta pastoral del primero de mayo de 1957 que abrió las puertas de la libertad ciudadana. Fue promotor de todo lo venezolano y un faro de referencia en la construcción de la unidad ciudadana. En lo pastoral son muchas las iniciativas exitosas en su carrera episcopal en el Táchira y en Caracas. Promovió las vocaciones, con visión nacionalista, aceptaba misioneros en la capital si fundaban en sitios apartados del interior. Creó parroquias y animó la pastoral laical. Es también un pilar de la renovación de la fe en nuestra patria.

 Rememorar no es ver con nostalgia el pasado, todo lo contrario. Es saber que la vida no comienza hoy. Que quienes nos han antecedido sembraron mucho y bueno. No podemos echar en saco roto sus enseñanzas y trayectorias. La generación actual tiene el reto de asumir con valentía, con fe profunda y esperanza transformadora, ser luz y sal, alegría creativa para dar cuenta de los talentos que el Señor nos ha regalado en abundancia. Que estos acontecimientos iluminen el presente y futuro de este año, cargado de nubarrones en los que hay que despejar mente y corazón para encontrar la ruta correcta que nos hermane a todos.