Cardenal Baltazar Porras Cardozo.-
Esta crónica viajera saldrá a la luz pública durante la celebración de la Jornada en Panamá con la presencia del Papa Francisco y los jóvenes de todo el mundo que se darán cita en el centro de nuestro continente. Venezuela tendrá una delegación pequeña, en torno a los cuatrocientos jóvenes, por las circunstancias que todos conocemos. Sin embargo, se han preparado con esmero y con la conciencia de que no van a un “evento”, sino a compartir, aprender y llenarse de nuevos bríos para ser multiplicadores en casa de lo que les deje este acontecimiento eclesial.
Tiene lugar esta Jornada al calor del reciente sínodo de los jóvenes que tuvo una repercusión original en el centro de la cristiandad. Los jóvenes, con su ímpetu y con la nueva cultura que los arropa le dieron carácter festivo, un tanto informal y cercano, siendo una lección para todos. No estuvieron como alumnos que recibían lecciones de los mayores sino como compañeros de camino, a la escucha mutua, de quienes cargados de experiencias y años tienen la necesidad de ver con empatía a los jóvenes. Y estos, por su parte, sin ínfulas de ninguna especie, supieron expresar desde sus contextos culturales y religiosos, sus inquietudes y anhelos. El “estilo Francisco” de escucha y acompañamiento está calando. Es lógico, porque como lo ha señalado el Pontífice, la esencial, lo primero, es que todos somos bautizados y esa base común es la que nos convierte en discípulos y misioneros.
El documento final del XV Sínodo señala tres ejes cruciales para entender y entendernos. Las novedades del ambiente digital que son muchas, ambiguas pero que propician la formación en libertad interior, convirtiendo las redes en oportunidades más que en tentaciones. El gran problema, mejor realidad, de la inmigración mundial, de la que en nuestra patria tenemos dolorosa vivencia. Y la urgencia de reconocer y reaccionar a todo tipo de abusos, pues la transparencia va más allá del compartimiento formal, y de lo que tiene que ver con la sexualidad. La corrupción y las ansias de poder y placer, son lacras a las que con valores y virtudes podemos y debemos afrontar.
La Jornada como todas las iniciativas pontificias de encuentro, reflexión y oración, son un llamado a la sinodalidad misionera de la Iglesia. Se trata de un trabajo en común, buscando los puntos de unión en medio de la diversidad de opiniones y posturas legítimas en un mundo polifacético como el de hoy. Pedimos y esperamos que esta Jornada sea una bocanada de aire fresco, de gracia y bendición para todos nuestros pueblos.