Comienza la fiesta en la que jóvenes de todo el mundo celebra la fe en medio de la diversidad.
Caminar por las calles de Panamá y oír palabras de gratitud de los coetáneos: “gracias por traer bendición a nuestra tierra”; llenan el corazón de alegría y motivación para seguir avanzando llevando la Luz de Dios a todo el mundo.
Dios ha creado un mundo sin fronteras, pero el ser humano ha decidido inventarlas.
Aún teniendo fronteras cerradas nada nos detiene para establecer lasos de hermandad entre los pueblos.
Venezuela y Colombia siempre nos hemos llamado pueblos hermanos y aunque un loco de carretera nos quiere separar hoy más que nunca seguimos unidos, echándonos la mano y luchando juntos. También Ecuador es una tierra de hermanos, y aunque las palabras de un líder susciten rechazo y división entre muchos, aún siguen habiendo signos de esperanza, porque mas allá de las nacionalidades seguimos unidos por el amor de Dios.
Mientras cientos de jóvenes corren para ver de cerca al Papa que pasa cerca, es grato que al estar en medio de una multitud se acerquen un par de jóvenes de Colombia para dar un abrazo como signo de unidad; es una gracia de Dios que en medio de una multitud de jóvenes que siguen moviéndose para ver unos segundos al Santo Padre, una joven de Ecuador se acerque para establecer lazos de paz y reconciliación entre los pueblos.
Venezuela no está nada bien, estamos viviendo momentos muy difíciles, y hemos vendido hasta la JMJ como signo de esperanza, a recargar nuestra fe y nuestra experiencia de Dios, a entender que con valentía y esperanza junto a María de Nazaret, decimos juntos: “aquí estamos” porque queremos que la Palabra del Señor sea en nosotros.
El amarillo, el azul y rojo de nuestras banderas se entrelazan a los pies de Jesús de Nazaret, y desde nuestra juventud también tocamos el borde de su manto que para que nuestras hemorragias sanen y podamos caminar por las sendas de la paz.
Padre Deiby Sánchez – @pdeibysanchez