Eduardo Martín Ruano
Una vez pasado el mayor evento mundial de jóvenes que se celebra dentro de la Iglesia católica, y con la ‘resaca’ aún del trabajo y esperanza que nos deja la marcada cita, me atrevo a reflexionar, con sinceridad. Me alegra la apuesta que se ha hecho por llevar la cita a un país centroamericano, particularmente al que más ha crecido a nivel económico en los últimos años (un 5,6% de crecimiento promedio anual en los últimos cinco años), según datos del Banco Mundial.
Quizás por eso, aunque con dudosa capacidad de organización antes del evento, se ha confiado en este pequeño país para tal cita. Conociendo el desafío de mejorar las condiciones de la población indígena del país, el Papa sabía lo que hacía, y lo ha dejado claro en sus intervenciones.
Sobre las JMJ
No hemos podido asistir a esta Jornada Mundial de la Juventud, por razones obvias para cualquier estudiante en España, en época de exámenes y con una situación económica poco favorable. Y, siendo sinceros, me costaría desembolsar tal cantidad de dinero para un macro evento eclesial que no repercute en el día a día de nuestras asociaciones. Como experiencia personal y turística me parece una oportunidad brillante, y puede que para muchas personas sea un espacio en el que descubran su vocación a ser misioneros de la palabra, comprometidos con sus comunidades y sociedades locales.
Desgraciadamente, los ‘fuegos artificiales’ son muy bonitos, pero no siempre salen rentables y, desde luego, no es en lo que más fuerza debemos poner como Iglesia joven, al menos la española. Confiamos en un compromiso diario, una forma de vida respetuosa con las demás personas, con el ambiente que nos rodea, con las que sufren, luchando por una sociedad justa y equitativa. Partiendo de ahí, entiendo que a todas nos refuerce la idea de juntarnos con jóvenes de todo el mundo y reafirmarnos en este compromiso global.
Concluimos dos años de un amplísimo protagonismo juvenil a nivel eclesial, al menos en el escaparate. Tenemos ganas de salir del escaparate y trabajar por hacer realidad el camino abierto en estos últimos años.
Sobre ‘influencers’
En el discurso a los jóvenes en Panamá, el Papa utilizó un lenguaje moderno: “Le podemos decir con confianza de hijos: María, la ‘influencer’ de Dios. Con pocas palabras se animó a decir ‘sí’” para entender la importancia de la madre de Jesús. Estas son las personas que tienen credibilidad sobre un tema concreto y sus palabras, gestos o actos repercuten en la decisión de actuación o consumo de millones de personas. Además, tienen una presencia continua en redes sociales, lo que le permite ser imagen para muchas marcas.
Si descartamos la connotación capitalista de búsqueda de beneficio y nos centramos en la bondad del término, encontramos en Francisco y en buena parte de cristianos, un buen ejemplo.
Vida Nueva