Alfa y Omega habla con el sacerdote Reinaldo Gámez, que ha tenido que ocultar en alguna ocasión al presidente interino de Venezuela en su parroquia y que celebró la mediática Misa en la que Guaidó reapareció públicamente después de asumir las competencias del Ejecutivo Nacional. «La gente ya no puede más y ha dicho basta», asegura el sacerdote
La parroquia del sacerdote Reinaldo Gámez está situada en la misma plaza en la que el pasado miércoles 23 de enero Juan Guaidó juró, «ante Dios todopoderoso, asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como presidente encargado de Venezuela». Sin embargo, esta no fue la primera vez que el sacerdote coincidía con el también presidente de la Asamblea Nacional. «Ya me había tocado ocultarlo alguna vez aquí en la iglesia por su seguridad», explica el párroco a Alfa y Omega.
Posteriormente, ambos se volvieron a encontrar en el templo tan solo cuatro días después del histórico juramento en la plaza Bolívar de Chacao (Caracas). La iglesia de San José fue el lugar elegido por Guaidó para reaparecer públicamente después de asumir las competencias del Ejecutivo Nacional. Allí participó en la Misa presidida por el sacerdote venezolano, convocada en honor a los caídos por la libertad, presos políticos y exiliados. Entonces, «pude saludarlo y darle la bienvenida», cuenta Gámez.
Para su inesperado y mediático feligrés, el párroco no tiene más que palabras de alabanza. «Ante la dramática situación que vive el país, él ha dado esperanza al pueblo», asegura el presbítero. De esta forma, «para la gente ya no es una utopía la celebración de unas elecciones libres y transparentes», tal y como ha reclamado la Conferencia Episcopal Venezolana –junto a la confederación de religiosos y el Consejo Nacional de Laicos del país– y una larga lista de países que ya han reconocido a Guaidó como presidente encargado de Venezuela.
«La gente ya no puede más y ha dicho basta», subraya Reinaldo Gámez. «No hay medicinas. Los precios se han disparado. El salario mínimo está situado en 18.000 bolívares y un kilo de queso cuesta 19.000», ilustra el sacerdote a modo de ejemplo.
Al lado de los que más sufren
Frente a esta situación, la Iglesia venezolana se ha situado al lado de los que más sufren. «Los obispos se han pronunciado duramente contra la crisis que vive el país y, al mismo tiempo, ayudan a la población con iniciativas como las ollas solidarias». En el caso de Reinaldo, mucha de la ayuda se canaliza a través del colegio, de 1.000 alumnos, que tiene la parroquia, pero, principalmente, en el dispensario médico propiedad del templo. «Es bastante grande. Tenemos muchas especialidades: cardiología, odontología, pediatría… y viene gente de toda la ciudad», explica.
Sin embargo, el sacerdote venezolano no se conforma. Quiere más porque eso significa poder ayudar más. En este sentido, Reinaldo Gámez ha encontrado un gran aliado a lo largo de su ministerio: el Centro Académico Romano Fundación (CARF). Gracias a esta institución, dedicada fundamentalmente a ayudar a la formación integral de sacerdotes y seminaristas, pudo ir a Roma en 2016 para cursar los estudios correspondientes a la licenciatura en Teología Dogmática en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Y también gracias al CARF, Gámez ha podido arreglar los desperfectos de la estructura del dispensario médico y mantener un precio bajo asequible para la difícil situación económica de muchos venezolanos. «Pedimos 3.000 bolívares. Es una suma muy asequible, porque la idea es que la gente pueda ser atendida. Nos gustaría que fuera gratis, pero no nos es posible», se lamenta.
En el futuro, el sacerdote también vislumbra la democracia y, de forma más inmediata, «poder aumentar la estructura del dispensario y duplicar su horario de apertura», concluye Gámez.
José Calderero de Aldecoa / Alfa y Omega