Palabras del Cardenal Baltazar Porras en el acto de imposición de condecoraciones pontificias a un grupo de laicos de la Arquidiócesis de Caracas.-
Emmo. Sr. Cardenal Jorge Urosa Savino
Excmos. Sres. Obispos Auxiliares
Queridos Vicarios Episcopales y hermanos sacerdotes
Muy ilustres condecorados
Familiares y allegados de los recipiendarios
Amigos presentes
Nos encontramos aquí, reunidos en este singular y sencillo homenaje con el que la Arquidiócesis de Caracas quiere reconocer el servicio y entrega desinteresados de un pequeño grupo de laicos, representativos de la legión de bautizados que como discípulos y misioneros de esta iglesia local, dan lo mejor de sí como auténticos discípulos y misioneros del evangelio.
Es un bello gesto y una feliz iniciativa de nuestro hermano, el cardenal Jorge Urosa, quien me ha cedido la presidencia en este acto. Yo hubiera preferido que fuera él, detalle que lo honra y enaltece. Aprovecho para expresarles el saludo del Sr. Nuncio Apostólico quien no nos acompaña por estar presidiendo en la ciudad de San Carlos el encuentro pastoral diocesano.
San Francisco de Sales, hombre y obispo, nos dejó la enseñanza y el ejemplo al exaltar algunos rasgos importantes de la auténtica caridad humana y cristiana, que muchas veces pasan desapercibidos a nuestros ojos. “Se aprende a hablar, hablando, -dice el santo-, a estudiar, estudiando; a trabajar, trabajando. De igual manera se aprende a amar, amando”.
Se me ocurre que la primera lección que sugiere dicho pensamiento está dirigido a nosotros los pastores. El rasgo más delicado de la caridad es el agradecimiento. Por una sencilla razón. Se mira primero al otro, no a uno mismo. Si mal no recuerdo, uno de los cuatro grandes doctores de la iglesia oriental afirmó que es más fácil compadecerse con el que sufre que alegrarse con el que triunfa. La razón es también clara. Cuando compadecemos, inconscientemente nos sentimos por encima del que sufre. Por el contrario, siempre genera escozor alegrarse con el que triunfa, sobre todo, si la cualidad que se alaba no es sobresaliente en quien da los parabienes.
Hoy, nos alegramos todos, por este pequeño rebaño, para usar una expresión bíblica, que recibe estas condecoraciones pontificias, que le da un valor universal a quien las recibe, pues es la iglesia madre romana, quien las concede.
Pero de cara a quienes las reciben, no puede ser un motivo de vanidad ni de soberbia. Por el contrario, siervos inútiles somos, y apenas llegamos a hacer lo que debemos, y por pura gracia del Señor. Cuál es el mérito? El mismo de Isabel, la madre del Bautista: a qué se debe este honor de que me visite la madre de mi Señor. Y también, el de la Virgen Santísima, hágase en mí, según tu palabra. No es casualidad que la mayoría de los condecorados, sean mujeres. “Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino. Ella, -María-, que lo engendró con tanta fe, también acompaña al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” (EG 285).
Ustedes, mujeres y hombres galardonados son icono de una Iglesia en salida, porque la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. Ustedes han primereado, han experimentado “que el Señor tomó la iniciativa, y nos han primereado en el amor” (EG 24); y por eso, se han adelantado, han tomado la iniciativa sin miedo, han salido al encuentro, han buscado a los lejanos y han llegado a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos.
Esta tarde, festejamos juntos, celebramos esta pequeña victoria, este paso adelante en la evangelización, que debe ser, primero para ustedes, un acicate para seguir adelante. Y para el resto de la comunidad arquidiocesana un impulso a la exigencia diaria de extender el bien en medio de una sociedad herida por las discordias y el desencuentro, en la que toca luchar y abrir horizontes de solidaridad y ayuda mutua.
Nos felicitamos todos. Compartimos la alegría de cada uno de ustedes, junto con sus familiares y comunidades donde prestan su desinteresado servicio. Que el Señor y la Virgen de Coromoto, los bendiga y los llene de sus bendiciones. Señores.
Iglesia de N. Sra. De Chiquinquirá