Smerilli: “La Amazonia en peligro, su destrucción es daño irreversible”

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La monja economista en vista del Sínodo de octubre: «El medio ambiente debe ser incluido en los cálculos económicos, tiene un valor como todos los recursos productivos. En la región no hay que decir “no” al desarrollo, sino a la actividad predatoria de las transnacionales».

«En los primeros modelos económicos, los factores productivos eran representados por la tierra, el capital y el trabajo. Con el tiempo solo han permanecido el capital y el trabajo, y ha desaparecido la tierra. De único factor a factor olvidado: este es el destino de la tierra en la ciencia económica moderna. Sin embargo, como recuerda la Laudato si’, si no vemos la tierra tendemos inevitablemente a ultrajarla y a destruirla». Es lo que recordó sor Alessandra Smerilli durante su participación en el seminario sobre la Amazonia que se llevó en las últimas semanas en el Vaticano, como preparación para el próximo Sínodo general que se llevará a cabo en octubre en Roma. Participaron estudiosos, exponentes de las iglesias locales y misioneros. Alessandra Smerilli enseña economía en la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación “Auxilium” de Roma y estudia, entre otras cosas, la relación entre la ética y las finanzas. «El mutuo beneficio, el principio base de la ciencia económica, ha sido aplicado solo a las relaciones inter-humanas, pero no con la tierra ni con los demás recursos no antrópicos, con los cuales la relación no se ha concebido como reciprocidad, sino que ha sido de tipo depredador».

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Profesora Smerilli, en una región como la de la Amazonia, ¿la tutela de la Creación está por encima, como sea, de cualquier tipo de desarrollo o de proyecto económico?

«Seguramente la defensa de la Creación está por encima, en el sentido de que es un bien que nos toca a todos, no solo en la Amazonia, sino en el mundo entero. Yo misma he aprendido que los ecosistemas, los biomas de la Amazonia, son algo único. Se trata de ecosistemas que permiten que todos vivan en la Tierra, por lo que se va más allá del concepto de jungla amazónica como “pulmón verde” del planeta. En general, con respecto a otras situaciones, en las que la población está muy involucrada y la presencia de determinadas industrias plantea el problema del conflicto economía-trabajo-ambiente, la situación de la Amazonia es, en parte, diferente, porque algunos llegan de fuera, con la complicidad de gobiernos, explotan, dejan poco y se van. Yo creo que esto debe ser evitado por completo; en cambio, es posible promover una sana economía que sea capaz de tener en cuenta en sus cálculos al medio ambiente, que se convierte, de esta manera, en un recurso productivo y, como tal, remunerable, exactamente como con los demás recursos productivos».

Entonces, es necesario regular de alguna manera el tipo de desarrollo en relación con el medio ambiente…

«En primer lugar, hay que elegir formas de desarrollo y métodos que tengan el menor impacto posible en los ecosistemas, por lo que es necesario establecer conductas con base en las cuales, cuando se lleven a cabo acciones en detrimento de una región, después se cumplan acciones para reparar. Creo que todo esto no es anti-económico, porque quien explota la Amazonia hace grandes negocios, hablamos de las grandes transnacionales que explotan esos territorios, por ello me parece todo esto lo mínimo. Sobre este aspecto se necesitaría una fuerte atención a nivel internacional, porque a menudo los gobiernos locales toman decisiones que dan beneficios a corto plazo, pero provocan daños consistentes en periodos más largos».

En la Amazonia se critican mucho en particular dos tipos de intervención invadentes: la industria extracción y la deforestación. ¿Hay que imponer frenos a ambas?

«Seguramente debemos plantearnos preguntas en relación con la deforestación, en el sentido de que cuando se llega a un nivel crítico luego los procesos se vuelven irreversibles. Es el caso, por ejemplo, de lo que ha sucedido en la Isla de Pascua: superado el nivel crítico, ya no se vuelve atrás (los bosques fueron completamente derribados por las poblaciones locales, ndr.). Por ello es necesario un trabajo coordinado y de monitoreo; la región amazónica, efectivamente, está compuesta por diferentes estados y poblaciones, y, si cada uno ve su “parte” perdiendo de vista el conjunto, se corre el peligro de destruir verdaderamente todo. En relación con la industria de la extracción, el tema es no tanto frenar todo (no se puede volver atrás en la historia), pero tenemos que hacer las cuentas con la economía y el progreso, aunque estos deben ser respetuosos. En mi opinión, no hay que expulsar a las industrias, sino tratar de recorrer ese camino largo y difícil de la mediación para que las empresas se conviertan en un bien común; al mismo tiempo, si los grandes grupos industriales hacen algo que dañe el medio ambiente, después tendrán que llevar a cabo reparaciones. Obviamente, no creo que sea un camino sencillo, porque están involucrados muchos sujetos, pero el interés individual empuja a un sobreconsumo cada vez mayor, y luego pagamos la factura todos como individuos y como colectividad».

En este desafío, ¿cuál papel pueden jugar las poblaciones indígenas que están luchando por defender la jungla?

«La Amazonia siempre ha sido una tierra de migraciones, por lo que no hay que olvidar, al lado de las poblaciones indígenas, a las llamadas poblaciones tradicionales que no son indígenas pero que han vivido en esa tierra durante muchos años. También las poblaciones tradicionales han contribuido en la custodia de estos territorios sin, forzosamente, explotarlos. Por lo que no hay una contraposición entre indígenas y quien viene “de fuera”, hay solamente dos modelos diferentes: un modo de vivir que permite el desarrollo y otro que prevé solo la explotación de los recursos. Y es la explotación la que debe ser combatida, no la inmigración. Dicho esto, las poblaciones indígenas con sus culturas, su organización, sus símbolos y rituales, son una riqueza, porque cada diversidad es riqueza, y tienen un patrimonio cultural importantísimo que debe ser apoyado. Lo que preocupa a tantos sacerdotes y obispos es ayudar a los jóvenes de las poblaciones indígenas para que no emigren; para hacerlo hay que garantizar una economía que sea a medida, por ello digo: las empresas no deben irse para dejar el vacío, hay que encontrar la manera para existir y coexistir sin desnaturalizar a los que viven en la Amazonia desde hace mucho tiempo».

Sin embargo, las grandes empresas presentes en la región actúan según los propios beneficios, incluso violentamente…

«Claro, el punto es que grandes grupos tienen mucho poder contractual y no tienen muchos escrúpulos, por ello digo que hay que vigilar todos juntos, se necesita conciencia internacional y mundial sobre la importancia de estas tierras, y no dejar que todo el problema sea de los gobiernos del lugar. Una empresa transnacional tiene más poder que un único estado».

El Papa Francisco ha dedicado una parte considerable de su magisterio al tema de la reconversión del modelo de desarrollo, de la salvaguardia de la Creación. ¿Cómo se está moviendo la Iglesia?

«Los misioneros presentes en la región están muy activos, y también las diócesis se están moviendo. Estamos trabajando a nivel científico, hay un trabajo de estudio y sensibilización que hay que sacar adelante, de análisis sobre el cambio climático. Y también está ese estar al lado de las poblaciones. Creo que el Sínodo servirá precisamente para comprender cuáles son las líneas de acción que seguir».

Queda pendiente el problema de fondo: ¿cómo invertir la dirección frente a intereses económicos tan vastos y poderosos?

«Solos, todos los que viven en la Amazonia, no podrán oponerse a ello nunca. Lo que me pregunto es si, como Iglesia, a nivel mundial, no tenemos también nosotros una responsabilidad, porque, por una parte, denunciamos “una economía que mata”, pero luego compramos y nos ocupamos de nuestros ahorros e inversiones de manera poco coherente. Pero este sistema puede ser derrotado tanto con una resistencia desde dentro como con una clara señal desde fuera, que diga: “no te financiamos, entras en la lista negra si tienes comportamientos sin escrúpulos”. Por esto es importante que el Sínodo dedicado a la Amazonia se lleve a cabo en Roma, porque toda la Iglesia debe cobrar conciencia y actuar conscientemente. Desde el punto de vista financiero, sería posible, por ejemplo, concebir una serie de criterios mínimos desde el punto de vista ambiental, pensados específicamente para la Amazonia, para evaluar el impacto social y ambiental que la acción de los grandes grupos industriales tiene sobre el ambiente y sobre la región. Después se podría decidir si deben ser financiados o no, si hay que invertir o desinvertir en ellos; una acción coordinada podría tener un gran impacto en este caso».

Francesco Peloso

Roma-Vaticaninsider.Es