Cardenal Bassetti: “Para un católico es inmoral ver en el migrante un enemigo”

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Cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana

Habla el cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y lanza una advertencia: ecos xenófobos han surgido en este clima de miedo exasperado.

Para un católico es inmoral ver en el migrante un enemigo que hay que combatir u odiar». En los últimos tiempos «se ha extendido un clima de miedo, a veces alimentado irresponsablemente, que ha hecho surgir ecos xenófobos». Palabras muy duras las del cardenal Gualterio Bassetti, presidente de los obispos italianos, que se convierten en una advertencia en los días del enésimo tira y afloja entre el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, y el barco de una ong lleno de desesperados. Vienen a la mente el juramento sobre el Evangelio del líder liguista (del partido La Liga del Norte), los llamados a la «acogida prudente» del Papa Francisco y las polémicas (presentes y bastante encendidas en las parroquias) sobre la actitud que hay que mantener frente a los inmigrantes.

Eminencia, ¿cómo debe comportarse un católico en relación con el tema de los migrantes?

«Los católicos deben relacionarse con el tema de los migrantes con gran amor y fe cierta, teniendo siempre en mente el Evangelio de Mateo: “Tenía hambre y me diste de comer, tenía sed y me diste de beber, era extranjero y me acogiste”. El Papa Francisco ofreció a la Iglesia 4 verbos para afrontar el desafío de las migraciones internacionales: acoger, proteger, promover e integrar. Cuatro verbos que resumen una larga serie de acciones pastorales, pero que tienen un único gran significado: mediante la acogida nosotros elegimos acoger a Cristo en nuestra vida y defendemos la dignidad inviolable de cada ser humano. Porque (y es bueno recordarlo con firmeza) los migrantes forman parte de la única familia humana y no son ciudadanos de segunda. Los migrantes son los últimos, los pequeños y los pobres de este mundo, y, como dijo Pablo VI, los pobres pertenecen a la Iglesia por “derecho evangélico”. Con la misma firmeza quisiera insistir en un concepto que tal vez incomode a los bienpensantes: para un católico es absolutamente inmoral ver en el migrante un enemigo que hay que combatir u odiar».

¿Italia está contaminada por el racismo?

«Italia es un país con una gran tradición humanitaria y está poblada por un pueblo alegre y creativo que, en los momentos de dificultad, siempre ha dado lo mejor de sí. Entonces, no diría que Italia está contaminada por el racismo. Pero creo que en los últimos años (y ha colaborado una durísima crisis económica) se ha extendido un clima de miedo y de incertidumbre, a veces alimentado irresponsablemente, que ha contaminado el espíritu público provocando el surgimiento de algunos ecos xenófobos».

¿Cómo habría que afrontar la difusión de los populismos y soberanismos? ¿Cuáles son los peligros que derivan de ellos?

«Cada época histórica ha tenido sus “ismos” peligrosos: comunismo, fascismo, nazismo, laicismo, relativismo y así sucesivamente. Todas estas ideologías, por lo común, le han prometido al hombre un paraíso en la Tierra que consistía en el bienestar y en la felicidad. Hoy como ayer hay, pues, que tener mucho cuidado con prometerle al pueblo recetas fáciles. El mayor peligro es que con el paso del tiempo estas recetas se traduzcan fácilmente en soluciones ilusorias y, por lo tanto, puedan generar mucha más frustración y rabia social. Entonces, creo que sería oportuno volver a mirar sabiamente y con realismo la tradición del popularismo “sturziano” y el personalismo de Maritain. No se acaricia al pueblo con eslóganes y promesas fabulosas, sino que se le debe ayudar a que crezca ofreciendo respuestas concretas y palabras de verdad».

A 100 años del llamado de Sturzo, ¿qué deben hacer los católicos en la política? ¿Qué papel deberían tener los sacerdotes y los obispos?

«Los católicos están llamados a poner en práctica auténticamente la lógica del servicio en la política: no se hace política para hacer carrera, por dinero o por brama de poder, sino como compromiso de humanidad y santidad. La política es una misión en la que los católicos pueden ofrecer su testimonio del Evangelio, sirviendo con caridad al propio país. Los pastores, en cambio, tienen otra gran tarea: la de exhortar a la fidelidad del magisterio de la doctrina social de la Iglesia católica, a la comunión fraternal y a la solidaridad entre las personas. Nunca me cansaré de decirlo: el laicado católico debe superar, de una vez por todas, esta vieja y estéril división entre los que solo se ocupan de bioética y los que solo se ocupan de pobreza. El mensaje social del cristianismo es unitario y se basa en la salvaguardia de la dignidad de la persona humana en cualquier circunstancia: desde la maternidad hasta el trabajo, pasando por la relación con la ciencia y el cuidado de los migrantes».

Uno de los temas cruciales para la Iglesia es la familia: ¿cuál es el “estado de salud” de la familia? ¿Qué es lo que más necesita?

«A mí me parece que hoy estamos en presencia de “familias solas” que viven en un mundo líquido pero que, a pesar de todas las dificultades, siguen siendo la “roca” de nuestra sociedad. Formar una familia hoy es un acto de heroísmo increíble, porque significa ir completamente contracorriente. En contra de un sistema social y cultural que privilegia toda forma de individualismo con respecto a la familia y favorece todo deseo más allá de las responsabilidades. Hoy parece imposible hablarle al mundo de la existencia de un amor para siempre, que no se acaba ni divide. Sin embargo, a pesar de esta larga serie de obstáculos que hacen difícil la vida de las parejas, la familia sigue siento un bastión, es más una roca de nuestra existencia. Lo primero que necesita, absolutamente, es insistir, con fuerza, en que la unión matrimonial entre un hombre y una mujer, abierta a los hijos, no es un residuo de la historia, sino la célula fundamental e indisoluble de nuestro vivir en comunidad».

¿Qué deberían hacer los gobiernos en el ámbito familiar? ¿Hay un modelo de políticas familiares en países extranjeros que le parezca particularmente notable?

«Los países extranjeros, sobre todo los que tienen todavía una democracia joven y un pasado autoritario, no serían un buen ejemplo: todavía deben madurar, tienen mucho camino por delante. En relación con Italia, la primera consideración que habría que hacer es un poco amarga. Porque, más allá de todas las palabras, todavía estamos retrasados en las políticas familiares. El presente y el pasado reciente se caracterizan por pura palabrería y pocos hechos. En cambio, creo que hay por lo menos tres campos en los que tenemos que actuar concretamente: en primer lugar, un nuevo “welfare” más cercano a las familias que no se traduzca solamente en pequeñas intervenciones monetarias, sino que produzca una nueva intervención social para sostener a parejas jóvenes, a precarios, a las mujeres y la natalidad; en segundo lugar, un refuerzo de la alianza entre la escuela y la familia, en la que los alumnos sean el centro del proyecto educativo, en la que los docentes sean valorados por su profesionalidad y en la que las familias sean defendidas de cualquier tendencia ideológica en ámbito educativo; en tercer lugar, lo que más se necesita hoy es una nueva organización del trabajo que se base en el llamado “factor familia”».

¿En qué sentido?

«Hay que replantear los tiempos de trabajo y equilibrarlos con los de un armonioso desarrollo moral y civil, no solo económico, de la familia. Estoy seguro de que si un trabajador está en un ambiente de trabajo sereno, que respeta los tiempos familiares, trabaja mejor y la sociedad, en su conjunto, puede sacar beneficio».

¿Qué opina sobre las tensiones alrededor del Congreso de la familia de Verona?

«La familia es particularmente importante para la Iglesia y precisamente por ello sentimos que acabe en polémicas instrumentales».

¿Qué tal va el plan de la Iglesia italiana para luchar contra los abusos y la pederastia?

«Con respecto a este tema tan doloroso, la Iglesia en Italia no se ha quedado solo mirando. Desde las Líneas guía de 2012 (las nuevas serán presentadas a la Asamblea general en mayo) la CEI busca los instrumentos más adecuados para contrarrestar cualquier tipo de abusos. Entre los obispos, de hecho, es firme la conciencia de que el primer interés debe ser por los chicos heridos y sus familias, volviendo a ese “Me importa, me preocupo” de don Milani y, al mismo tiempo, rechazando cualquier forma de instrumentalización. La reciente creación del Servicio nacional para la tutela de los menores pretende responder a estas prioridades, con un cambio de ritmo basado en la prevención y en la formación. El Servicio ya está trabajando, empezando por la creación de los Servicios regionales e interdiocesanos: con el nombramiento de los obispos encargados por cada Conferencia Episcopal regional; se está completando un primer trecho del recorrido. Después se identificarán, en cada diócesis, uno o más referentes, para poner en marcha una formación específica. El territorio se está moviendo en este sentido, como demuestran las regiones Lombardía, Trentino-Alto Adige, Emilia Romaña, Cerdeña. Todo esto demuestra la adhesión convencida al cambio de mentalidad que ha pedido el Papa».

¿Cómo describiría el Pontificado del Papa Francisco?

«Lo describiría de tres maneras. Antes que nada, como un Pontificado profético que ha recogido el espíritu del Concilio Vaticano II y ha impulsado algunas categorías que se habían quedado un poco al margen. Pienso, por ejemplo, en el diálogo interreligioso, en la conversión pastoral y en la sinodalidad. En segundo lugar, como el Pontificado del anuncio del Evangelio “sine glossa”: la Evangelii gaudium no solo es el documento programático, sino el corazón latente de la acción pastoral de Francisco. Todo gira alrededor de este documento pontificio, que delínea la cifra moral, espiritual y social del Pontificado. Y, para concluir, como el Pontificado de las periferias. Las periferias humanas (como Bangui, en la República Centroafricana, en donde comenzó el Jubileo de la Misericordia) y las periferias existenciales del mundo contemporáneo. El Papa, pues, ha devuelto la centralidad a Cristo y ha dado la imagen de una Iglesia irradiante y extendida en el mundo entero».

¿Cómo será el futuro próximo de la Iglesia? ¿Qué espera y qué le preocupa?

«El futuro no nos pertenece, pero creo que en estos años se han puesto en marcha procesos cuyos frutos se podrán comprender dentro de mucho tiempo. El gran tema de la sinodalidad, por ejemplo, si se desarrolla oportunamente, podrá ofrecer un rostro nuevo a la Iglesia, un rostro cada vez más auténtico, participado y menos auto-referencial. Un primer paso se dará en el encuentro de reflexión y de espiritualidad por la paz en el Mediterráneo, que se llevará a cabo en Bari en febrero de 2020. Esa será una primera ocasión para experimentar concretamente el espíritu sinodal y para proponer soluciones concretas a los problemas que afligen al Mediterráneo».

La mujer en la Iglesia: ¿es una relación y una presencia que debe obtener mayor atención y reconocimiento?

«Por supuesto que sí. Se requiere una presencia femenina de calidad, y no solo en cantidad. Se necesita, por el bien de la Iglesia, una mayor presencia femenina en los lugares de dirección pastoral y en los papeles importantes de la Iglesia. No por una mera cuestión de subdivisión de los puestos con base en una especie de “cuota rosa”, sino para tener una visión diferente y más completa. Estoy seguro de que, en relación con muchos temas, nosotros los pastores tenemos mucho que aprender de las mujeres».

Una versión resumida de este artículo fue publicada en la edición de hoy del periódico italiano La Stampa

Domenico Agasso Jr

Roma/Vaticaninsider.Es