Impactantes imágenes del Metro de Caracas en tinieblas

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Atrapados bajo el suelo

Gritos de desesperación y calor agobiante; el llanto de los niños y el dolor de personas enfermas que viajaban en el Metro de Caracas hicieron más dantesco el apagón que todavía paraliza a Venezuela

Venezuela ha sufrido en las últimas semanas grandes apagones que, según algunas voces especializadas, son consecuencia de la falta de mantenimiento y la reposición de equipos obsoletos en el sistema hidroeléctrico de El Guri (estado Bolívar), una de las grandes obras del que fue considerado un rico país petrolero, pero cuya crisis social, económica y política actual, ha generado también deterioro en los servicios públicos.

El Guri fue llamado en sus inicios como represa “Raúl Leoni”, en honor al segundo presidente del período democrático. Comenzó a funcionar parcialmente en 1968, culminando sus obras en 1976, según reportes históricos consultados. En 2006 fue renombrada Central Hidroeléctrica “Simón Bolívar”, por ese afán del presidente Hugo Chávez de cambiarle nombre a las obras no nacidas en su gestión, y que asumía como propias renombrando según su ideario “bolivariano” y el “socialismo del siglo XXI”.

Comercialmente el Guri inicia sus funciones en 1978, siendo considerada la segunda central hidroeléctrica más grande de América y la cuarta del mundo. Desde 2011, durante la gestión de Chávez, Venezuela vendía energía eléctrica a Brasil, aunque simultáneamente compraba a Colombia para “energizar” al occidente del país. En esencia, la misión del Guri es llevar energía eléctrica a todo el país, a los servicios públicos como hospitales, escuelas y también al transporte masivo, entre otros.

Uno de estos servicios que alimenta su funcionamiento con la energía proveniente del Guri es el Metro de Caracas. Fue inaugurado en enero de 1983 e identificado con valores ciudadanos. Ofrecía a sus usuarios “rapidez, seguridad y confort”; toda una novedad que involucró a los caraqueños en la llamada “Cultura del Metro”.

Atrapados en el Metro

Este 23 de marzo, a las 5 de la tarde aproximadamente, el segundo apagón que en este mes afectó a Venezuela, permitió vivir a miles de usuarios del Metro de Caracas, lo que la oscuridad y el pánico puedan generan debajo de la tierra. Aleteia constató a través del reportero gráfico José Cohén el sufrimiento por el que pasaron estos pasajeros para poder salir de los vagones donde quedaron atrapados sin aire y sin luz.

Las personas estaban apretujadas en los vagones, solamente iluminadas con algunos celulares o los centellazos del flash del reportero. Con sus propias manos abrieron las puertas automáticas que quedaron herméticamente cerradas al cortarse la electricidad.

“Todo era gritos de desesperación y un calor agobiante que nos hacía sudar”, indicó Cohén. “Era preocupante escuchar los llantos de los niños y el dolor de algunos enfermos que viajaban en esa infortunada hora en el Metro de Caracas, haciendo más dantesca la experiencia de estar atrapados bajo el suelo”, narraba.

El ambiente también se caracterizaba “por el temor a sufrir la agresión de algún delincuente, o que te robaran, teniendo en cuenta que en medio de tanta gente no sabes con quien viajas”. Había poco personal capacitado para prestar los primeros auxilios a los desmayados o iluminar los rieles por donde caminaban los afectados.

Fuera del Metro, las calles de Caracas estaban repletas de ciudadanos sin encontrar transporte para irse a sus hogares. Algunos que viajarían a las ciudades satélites: Guarenas, Guatire, Los Teques, La Guaira o hacia Los Valles del Tuy, llegaron al día siguiente, todavía sin electricidad. Por supuesto, las “malas noticias” solo llegaban vía vox popule, porque el apagón “tumbó” las señales de las telecomunicaciones.

No es la primera vez

“No es la primera vez que esto ocurre”, le decía un usuario a José Cohén, quien recogía para la posteridad las imágenes de esta amarga experiencia dentro del Metro. Desde hace tres lustros el servicio eléctrico ha decaído notablemente en Venezuela por la sequía, el alto consumo o el saboteo, según “los caprichos de las autoridades”.

Con varios apagones durante el mes de marzo, el servicio de electricidad sigue interrumpiéndose y son más los ratos de espera a que “llegue la luz”, al tiempo que este dura. Las secuelas están a la vista: se acrecienta la falta del agua potable, y en los hospitales públicos y privados, todavía hacen balances de los enfermos que allí murieron víctimas del apagón. Maduro habla de “saboteo”, “francotiradores” y “actos terroristas” pero la gente no le cree; antes bien, piensan que “es su incapacidad”.

Ramón Antonio Pérez/Aleteia