«No nos dejes caer en la tentación», la penúltima invocación de la oración del Padre Nuestro, tema de la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles 1 de mayo de 2019.
“Queridos hermanos y hermanas: hoy reflexionamos sobre la penúltima invocación de la oración del padrenuestro que dice: «No nos dejes caer en la tentación». Esta petición se encuentra en el centro del drama entre nuestra libertad y las insidias del maligno. Es una frase difícil de traducir en las lenguas modernas, pero está claro que Dios no es el que nos tienta, como si Él fuera el que busca hacernos caer en el momento de la prueba”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del primer miércoles de mayo de 2019, continuando con su ciclo de catequesis dedicadas a la oración del Padre Nuestro.
Nuestra libertad y las insidias del maligno
En su catequesis, el Santo Padre recordó que el Padre Nuestro comienza de manera serena: nos hace desear que el gran plan de Dios se cumpla entre nosotros. Luego mira a la vida y nos pregunta qué necesitamos cada día: el “pan cotidiano”. Luego la oración se dirige a nuestras relaciones interpersonales, a menudo contaminadas por el egoísmo: pedimos perdón y nos comprometemos a darlo. Pero es con esta penúltima invocación – precisó el Pontífice – que nuestro diálogo con el Padre celestial entra, por así decirlo, en el corazón del drama, es decir, en el terreno de la confrontación entre nuestra libertad y las insidias del maligno.
“Cuando el mal aparece en la vida del hombre, Dios lucha a su lado, para que pueda ser liberado. Un Dios que siempre combate con nosotros, no contra nosotros. Es en este sentido que nosotros rezamos el Padre Nuestro”
Dios no es el protagonista de las tentaciones
Antes de proseguir su explicación de la penúltima invocación del Padre Nuestro, el Papa Francisco precisó que, la expresión griega original contenida en los Evangelios es difícil de interpretar con precisión, y todas las traducciones modernas no son tan exactas. “Sin embargo – subrayó el Pontífice – podemos converger de manera unánime en un elemento: sea cual sea la forma en que entendamos el texto, debemos excluir que Dios sea el protagonista de las tentaciones que se presentan en el camino del hombre. Como si Dios estuviera al acecho para poner insidias y trampas para sus hijos”. Una interpretación de este tipo – agregó el Papa – contrasta en primer lugar con el texto mismo, y está lejos de la imagen de Dios que Jesús nos reveló. No lo olvidemos, el Padre Nuestro comienza con “Padre”. Y un padre no pone trampas a sus hijos. “Los cristianos no tienen nada que ver con un Dios envidioso, en competencia con el hombre, o que disfruta poniéndolo a prueba. Y estas son las imágenes de muchas divinidades paganas”.
“Leemos en la Carta del Apóstol Santiago: Nadie, cuando es tentado, debe decir: ‘Yo soy tentado por Dios’; porque Dios no puede ser tentado al mal y no tienta a nadie. (1,13). En todo caso, es todo lo contrario: el Padre no es el autor del mal, ningún hijo que pide un pez recibe una serpiente (cf. Lc 11, 11)”
En la prueba y tentación, Dios vela junto a nosotros
“También Jesús vivió momentos de prueba y tentación, pero supo vencerlos – explicó el Santo Padre hablando en nuestro idioma – se impuso al demonio durante las tentaciones en el desierto, y cuando experimentó la desolación más absoluta en el huerto de Getsemaní, dio testimonio de que confiaba en su Padre Dios. En aquel instante previo a su Pasión, cuando sentía un gran abandono, pidió a sus discípulos que velasen y orasen con Él, pero ellos no fueron capaces de hacerlo. Sin embargo, cuando nosotros somos probados y tentados por el maligno, Él vela y está junto a nosotros. De este modo, sabemos que no estamos solos en el momento de prueba y dificultad, sino que estamos recorriendo, junto a Jesús, el camino que el bendijo con su presencia salvadora”.
“Es nuestro consuelo en la hora de la prueba: saber que ese valle, desde que Jesús lo atravesó, ya no está desolado, sino que es bendecido por la presencia del Hijo de Dios. Él nunca nos abandonará”
¡Quédate aquí y vigila conmigo!
Es en ese tiempo de la prueba suprema, precisó el Santo Padre, que Dios no nos deja solos. Cuando Jesús se retira a orar en Getsemaní, su corazón es invadido por una angustia indecible, y experimenta la soledad y el abandono. La prueba es tan lacerante que algo inesperado sucede. Jesús nunca pide amor para sí mismo, pero esa noche sintió su alma triste hasta la muerte, y entonces pide la cercanía de sus amigos: “¡Quédate aquí y vigila conmigo! “En el tiempo de agonía – subrayó el Pontífice – Dios pide al hombre que no lo abandone, y en cambio el hombre duerme. En el tiempo en que el hombre conoce su prueba, Dios en cambio vela. Esa noche de dolor y lucha es el último sello de la Encarnación: Dios viene a visitarnos en nuestras profundidades y en los dramas que llenan la historia”.
“Oh Dios, aleja de nosotros el tiempo de la prueba y de la tentación. Pero cuando llegue este tiempo para nosotros, muéstranos que no estamos solos, que Cristo ya ha asumido el peso de esa cruz, y nos llama a llevarla con Él, abandonándonos confiados al amor del Padre”
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