Joseph (Joe) Hoover, un religioso jesuita (que no es sacerdote), actor, escritor de teatro y articulista en la veterana revista “America” (de los jesuitas de EEUU) ha publicado un artículo con el título: “Queridos sacerdotes que improvisáis en misa: por favor, no lo hagáis”.
Joe Hoover, como actor y autor de teatro, sabe lo que es improvisar, pero sabe también que hay que respetar el texto, los ritmos, los gestos, las repeticiones… y eso es lo que pide a los sacerdotes, con la libertad de quien es religioso pero no es sacerdote.
Joseph Hoover sabe de teatro, declamación, poesía…y pide a los sacerdotes que se limiten a seguir el misal
“Oh, sacerdotes que improvisáis oraciones en misa, que hacéis monólogos para empezar el espectáculo, que dais argumentaciones finales antes de la despedida, que hacéis aclaraciones significativas entre el “Señor, ten piedad”… oh, sacerdotes que sentís la necesidad de hacer la misa personal o interesante o más espiritual de lo que parece en su superficie, que ponen el gesto de la paz por sorpresa en otros momentos, o cambiáis cuándo hay que arrodillarse o levantarse…”, escribe el hermano Hoover.
“Confiad en la energía que expresáis, en vuestra presencia, vuestro físico, vuestra postura, que vuestra voz es suficientemente espiritual. Confiad en eso y ¡simplemente decid las palabras! ¡Haced los gestos! Eso basta”, exhorta.
“Añadir más palabras no hará ‘mejor’ la misa. Si pronuncias las palabras con claridad, como están, si las dejas fluir a través de ti, la gente en los bancos las escuchará como nunca antes. De hecho, la misa se hará interesante y personal y nueva. No necesitas hacer nada más. No trata de ti“, añade Hoover.
La misa es un ritual para experimentarlo, no una transmisión de textos
El sentido de la liturgia, con sus normas fijadas y repetitivas, explica, es “ayudarte a rezar”. Como en el teatro o el cine, no se trata tanto de transmitir un texto, una serie de conceptos y palabras, como de hacer vivir una experiencia al que acude al ritual.
“Conocer las palabras fijas del guión da libertad al actor para ser espontáneo; conocer las fórmulas fijas de la liturgia puede liberar a un sacerdote para tener experiencia al momento”, añade.
Hoover admite algunos pequeños comentarios si pasa algo: el monaguillo bosteza dramáticamente, un bebé llora en el momento preciso… “Vale, responde, sé humano”. También es posible hacer un pequeño comentario al empezar la misa. En el funeral de un joven en un colegio, rodeado de sus maestros y amigos, tiene sentido dirigir unas palabras al inicio. Hoover tenía un maestro de novicios que en la misa diaria empezaba siempre con un brevísimo comentario acerca del santo del día, y así aprendió mucho. Pero él pide que una vez empiece la misa, fluya según el ritmo fijado en la liturgia.
Los sacerdotes nuevos, y los veteranos, han de saber que la liturgia tiene fuerza suficiente: no hay que improvisar
Distinguir entre reverencia y rigidez
“La feligresía sabe distinguir entre la reverencia y la rigidez, sabe si celebras misa con sana piedad o si adoras a un fiero dios romano llamado rúbrica”, especifica el articulista. “Rigidez es tensión: si estás tenso, nosotros los feligreses nos pondremos tensos. La misa, de repente, tratará acerca de ti”, explica.
Hoover exhorta a evitar improvisaciones y añadidos también en las misas de niños, “el templo mismo de las oraciones y gestos improvisados. También aquí puedes seguir el texto, sólo el texto, y no parecerás distante ni insensible”.
A todos nos gusta saber lo que viene a continuación
Alaba a un sacerdote que conoce que en las misas de niños “reserva los personalismos solo para la homilía. Para las oraciones de la misa, simplemente, lee las oraciones. Rutina, estructura, lo de siempre. Eso es lo que los niños quieren. Y ellos le seguían, participaban, podías verlo. Los niños se sientes seguros siguiendo una estructura. Les gusta saber lo que va a venir. A la mayoría de nosotros nos gusta”.
“La estructura no encadena a nadie, nos libera. De hecho, no puede haber libertad donde no hay límites. ¡Liberaos, oh sacerdotes, de pensar que tenéis que recrear lo que no necesitar ser recreado! Dejad que las palabras hagan su trabajo. Dejad que la liturgia actúe. Confiad que vuestra presencia bastará: sois suficiente”, concluye el artículo.