Marielena Mestas Pérez.-
Nuestra Beata Madre Carmen Rendiles Martínez, fundadora de la Congregación “Siervas de Jesús”, nació en Caracas hace 116 años. Bautizada Carmen Elena, debió llevar una prótesis pues vino al mundo sin el brazo izquierdo. No obstante, esto no hizo que sintiera ningún complejo, al contrario, siempre animosa y con espíritu de líder, supo salir adelante.
Como un homenaje a su memoria y aprovechando este aniversario para darla a conocer, comparto fragmentos de una conversación sostenida con la hermana Anselma, formada por la propia Madre Carmen. Siempre humilde y reservada, la religiosa, con convicción y conmoción, refiere: “Madre Carmen fue bella. Tenía un carácter firme en las cosas de Dios, pero practicaba mucho la bondad y la caridad. Ella era una apasionada de procurar el permanente encuentro con el Señor: Desayunaba muy rápido y se iba corriendo a la capilla. Si querías hablar con ella, te dirigías allí y, efectivamente, podías verla entregada al Señor, a la contemplación, de forma tal que conmovía. Recuerdo que un día le pregunté que por qué salía tan rapidito para la capilla, y me respondió: “Tengo que llenarme de Dios para transmitir alegría”. Debo acotar que nunca se quejó porque alguien la interrumpiera y siempre fue muy cercana y dedicada a las hermanas”, señala la entrevistada.
Emocionada, prosigue: “Era muy de Dios y amaba a Jesús. Madre Carmen tenía un contador, un aparatico pequeño que le permitía contar hasta 1000. Se la pasaba rezando jaculatorias: “Sagrado corazón de Jesús, en Vos confío” y al llegar a las 1000 lo anotaba como ofrenda o ramillete espiritual en la misa”.
Señala que era tal su virtud que “Nunca llamó la atención. La caracterizó la sencillez en la oración y en todo su modo de ser: era recta, pero sencilla. Estaba totalmente llena del amor de Dios, que lo transforma todo. Así, ella tuvo que pasar por muchas pruebas, contrariedades y dificultades y era que el Señor la estaba probando. Por eso siempre se confió a la voluntad del Padre. Por ejemplo, cuando quiso ser religiosa ninguna congregación la aceptaba por el hecho de faltarle un brazo, era una circunstancia congénita. Entonces perseveró y se volcó en la catequesis. De allí que este apostolado terminara siendo tan importante para nosotras”.
Así, señala la hermana Anselma que “cuando llegaron de Francia las hermanas a fundar la congregación de carisma eucarístico, ella acompañó a una amiga que quería entrar, pero la religiosa se fijó en Madre Carmen, no en la amiga, y la invitó a regresar al día siguiente. Así lo hizo y, por supuesto, se quedó. Esto ocurrió en 1927. No la rechazaron, pese a que le faltaba un brazo y ¡qué grande es Dios! así tejía, pintaba, bordaba, trabajaba con un solo brazo. Hasta en este aspecto fue tan ejemplar.
Pudiera conversar muchísimo sobre Madre Carmen y todo sería valioso, pero debo referir que, al pasar los años y, con profundo pesar y sufrimiento, se separan las hermanas francesas, pero la religiosa venezolana, con gran valentía, no renuncia a su fe y persevera; atiende al llamado del Señor, fundando con mucho trabajo y fervor, la Congregación de las Siervas de Jesús. Del carisma que nos distingue diré que es muy lindo y muy abierto, porque es contemplativo y activo, como ser Marta y María: oración y acción.”
Específicamente, del carisma de adoradoras no duda en acotar “que nuestros ratos de adoración que se nos hacen cortísimos, se pasan muy pronto, pero cuánta fuerza nos dan. Lo otro es nuestro amor a la Santísima Virgen María, quien es la Madre de Jesús y también la de nosotros. Podría resumir nuestro carisma en los siguientes puntos esenciales: la adoración a Jesús-eucaristía, el amor a la Virgen y la Iglesia y el apoyo al clero, porque seguimos mucho al Papa. A todo esto debemos añadir algo muy especial para Madre Carmen: la atención a los sacerdotes y también las labores de apostolado donde nos manden, por ejemplo, en los colegios es fundamental, pues allí impartimos la catequesis, profunda preocupación de nuestra Beata. También trabajamos con ancianos, apoyándolos con mucho cariño y bondad, practicando las obras de misericordia. Jesús, que vive en nuestros corazones es alegría. Así superamos contrariedades y obstáculos.
Para una Semana Santa, la última, ella hacía, con una sola manito, bellos adornos eucarísticos tejidos como copones. Todo le quedaba bellísimo. Ese año tejió unos ramos y parece ser que le quedó un polvillo en los pulmones. Fue necesario ingresarla y cuando la llevaban se despidió del Santísimo Sacramento y de cada una de nosotras. Nos bendijo, haciéndonos en la frente la señal de la cruz. Madre Carmen quería regresar a su convento para morir aquí, pero se hizo la voluntad de Dios. Partió al encuentro definitivo con el amado Padre el día 9 de mayo. De eso hacen ya más de 40 años. En sus últimos momentos repetía Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío.”
Para finalizar quisiera decir que la vida religiosa es una opción, es una experiencia como otras para vivirla con amor. Por eso me gustaría que las jóvenes la conocieran, para que experimentaran qué es algo muy bueno, maravilloso.
Como sugerencia les digo que aunque en los hogares se viva con mucho apuro, no deberían privarse de la misa dominical, que es tan importante. Es una hora apenas, pero bien vivida para el Señor. Dios actúa allí, algo queda, salimos reconfortados, con más ánimo, más fuerza. Ojalá en la Eucaristía descubrieran que el Señor actúa, como lo descubrió y transmitió Madre Carmen.”
Gracias, hermana Anselma, por enseñarnos a venerar a la beata Madre Carmen y por animarnos a continuar ese camino de fe que iniciamos, desde muy pequeños, en nuestros hogares.