Una indígena se adelantó a los hechos y lanzó un alerta que arroja luces sobre el problema que enfrenta el gran pulmón del planeta
El papa Francisco, consecuente con sus preocupaciones sobre la ecología, el ambiente y los pueblos indígenas, convocó un Sínodo sobre la Amazonía. Voces se han levantado para cuestionar el evento, pero lo que ocurre ahora parece dar la razón al pontífice.
El Amazonas brasileño se quema a un ritmo récord y la controversia política se ha desatado: los ambientalistas culpan al presidente Jair Bolsonaro de los incendios, pero él dice que pueden haber sido causados por las ONG para atraer críticas internacionales a su gobierno.
En realidad, la Amazonía –la mayor selva tropical del mundo- arde desde principios del año. Los incendios de estos últimos días han alcanzado cifras récord desde que comenzó a medirse –según CNN– en 2013 y la voracidad no da tregua.
Datos que hablan de la dimensión de la tragedia
La región sufre una oleada de incendios nunca visto. De los 72.843 focos de incendio que sufrió Brasil desde principios de año, más de la mitad han afectado a la Amazonía.
Los datos recabados por la agencia espacial de Brasil señalan una deforestación de 4.565 kilómetros cuadrados, lo que supone el crecimiento en la desaparición de su superfície de un 15% respecto al año anterior. La información recogida por los satélites es clara: Cada minuto desaparece una superficie de selva similar a un campo de fútbol. En pocas palabras, el área de la cuenca amazónica deforestada equivale al tamaño de Francia.
El peligro es para todos
Dos tercios de la Amazonía está en territorio brasileño. Es una jungla que cubre un extenso territorio de América y representa uno de los pulmones más importantes por donde respira al planeta, lo que significa que cualquier cosa que atente contra la biodiversidad de la zona es un peligro para el mundo entero.
Se sabe que es hábitat de 2,5 millones de especies de insectos, 2.500 especies de peces, más de 1.500 de aves, 550 de reptiles y 500 de mamíferos, según la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica.
Pero continuamente se descubren nuevas especies animales, además de que el bioma amazónico contiene unas 30.000 especies de plantas.
El humo de los enormes incendios forestales del Amazonas, en Brasil, ya está afectando a la ciudad más grande del país, la cosmopolita Sao Paulo. Mapas satelitales muestran que el impacto de los incendios se extiende por miles de kilómetros. El mundo entero está en vilo, fuertemente impactado por estos hechos, mientras legiones de equipos humanos trabajan contra reloj para sofocar las llamas. Pero ya no es un incendio, son muchos.
La deforestación, el blanco que todos señalan
Más allá de la diatriba política, Paulo Moutinho, investigador del IPAM, organismo de investigación amazónico, ha ofrecido una explicación diferente: “El alarmante aumento de los incendios en la Amazonía brasileña se debe en gran parte al avance de la deforestación y no a la temporada seca”. En otras palabras, la devastación de la selva es el motor que propaga a velocidad récord estos incendios que en verdad su mayoría fueron iniciados por los agricultores, que buscan limpiar el área para cultivar. Lo que comenzó como una práctica habitual de la agricultura se convirtió en un dragón que sopló fuego y se propagó por la destrucción de la selva. Ahora avanza en zonas deshabitadas, abrazando todo a su paso.
El asunto es claro: si bien la sequía, el calor y los vientos favorecen la propagación de las llamas que ya amenazan zonas pobladas en el norte del país, un factor sobresale, y lo demuestra el registro del tiempo. Históricamente, está comprobado que los incendios están ligados al avance de la deforestación, combinada con períodos de temporada seca intensa. Pero en este año 2019 no hay una sequía tan severa como la de los
De húmeda a inflamable
La Amazonía, una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo, es el hábitat de 2,5 millones de especies de insectos, 2.500 especies de peces, más de 1.500 de aves, 550 de reptiles y 500 de mamíferos, según la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica.
Pero continuamente se descubren nuevas especies animales, además de que el bioma amazónico contiene unas 30.000 especies de plantas.
De ser uno de los lugares más húmedos del mundo, la selva amazónica se ha convertido en un lugar inflamable. De cuidar la biodiversidad y respetar el medio ambiente, esto no habría ocurrido. Y otro detalle: las especies en peligro de extinción nunca regresan. Con cada incendio, se pierde la diversidad.
Evo pone las barbas en remojo
Los voraces incendios que Bolivia combate hace semanas ya afectaron a 600.000 hectáreas
El fuego ya llega a Perú y, por su parte, Evo Morales ha instalado un “gabinete de emergencia ambiental”. Y he ahí el problema: los gobiernos no toman medidas preventivas, sino que reaccionan ante las emergencias cuando el desastre es un hecho.
Si bien es cierto que no hay fuego natural en el Amazonas, que siempre interviene la mano del hombre, es incuestionable que la falta de prevención hace que esos incendios –producto de la quema post-deforestación- se propaguen hacia áreas más secas que no era la intención quemar.
“No vamos a entregar nuestras tierras”
Las comunidades indígenas autóctonas sostienen que la ocupación ilegal de tierras públicas es un robo a los brasileños. En gran parte, la deforestación es para especular y revender esa tierra más tarde.
Alessandra Korap Munduruku lidera al pueblo Munduruku, ubicado en la Aldea Playa del Indio (Aldeia Praia do Índio)’, en el municipio de Itaituba (estado de Pará, norte del país). Sus denuncias cobran actualidad en medio de los incendios forestales que se han extendido en parte de la Amazonia brasileña y boliviana.
La líder indígena brasileña habló en defensa de sus territorios y del ambiente y sus palabras quedaron registradas en un video que circula en las redes y que fue grabado en abril de este año.
Su denuncia se centró en la minería ilegal que está invadiendo sus tierras, “los taladores están destruyéndolas –clamó- nuestros líderes se están enfermando y ahora no pueden sembrar”. El dato es oficial: solo en la Amazonia Brasileña había 453 minas ilegales a finales de 2018, según el Instituto Brasilero del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales.
Alessandra, que encabezó la resistencia de su pueblo a la construcción de la Usina Hidroeléctrica de Sao Luiz do Tapajós, suspendida en la actualidad, dijo ante los diputados que sus territorios les eran arrebatados “para entregarlos a los lobos”. Y parece que no estaba del todo perdida, a juzgar por la revelación de un técnico que labora en la zona.
Se trata de Pedro Ribas Alves, quien trabaja en el área de especialización de incendios forestales de Mato Grosso, uno de los estados de Brasil afectados por estos fuegos que han generado una emergencia en Sudamérica. Su responsabilidad es inspeccionar áreas dañadas por incendios y buscar el origen del fuego para reportar los datos a la Estación de Policía Ambiental. Dijo a BBC Brasil: “El incendio fue causado por problemas en la red eléctrica. Una empresa fue a realizar tareas de mantenimiento, encendió la energía, pero un corto inició el fuego”.
Si las cosas se hicieran de manera sustentable, con planificación adecuada y tomando en cuenta a las comunidades ancestrales que habitan el lugar, no tendríamos en este momento una pugna política que puede cobrar dimensiones más desorbitadas que el propio fuego que consume al Amazonas. En lugar de pensar en políticas de Estado que prevengan estas desgracias, tenemos una prueba de fuerza entre líderes indígenas y el gobierno de Bolsonaro.
El Sínodo amazónico puede hacer la diferencia
Los bosques aniquilados y las especies –flora y fauna- carbonizadas dan la razón a quienes vienen alertando, denunciando y sentenciando las consecuencias de arremeter contra los bosques -y el planeta- de manera inmisericorde. Y al papa Francisco, con su encíclica Laudato Si, logró dar visibilidad planetaria al drama en todo su alcance y llamar la atención sobre la prioridad moral que el problema plantea para salvar la “Casa Común”. Mientras la opinión pública internacional ha sido escandalosa mente tardía en reaccionar, el Papa puso el dedo en la llaga y recordó al mundo que se ha olvidado de que “la naturaleza es el libro abierto de Dios”.
La Amazonía, que nos ha mostrado su cara más dramática estos días, será el centro del próximo Sínodo de obispos y, el Sínodo, el centro hacia donde se dirigirá la atención del mundo. Si había razones de peso para abordar el tema, ahora hay imperativos morales que nos interpelan a creyentes y no creyentes. El suicida desmedro del bien común es moralmente inadmisible.