Noris Mercedes Díaz de Bustamante
Venezuela, uno de los países, más rico del mundo, en recursos naturales, variedad de climas, paisajes, tierras fértiles, costas marítimas, fluviales y lacustres; donde se encuentran las tierras más antiguas del mundo: el Macizo Guayanés y personas de calidad humana; gracias a la ubicación geográfica, que posee. Un país, como dice el sacerdote Alexander Mendoza, párroco de La Colonia Portuguesa en Venezuela: “donde todos los días son de playa”
A mediados del S.XX con el surgimiento de la Democracia, y la creación de los Ministerios y Empresas Públicas y Privadas, el florecimiento de la Ciencia, la formación de los grandes científicos y profesionales de la Medicina, los grandes hospitales y maternidades se logró erradicar la mortalidad infantil, la población venezolana alcanzó una expectativa de vida para finales del Siglo e inicio del XXI con una población de las “Personas Mayores” de 60 años inclusive personas centenarias.
Una de las Instituciones del Estado, era El Consejo Venezolano del Niño, presidido por la Dra. Clarisa Sanoja: siendo su principal misión, proteger a los niños abandonados. Había un Programa de Colocación Familiar, donde el niño o la niña, eran colocados en un hogar de papá y mamá y hermanos. Cada familia recibía un pago mensual, por cada uno de ellos. Esta experiencia si nos dedicáramos a compartirla, sería de muchos testimonios de vida actual; también había un departamento de adopciones, donde recibían los padres adoptivos El Taller de Adopción y los adoptantes también eran preparados para ello, dejando bien claro que el derecho a la Adopción es de los menores, a tener un padre y una madre.
Los niños y adolescentes, tenían una Ley que los protegía, que los integraba a la familia, que les brindaba valiosas oportunidades, no se veían niños abandonados y menos en la calle. Recientemente escuché decir a una doctora, que los retenes estaban llenos de recién nacidos, porque las madres no se llevaban a sus hijos.
Hoy, en la Venezuela que tenemos: destruida, llena de basura, de calles rotas, de miseria, de dolor, abandono total, jóvenes comiendo de la basura, para colmo vemos en las calles, niñas adolecentes embarazadas, o amamantando niños recién nacidos, con otros dos esperando que se desocupe para ellos también alimentarse. Esto no es una película de terror, es una escena en vivo, en las aceras del centro de Caracas. ¿Cómo será en los barrios, en los cerros…en el interior de la República?. Mientras tanto existen instalaciones construidas para niños y adolescentes, que las han invadido o las están engordando, para beneficio propio, de ¿quién?, no se sabe.
“Dejen que los niños vengan a mí. ¿Por qué se lo impiden?. El reino de Dios, es para los que se parecen a los niños y les aseguro que quien no reciba el Reino de Dios, como un niño, no entrará en él.” (Mc.10,14-15).