Ante el Sínodo: El reto de la conversión

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Mons. Fernando Chica, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO

Mons.  Fernando Chica, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO:  Este mes de octubre se está celebrando una Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica, con el lema «Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral». El Papa Francisco decidió que la reunión tuviera lugar en Roma, como muestra de que no se trata de un acontecimiento regional, sino de toda la Iglesia universal. Así pues, nos afecta a todos. Y a todos nos interpela, llamándonos a la conversión.

Como explícitamente dice el propio texto, el Instrumentum Laboris (en adelante, IL) del Sínodo, «se estructura en base a las tres conversiones a las que nos invita el Papa Francisco: la conversión pastoral a la que nos llama a través de la exhortación apostólica Evangelii gaudium (ver-escuchar); la conversión ecológica a través de la encíclica Laudato si’ que orienta el rumbo (juzgar-actuar); y la conversión a la sinodalidad eclesial mediante la Constitución Apostólica Episcopalis Communio que estructura el caminar juntos (juzgar-actuar). Todo ello en un proceso dinámico de escucha y discernimiento de los nuevos caminos por los que la Iglesia en la Amazonía anunciará el Evangelio de Jesucristo en los próximos años» (IL, n. 5).

Sin duda, la conversión juega un papel esencial en la vida cristiana. Desde el inicio de su misión, Jesús anuncia: «El reino de Dios está llegando. Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1, 14). Además de la conversión inicial, estamos llamados a seguir profundizando en ella, abiertos a una conversión permanente, cada vez más radical. Como dijo el Papa en su primera exhortación apostólica: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo» (EG, n. 3). Esta conversión continua, para volver una y otra vez al Señor Jesús, se despliega en varias dimensiones.

«También la Iglesia puede ser tentada de permanecer encerrada en sí misma, renunciando a su misión de anunciar el evangelio y de hacer presente el Reino de Dios. Por el contrario, una Iglesia en salida es una iglesia que se confronta con el pecado de este mundo del cual ella misma no es ajena» (IL, n. 100). «Por ello también la conversión ha de tener los mismos niveles de concreción: personal, social y estructural, teniendo presente las diversas dimensiones de relacionalidad. Se trata de una “conversión íntegra de la persona” que brota del corazón y se abre a una “conversión comunitaria” reconociendo sus vínculos sociales y ambientales, es decir, una “conversión ecológica”» (IL, n. 101). Quizá, una buena práctica a lo largo de estas semanas del mes de octubre, sea acoger todas las voces, propuestas e interpelaciones que nos lleguen desde el Sínodo, leyéndolas desde esta clave de conversión. ¿Qué pasos puedo dar, en el plano personal, para convertirme de un modo más auténtico? Y en el ámbito comunitario de mi parroquia, comunidad creyente, movimiento apostólico o grupo eclesial, ¿a qué conversión nos llama el Señor a través las voces sinodales? En tercer lugar, según nos dejamos interpelar por el grito amazónico y reconocemos que «la actual situación pide urgentemente una conversión ecológica integral» (IL, n. 44), ¿en qué se puede ir concretando esta invitación?

«El proceso de conversión a la que la Iglesia está llamada implica desaprender, aprender y reaprender” (IL, n. 102). Necesitamos “desaprender” lo que daña a la casa común y sus habitantes, en nuestros criterios y nuestras prácticas cotidianas. Es preciso también ganar en humildad para ‘aprender’ a ser parte y a vivir de un modo más responsable: Asimismo, se requiere “reaprender” a entretejer vínculos, dado que “todo está conectado» (Laudato Si’, n. 16) y que vivimos «en la crisis del compromiso comunitario» (Evangelii Gaudium, cap. 2).
«La conversión es presentada como un movimiento que va del pecado a la amistad con Dios en Jesucristo, por eso es parte del proceso de la fe» (IL, n. 103); pero, así como el pecado se muestra en diferentes dimensiones, también la amistad con el Señor Jesús presenta diversas facetas, como múltiples son las caras de su Único Rostro. «El anuncio de Jesucristo y la realización de un encuentro profundo con Él a través de la conversión y de la vivencia eclesial de la fe, supone una Iglesia acogedora y misionera que se encarna en las culturas» (IL, n. 105). Así pues, la conversión integral es, a la vez y entre otros aspectos, una conversión pastoral, ecológica y sinodal. Una conversión que resuena en los planos personal, comunitario y estructural, para que sea en verdad una conversión integral. En definitiva, «la escucha de la voz del Espíritu en el clamor de los pueblos amazónicos y en el magisterio del Papa Francisco, supone un proceso de conversión pastoral y misionera» (IL, n. 119). Por ello, «creemos que este kairos de la Amazonía, como tiempo de Dios, convoca y provoca, es un tiempo de gracia y liberación, de memoria y de conversión, de desafíos y de esperanza» (IL, n. 34). ¿Cómo podemos disponernos para dejarnos interpelar por esta dinámica sinodal y su llamada a una nueva conversión?