“Vayan y hagan de todos mis discípulos” (Mt. 28,19). Esta es la iluminación bíblica de la II Asamblea Nacional de Pastoral 2020, orientada a reforzar y renovar la dimensión misionera que tiene la parroquia, desde “una Iglesia en comunión”. Pero, ¿qué implica ir y hacer discípulos?
En primer lugar, ir significa reconocer un llamado, una invitación, una petición. Este llamado lo hace Jesús, directamente al corazón de cada cristiano, una misión que se nos confiere desde el bautismo. En segundo lugar, ir significa también responder a esta petición, en obediencia libre. Y ¿qué es, pues, obediencia libre? ¿No es acaso contradictorio? Más que contradictorio, es complementario. Se trata de responder al llamado tal como lo hizo María: “Hágase”. Es unir la propia voluntad a la voluntad de Dios; el propio querer, al querer de Dios; es amar al otro como Dios ama a cada uno de sus hijos. Una obediencia libre es aquella en la que el hombre elige, voluntariamente, hacer suyo el deseo de construir el Reino de Dios en la Tierra y compartir la misión de Cristo: donarse para amar. Es esta obediencia libre la que da vida a la verdadera humildad.
Ir es salir de la “zona de confort”. Reconocer la amplitud de la Iglesia, lo grande del pueblo de Dios y del pueblo que aún no conoce a Dios. Por ello, hacer discípulos es entender a la parroquia como algo más que el grupo o apostolado de servicio, e incluso, más que los fieles que acuden a la Santa Misa cada domingo.
La parroquia es la comunidad, aquellos que están alrededor del templo, geográficamente cerca de las gracias que allí se manifiestan, pero espiritualmente lejos de conocerlas, de sentirse parte del pueblo de Dios. La parroquia también es el vecino que aún no participa de los sacramentos, es el joven que aún no se anima a formar parte del grupo juvenil, el anciano que tiene fe pero no tiene ya fuerzas para acudir al templo. Es incluso aquél que “cree en Dios, pero no en la Iglesia”; ese necesita redescubrir el llamado y comprender que la Iglesia no es una estructura ajena, sino que también es Iglesia y puede hacer la diferencia participando activamente en ella. Porque, son justo estas personas las que necesitan que la Iglesia acuda a ellos, para que puedan conocer desde el espíritu, el mensaje de salvación e incorporarse al cuerpo místico de Cristo.
Hacer discípulos es compartir con otros el llamado que una vez reconocido y respondido, es testimoniado desde la fe, con acciones concretas, tangibles. ¿Y por qué no hacer discípulo al prójimo, al que “está más próximo”? ¿Por qué no asumir el reto de ser profetas en la propia comunidad?
La Asamblea Nacional de Pastoral invita al pueblo de Dios que hace vida en Venezuela, a descubrir en la parroquia una tierra de misión, que va más allá de límites y estructuras del templo, para adentrarse en la comunidad, encontrarse con el vecino, el prójimo, con aquellos que pertenecen al territorio pastoral pero aún no acogen la Buena Noticia, que sólo conocerán desde el testimonio de quienes han decidido responder el compromiso al que invita Jesús: ir y hacer a todos sus discípulos.
Prensa CEV