El P. Leandro Bonnin, sacerdote argentino conocido por su defensa férrea de la vida del niño por nacer y de la familia, explicó tres razones fundamentales por las que el celibato es valioso para la vida de la Iglesia latina; pero además, por qué es poco comprendido en el ambiente secular y de qué manera puede cumplirse cabalmente para que sea valorado.
En una entrevista concedida a ACI Prensa, el P. Bonnin dijo que para conocer el valor del celibato primero debe explicarse su significado; indicó que si bien ser célibe quiere decir “no contraer matrimonio”, significa “mucho más”.
“Es un carisma concedido a algunos miembros de la Iglesia y un llamado a consagrar completamente la propia vida a Dios –en primer lugar– y a la Iglesia, haciendo de la propia vida un don completo de sí mismo”, dijo, y añadió que “el celibato no es negación, sino afirmación de la realidad y la primacía de Dios y de la libertad humana como capacidad de la persona de donarse a sí misma”.
Tres razones de por qué el celibato es tan valioso para la Iglesia latina
El sacerdote de la provincia argentina de Entre Ríos y autor de varios libros, dijo que la primera razón es que el celibato “es, ante todo, una imitación del estilo de vida de Jesús, quien de manera célibe vivió su entera misión entre nosotros”.
“Si el sacerdote ha de representar a Cristo Pastor, Cabeza y Esposo de la Iglesia, parece muy conveniente que lo haga con su misma opción vital”, aseguró.
En segundo lugar, dijo que es valioso “porque le permite vivir con una disponibilidad mucho mayor su servicio a la Iglesia en su conjunto”.
“La vocación matrimonial es un camino de santidad tan hermoso como exigente. Personalmente no sé cómo alguien puede compatibilizar las dos vocaciones, ya que ambas suponen una entrega muy honda y demandante. Yo sería incapaz de hacerlo: o descuidaría una, o haría mal ambas”, acotó.
En tercer lugar, afirmó que el celibato es valioso por “su dimensión escatológica”, es decir “por ser un signo que remite a ‘los últimos tiempos’”.
“En el Cielo todos estaremos ‘consagrados’ completamente a Dios, le perteneceremos a Él sin mediaciones. El célibe –al igual las mujeres que viven la virginidad consagrada– anticipan en este mundo lo que todos viviremos después de la muerte: la completa pertenencia a Dios”, afirmó el sacerdote.
En otro momento de la entrevista, el P. Bonnin recordó que la Iglesia Católica –como lo explica el Catecismo– también respeta las tradiciones de las Iglesias orientales “en las cuales son ordenados válidamente también hombres casados, aunque solo para el diaconado y el presbiterado”.
“No obstante, e incluso en medio de enormes presiones –visibles especialmente desde la época inmediatamente posterior al Vaticano II– se ha reafirmado el gran valor profético que el celibato encierra, especialmente en nuestros tiempos. Valor profético significa que la misma existencia de un varón sacerdote célibe es una palabra de Dios dicha al mundo actual, una palabra que –ciertamente– molesta y genera incomodidad, y por ello suele ser atacada”, describió.
Incomprensión del celibato y presión para que sea abolido
El P. Bonnin comentó que es necesario comprender que el celibato no significa “represión del impulso sexual”, la “negación de la masculinidad” o la “renuncia a ser padres”, sino que “es una forma –la que eligió Cristo– de orientar el impulso sexual –como fuerza vital que nos ‘saca’ de nosotros mismos– a la gloria de Dios y al servicio de la Iglesia”.
“Toda la fuerza de la masculinidad y sus valores intrínsecos son orientados por el sacerdote célibe al servicio de la comunidad eclesial. Así, el sacerdote vive de un modo sublime la vocación a la paternidad, dando vida a través de la donación de sí”, comentó.
En otro momento el P. Bonnin remarcó que el “impulso sexual proviene del mismo Dios”, según expone San Juan Pablo II en su Teología del Cuerpo.
“Ese impulso sexual revela que somos seres incompletos y hemos sido creados para la comunión, con la capacidad y la necesidad de darnos, a imagen de las divinas personas”, dijo.
No obstante, también recordó que el “pecado original ha dejado una profunda herida en todo el ser humano, también en la dimensión de la sexualidad”. “Eso hace que la dimensión nupcial se desfigure y pervierta en la búsqueda egoísta del placer y la autoafirmación”, explicó.
A pesar de aquellas falencias, el presbítero recordó que el ser humano “no está totalmente corrompido”, sino que también puede valerse de la “gracia” de Cristo para redimir el “impulso sexual y orientarlo a la donación generosa, sea en la vocación matrimonial, sea en la consagración a Dios y a la Iglesia”.
En otro punto de la entrevista el P. Bonnin criticó a aquellos que opinan que el celibato debe ser abolido como solución para evitar el abuso sexual clerical o casos de sacerdotes que buscan una pareja sentimental.
Sobre el tema del abuso sexual infantil por parte del clero, declaró que todo sacerdote “sabe lo que cualquier perito en el tema afirma”: Que “la inmensa mayoría de los abusos contra menores se dan en el contexto intrafamiliar”.
No obstante, aseguró que “cuando un sacerdote que había hecho públicamente promesa de celibato atenta contra un menor, está claro que no es a causa del celibato –el cual en la mayoría de los casos ya no se vivía en su verdadera dimensión desde hace años– sino como resultado de desórdenes afectivos graves, de un proceso de deterioro humano y espiritual progresivo y severo, y/o de una prepotencia y abuso de poder que concluye en el ámbito de la sexualidad”.
Sobre aquellos que abandonan su ministerio por haber iniciado un vínculo afectivo con una mujer, dijo que “en algunos casos la vocación no era auténtica, pero lamentablemente la persona llegó a ordenarse”; mientras que en otros casos hubo “una deficiente formación en los seminarios”.
“Algunos sacerdotes han perdido paulatinamente la fe, y el abandono del ministerio es solo la última consecuencia del vaciamiento de su mirada sobrenatural: no tiene sentido vivir consagrado a algo que no existe”, añadió.
El P. Bonnin también cree que hay “sacerdotes con auténtica vocación y buena formación” que “han ido perdiendo, poco a poco, el fervor, la vida interior, la alegría del ministerio”.
“Las frustraciones y fracasos propios de la vida sacerdotal lo han golpeado y en esos momentos –donde el amor a Cristo debía ser el estímulo para recomenzar– han encontrado o buscado compensar su sensación de vacío en un vínculo afectivo”, dijo.
Finalmente, comentó que, al prestar atención, se puede ver que la “dinámica es muy similar a la de una crisis matrimonial”, y por lo tanto, los sacerdotes casados también “podrían experimentar crisis similares si pierden el centro: el llamado de Jesús y la fuerza de su Gracia”.
Cómo ser fiel al celibato
El P. Bonnin explicó que para que un sacerdote sea fiel al celibato “la primera clave es no confiar en nuestras propias fuerzas”, sino “en la fuerza de la Gracia de Dios”.
“Eso se traduce en una intensa vida de oración y en una necesaria prudencia en las relaciones interpersonales”, aseguró.
Otra clave, dijo, es ser “humildes y no exponernos a situaciones donde el corazón y la sensibilidad pueden desordenarse”.
También resaltó la importancia de la “fraternidad sacerdotal y la humildad para saber detectar si el fervor se va enfriando y en el horizonte pueden aparecer otras opciones diversas a las que uno hizo al ordenarse”.
El sacerdote considera, además, que “la sana amistad con laicos y familias –la propia y las de la comunidad– otorgan un soporte afectivo valiosísimo”.
“Y es muy importante también el cultivo de la intimidad con María Santísima, quien le regala al sacerdote una experiencia hermosa no solo de maternidad sino también del descubrimiento y la valoración de lo femenino como fuente de vida”, añadió.
Al término de la entrevista, el P. Bonnin reconoció que “los sacerdotes debemos hacer un mea culpa muy sincero”.
“El mundo no cree en el celibato no solo por los casos de abuso o infidelidad, no solo porque sea como una ‘provocación’ a una sociedad hedonista y pansexualista, sino porque los sacerdotes algunas veces no nos mostramos alegres en nuestra consagración”, subrayó.
En ese sentido, cree que si los presbíteros tienen mal trato con los demás, no sonríen, se critican unos a otros, nunca están disponibles, no atienden confesiones o enfermos, son ambiciosos, etc., “entonces está claro que el mundo no puede concebir el celibato como una riqueza”, sino solo queda “pensar que somos unos ‘pobres tipos’”.
“Si, por el contrario, nos ven contentos, seguros, entusiastas, serenos, orantes, apasionados con lo que hacemos… aunque no logren entender, van a valorar esta opción de vida, porque en nuestros rostros resplandecerá el gozo de la entrega”, concluyó el P. Bonnin.
ACI Prensa