En alusión a la lectura del Evangelio del día que narra el inicio del ministerio público de Jesús y su gran anuncio “Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca”, el Papa Francisco recordó a la hora del rezo del Ángelus, que para lograr una conversión de vida, debemos encontrarnos verdaderamente con el Señor, “escuchar su llamada, dejar todo inmeditamente y seguirlo”. ¿Cómo se hace esto? Abandonando el camino del egoísmo, del mal y del pecado, tal como hicieron sus primeros discípulos, los primeros mensajeros de la Palabra de Dios.
El 26 de enero, tras haber celebrado en la Basílica del Vaticano la Santa Misa del domingo de la Palabra de Dios, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.
“Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca”
Comentando el Evangelio de hoy (cf. Mt 4,12-23) que relata el comienzo de la misión pública de Jesús en Galilea, “una tierra en las afueras de Jerusalén y mirada con recelo debido a su mezcla con los paganos porque de esta región no se esperaba nada bueno”, el Santo Padre destacó el núcleo central del mensaje que allí predicaba el Maestro: “Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca” (v. 17), lo que se traduce como una invitación “a cambiar de vida”.
Abandonar el camino del egoísmo, del mal y del pecado
“Con la venida de Jesús, luz del mundo, Dios Padre mostró a la humanidad su cercanía y amistad”, añadió Francisco subrayando que estos dones nos fueron entregados “gratuitamente más allá de nuestros méritos”. En este sentido, el Pontífice puntualizó que la llamada a la conversión, “que Jesús dirige a todos los hombres de buena voluntad”, se comprende plenamente a la luz del acontecimiento de la manifestación del Hijo de Dios.
Sin embargo, no siempre es fácil lograr este cambio de vida, ya que para ello hay que “abandonar el camino del egoísmo, del mal y del pecado” y esto es posible si el compromiso de conversión se centra “en Cristo y su Espíritu, y no sólo sobre nosotros mismos y en las propias fuerzas”.
Abrirnos a la misericordia del Padre
Al respecto, el Santo Padre pone en guardia sobre el hecho de que nuestra adhesión al Señor “no puede reducirse a un esfuerzo personal”, sino que debe expresarse en una apertura confiada del corazón y de la mente para recibir la Buena Nueva de Jesús, “abrirnos a la misericordia del Padre y a dejarnos transformar por la gracia del Espíritu Santo”.
“Aquí es donde comienza un verdadero camino de conversión. Precisamente como sucedió con los primeros discípulos: el encuentro con el divino Maestro, con su mirada, con su palabra, les dio el impulso para seguirlo, para cambiar vida poniéndose concretamente al servicio del Reino de Dios”.
Imitemos a los primeros mensajeros de la Palabra de Dios
El Papa concluyó haciendo hincapié en que el encuentro sorprendente y decisivo con Jesús “dio inicio al camino de los discípulos, transformándolos en anunciadores y testigos del amor de Dios por su pueblo”, y lanzó una invitación: que cada uno de nosotros imite a los primeros mensajeros de la Palabra de Dios, “dando pasos en las huellas del Salvador, para ofrecer esperanza a los que tienen sed de ella”. Todo esto, buscando siempre la intercesión de la Virgen María.
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