En 2003 fue acusado de violación y acudir a la parroquia fue su gran “punto de inflexión”
Salvó su matrimonio y, desde entonces, la humildad y la pasión por su familia fueron sus pilares
Desde que se conociera la noticia hace unas horas, el mundo entero (no solo el apasionado por el baloncesto) se encuentra sobrecogido: ha muerto Kobe Bryant, uno de los indiscutibles iconos de nuestro tiempo. Y lo ha hecho con apenas 41 años y junto a su hija de 13 años, Gianna (llamada a seguir sus pasos en su deporte), así como con otras siete personas, tras un trágico accidente de helicóptero en la localidad californiana de Calabasas.
Mientras se suceden los homenajes por el cinco veces campeón de la NBA con Los Ángeles Lakers (especialmente emotivo el de su “hermano pequeño”, Pau Gasol, quien se ha declarado “devastado” a través de su cuenta de Twitter) y se recuerdan sus gestas (como la que protagonizó el 22 de enero de 2006, cuando anotó 81 puntos ante los Raptors), muchos apelan a la clave de su éxito: su arrebatada pasión en las canchas y el amor por su familia (estaba casado y era padre de cuatro hijas).
Siempre se declaró inocente
En este último ámbito, en 2003, tuvo que pasar por su particular desierto, cuando, al poco de contraer matrimonio con Vanessa Laine y de nacer su primera hija, fue acusado de violación por una mujer en Colorado. Él reconoció la relación, pero siempre defendió que no fue forzada. Al final, acabaron llegando a un acuerdo y no tuvo que afrontar un juicio.
En esa gran prueba vital, como el mismo Bryant reconoció años después en una entrevista con GQ, ayudó mucho su fe católica y, en concreto, su relación con un sacerdote amigo: “Lo único que realmente me ayudó durante ese proceso –soy católico, fui criado católico, mis hijas son católicas– fue hablar con un sacerdote”.
Un consejo determinante
“De hecho –detalló–, fue algo gracioso: él me mira y dice: ‘¿Lo hiciste?’. Y yo digo: ‘Por supuesto que no’. Entonces, me pregunta: ‘¿Tienes un buen abogado?’. ‘Uh, sí, él es fenomenal’, le contesto. Así que, entonces, él dice: ‘Déjalo ir. Sigue adelante. Dios no te va a dar nada que no puedas manejar, y estás en sus manos ahora. Esto es algo que no puedes controlar’”.
Esa conversación fue el gran “punto de inflexión” en su vida, pues, desde entonces, trató de rehuir de la cara más empobrecedora de la fama y adoptó una actitud más humilde, centrado en salvaguardar a su familia. En 2011, cuando su mujer llegó a solicitarle el divorcio, él no se rindió (como jamás hizo en la cancha) y, a los dos años, anunciaron públicamente que la demanda se retiraba. En esa decisión de perseverar habría sido clave la pertenencia del matrimonio a una parroquia californiana.
Compromiso social
Estos últimos años, ya retirado, Bryant, quien nació en Italia y vivió allí sus primeros años (lo que marcó su pasión por la cultura europea y, seguramente, también su fe católica), impulsaba una fuerte acción social con personas sin hogar y, a través de su campus, ayudaba a todo tipo de jóvenes transmitiéndoles los valores del deporte (y de la vida) que a él tanto le ayudaron a superarse cada día.
La Mamba Negra se ha ido demasiado pronto. No hay duda de que es eterno a ojos de los hombres, como lo es todo aquel con capacidad de emocionar al otro. Oraciones tampoco van a faltar para que, quien ha cerrado los ojos para siempre, salga caminando también del desierto definitivo.
Nueva Vida