A un año del Encuentro sobre la Protección de Menores en la Iglesia, hacemos el punto sobre los trabajos llevados adelante en América Latina con Monseñor Luis Manuel Alí Herrera, Obispo Auxiliar de Bogotá y miembro de la Comisión de Protección de Menores.
Responsabilidad, rendición de cuentas, transparencia. Fueron palabras que resonaron un año atrás en el Vaticano en el Encuentro querido por el Sumo Pontífice para tutelar a los más vulnerables de los abusos por parte de miembros del clero. Se trató de un meeting en el que los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo, o sus representantes, se pusieron en actitud de escucha y discernimiento ante un tema que causa dolor e indignación en todo el mundo. Los pastores de la Iglesia renovaron el compromiso de llevar adelante gestos concretos que terminen para siempre con este flagelo. ¿Cuáles pasos se han dado en América Latina? ¿Son suficientes? A Monseñor Luis Manuel Alí Herrera, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, nos dirigimos para tener la visión general del camino realizado.
El año pasado hablamos sobre los frutos que usted esperaba del encuentro. Habló primero de la necesidad de “poner un acelerador”, es decir, que todas las conferencias episcopales sientan el tema como prioritario y urgente. ¿Se ha plasmado esta aceleración tras el encuentro?
En este año sí he percibido unas respuestas más contundentes y eficaces en todas las conferencias episcopales de Latinoamérica y el Caribe. Ciertamente algunos países van más avanzados que otros, adquiriendo un liderazgo en toda la región, pero en general hemos percibido, desde la Comisión Pontificia y desde el trabajo que ejerzo en esta parte de Latinoamérica y el Caribe, una celeridad en todas las respuestas que han realizado las circunscripciones eclesiásticas. De igual manera percibo esa preocupación por las comunidades de vida consagrada regional.
Pasos cumplidos y por cumplir
El también auxiliar de Bogotá pone énfasis en la labor realizada por los agustinos recoletos, por ejemplo, quienes “han retomado todas las iniciativas y las propuestas” centrándose “no solamente en una provincia sino en toda la presencia que tienen en las regiones latinoamericanas y de El Caribe”. Y sin duda alguna, añade, “una de las instituciones líder en toda la región, es el Centro de investigación y formación interdisciplinar para la protección del menor (CEPROME), de la Universidad pontificia de México”, quienes en el año ofrecieron cursos de prevención en ambientes eclesiales a todas las circunscripciones eclesiásticas latinoamericanas. En el mes de noviembre, CEPROME organizó el primer congreso latinoamericano sobre este tema con la presencia del cardenal Blase Cupich de Chicago, Monseñor Charles Scicluna, del padre Hans Zollner, el periodista Juan Carlos Cruz y el mismo Monseñor Alí, entre otros. El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) también está comprometido en este frente: tras el primer curso en el mes de octubre en Bogotá, se preparan para realizar dos talleres, uno en el mes de marzo en Lima, y el otro en el segundo semestre, en octubre, en San José de Costa Rica, para los obispos encargados de protección de menores y de formación permanente del clero en cada una de las conferencias episcopales nacionales. Monseñor Alí hace presente también el seminario que tendrá lugar en Caracas, organizado por la conferencia de religiosas y religiosos y la Conferencia Episcopal de Venezuela, a partir de la próxima semana, en el que asistirán expertos laicos y eclesiásticos que ya trabajan en el área, en diversas instituciones y universidades de América Latina, Europa y el Vaticano.
Las conferencias episcopales
Hay un “trabajo dinámico en todas las circunscripciones eclesiásticas” en relación a las Líneas Guía y documentos destinados a la atención en presuntos casos de violencia sexual en ambientes eclesiales, señala el Obispo. Entre los temas que han trabajado las conferencias episcopales Mons. Alí subraya “los protocolos de prevención y atención a las víctimas”, “los procesos canónicos más diligentes”, “la formación de las comisiones pontificias y de las oficinas para el buen trato”. En efecto, el año pasado, refiere, se llevó a cabo el monitoreo y constatación de la apertura de “varias comisiones nacionales y consejos diocesanos regionales, también de algunas comunidades religiosas a lo largo y ancho del continente, y de oficinas para el buen trato”. Además “todos los países del continente latinoamericano y El Caribe han comenzado a actualizar sus líneas guías”, algunos de ellos “son líderes en esta materia”, “sobre todo México, que es el primer país que he tenido conocimiento que han hecho una muy seria actualización de sus líneas guías, seguido de Chile, Argentina y otros”. Tanto las conferencias episcopales como las provincias regionales, están trabajando en forma particular en la propuesta formativa y de prevención, y en un modo muy claro en la responsabilidad de la atención a las víctimas. Y “no pocas circunscripciones eclesiásticas, entre ellas la de Colombia”, no han querido hacer una redacción definitiva de las líneas guía. En su lugar, está vigente el documento llamado “Ruta de Atención” en presuntos casos de violencia sexual en ambientes eclesiales, “porque la jurisprudencia canónica el año pasado – precisa– fue muy rica con los Motu Propio del Papa Francisco y el rescripto del mes de diciembre, que tiene que ver con el secreto pontificio”. Este año, añade, “estamos esperando la impresión definitiva del vademécum que está realizando la Congregación de la Doctrina de la Fe, y la impresión definitiva de la última redacción que se hizo al Libro VI de penas del Código Derecho Canónico, pues sabemos que todo esto también nos va ayudar para actualizar cada vez más nuestras líneas guías”.
¿Las víctimas han sentido la respuesta de la Iglesia?
Yo opino que la realidad de las víctimas es tan compleja que nunca podemos decir que hemos hecho lo suficiente. Confieso y lo hago a título personal, que pienso que nos falta muchísimo todavía. Se han hecho caminos, se han hecho procesos, pero falta todavía un cambio de mentalidad, y también falta una metodología de acompañamiento espiritual – psicosocial integral a las víctimas, y por eso en muchas de ellas se siente el reclamo de que no se percibe una respuesta efectiva y eficiente de la Iglesia. Sin duda alguna se han realizado iniciativas muy interesantes de oficinas para atención a las víctimas. Hay un cambio en algunos de nuestros hermanos y nuestros pastores sobre esta problemática, sobre la situación de las víctimas sobrevivientes. Se conoce más esta realidad, pero sin duda todavía se percibe una mentalidad defensiva, y es necesaria una mentalidad más proactiva.
Una mentalidad proactiva y solidaria
Una mentalidad más proactiva que estimule un sistema de solidaridad entre las distintas instancias eclesiales, puesto que, como explica el prelado, “montar una oficina para la protección de los menores, una oficina para el buen trato, es algo muy técnico, que implica todo un trabajo interdisciplinar, y que está supeditado por la realidad de tantas circunscripciones eclesiásticas en Latinoamérica y el Caribe que no tienen los medios suficientes”. Tal es así que Monseñor Alí Herrera pone énfasis en el “sentido de solidaridad” necesario entre las mismas diócesis, arquidiócesis, congregaciones religiosas, porque “es imposible montar las oficinas que trabajen de modo eficiente en algunas partes donde no hay recursos ni humanos ni económicos”.
Alcanzar a todos
Y porque las violencias causadas a los menores repercuten no sólo en las víctimas, sino en la comunidad toda, el Obispo concluye con una imagen la entrevista, que ayuda a comprender la amplitud del alcance que debe tener la Iglesia para afrontar eficazmente este flagelo:
A mi modo de ver yo siempre veo la realidad de las víctimas sobrevivientes como esa imagen de las ondas expansivas: sí, se ha comenzado ya a acompañar a las víctimas, a sus familias, pero son ondas expansivas, es decir, es necesario también hacer un acompañamiento a las comunidades parroquiales y a las comunidades de fieles que se ven impactadas por estas situaciones. También, y es una experiencia personal que quiero compartir, en estos últimos meses he podido acompañar a familiares de victimarios, de algunos clérigos victimarios cuyas familias han sufrido por esta situación, y siento que también ellos son víctimas de esta realidad, que sufren, que padecen emocionalmente, espiritualmente, y tienen que ser acompañadas.
Por eso esa imagen de las ondas expansivas me parece muy gráfica para describir esta realidad de las víctimas sobrevivientes de abusos sexuales en contextos eclesiales, que tienen que ser acompañadas, asistidas, fortalecidas en su fe y acompañadas también en sus procesos de sanación integral y de resiliencia. Insisto: en resumen creo que se ha hecho, pero todavía no lo suficiente y necesitamos hacer más.
Vatican News