La Comisión Teológica Internacional ha profundizado en el estudio sobre La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental. El documento, fruto del debate, reflexión y análisis, se hace público este 3 de marzo, después de cinco años de labor.
El texto fue aprobado en la Sesión Plenaria de la Comisión el año pasado y luego, autorizado para su publicación por el Papa Francisco el 19 de diciembre de 2019.
Estructura del documento
El documento, estructurado en cinco capítulos, se centra en el hecho de que la reciprocidad entre la fe y los sacramentos está en crisis en la práctica pastoral actual. El capítulo 2 es donde se desarrolla el planteamiento central, el argumento teológico en el que se realiza la reciprocidad entre la fe y los sacramentos. El argumento está articulado en torno a tres planteamientos fundamentales: 1) la revelación de Dios y la historia de la salvación poseen un tenor sacramental, por la máxima importancia debida a la Encarnación; 2) esta revelación sacramental está ordenada a la comunicación de la gracia divina a la persona humana: es dialógica; 3) por lo tanto, la fe cristiana, como respuesta a una revelación sacramental, es de carácter sacramental.
Finalidad del documento
El texto plantea que su razón de ser es: «Nos proponemos poner de relieve la esencial reciprocidad entre fe y sacramentos, mostrando la mutua implicación entre fe y sacramentos en la economía divina. De este modo esperamos contribuir a superar la fractura entre fe y sacramentos allí donde se dé, en su doble vertiente: ya sea una fe que no sea consciente de su esencial sacramentalidad; ya sea una praxis sacramental realizada sin fe o cuyo vigor plantee serios interrogantes con relación a la fe y la intención fiducial que la práctica de los sacramentos requiere» (n. 10).
Jesucristo, cauce efectivo de la salvación de Dios
El capítulo 1 plantea que «La humanidad de Jesucristo es cauce efectivo de la salvación de Dios. Sin embargo, esta eficacia no reviste un carácter automático; requiere un contacto adecuado con ella: humilde, suplicante, abierto al don[1]. Todas estas actitudes desembocan en la fe, como el medio más apto para recibir la oferta de salvación». El texto continúa afirmando que en los sacramentos se actualiza la fuerza sanadora que emana del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, para sanar de la herida del pecado y dar la nueva vida en Cristo» (n. 1).
En este capítulo se constata que entre fe y sacramentos hay una reciprocidad en crisis, que se manifiesta en la disociación entre la fe y los sacramentos. Las razones, afirma el documento, son diversas: filosóficas, culturales, planteamientos nuevos desde las ciencias, distorsiones en la vivencia de la fe, como el ateísmo, el paradigma tecnocrático (n. 3-7). También se plantean algunos fallos pastorales que descuidan, por ejemplo, la importancia de los sacramentos en la construcción de la comunidad cristiana: «no pocos católicos se han hecho a la idea de que la sustancia de la fe radica en vivir el evangelio, despreciando lo ritual como ajeno al corazón del evangelio y, consecuentemente, ignorando que los sacramentos impulsan y fortalecen la vivencia intensa del mismo evangelio. Se apunta, pues, hacia la necesidad de una articulación adecuada de martyría, leitourgía, diakonía y koinonía» (n. 8).
Celebrar un sacramento sin fe carece de sentido
En el capítulo 2 se plantea el trasfondo teológico desde el que se abordará la problemática de la interrelación entre fe y sacramentos. «Este capítulo ilustra que una celebración de un sacramento sin fe carece de sentido por contradecir la lógica sacramental que vertebra la economía divina, que es constitutivamente dialogal» (n. 11).
Entre algunas de sus conclusiones, el capítulo 2 afirma: «En el caminar del creyente, la fe se va modulando y expresando en las diversas situaciones de la vida, acompañada por los diversos sacramentos que la Iglesia ofrece para la vida cristiana a lo largo del peregrinaje terreno» (n. 79 a).
El documento, resalta también que «La sacramentalidad propia de la fe comporta siempre un dinamismo misionero», pues «Nadie recibe los sacramentos en exclusiva para sí mismo, sino también para representar y fortalecer la Iglesia, que, como medio e instrumento de Cristo (cf. LG 1), ha de ser testigo creíble y signo eficaz de la esperanza contra toda esperanza testificando para el mundo la salvación de Cristo, sacramento de Dios por antonomasia. Así, por la celebración de los sacramentos y la vivencia adecuada de los mismos el Cuerpo de Cristo se robustece» (n 79 d).
Acercamiento a los sacramentos de iniciación
En el capítulo 3, el documento ofrece «unos criterios para dilucidar cuál es la fe que se precisa para la celebración de cada uno de los sacramentos de la iniciación». Estos son: el bautismo, la confirmación y la eucaristía. Para profundizar en su aporte, plantea la siguiente metodología: «(1) el fundamento bíblico principal; (2) la correlación entre dicho sacramento y la fe adecuada para la celebración del mismo; (3) la problemática que se presenta hoy en día en torno a dicha correlación; (4) la iluminación a partir de momentos señeros y escogidos de la Tradición; y, a la luz de la reflexión precedente sobre el puesto de la fe en la celebración del sacramento, (5) una propuesta teológica en orden a la pastoral acerca de la fe necesaria para la celebración de cada sacramento».
Interrelación fe y sacramentos. El caso del matrimonio
La reciprocidad entre la fe y los sacramentos ha sido discutida durante muchos años, particularmente en el caso del matrimonio. Benedicto XVI y Francisco se han cuestionado sobre la validez de muchos matrimonios celebrados en la iglesia por costumbre o tradición, pero sin la verdadera fe.
El capítulo 4 del documento se detiene «en una cuestión que la reciprocidad entre fe y sacramentos no podía dejar de lado: la dilucidación de si la unión matrimonial entre «bautizados no creyentes» se ha de considerar sacramento».
El capítulo 5 plantea que «la Iglesia misma presta un servicio para todos: es el medio y el instrumento que proclama la presencia en la historia del designio universal de la salvación en Jesucristo. Cada cristiano participa en esta misión eclesial, que cada sacramento refuerza a su modo. En cada sacramento se da una recepción del don de Dios, una configuración con Cristo y una misión eclesial para la vida del mundo» (n. 183).
Lo que se propone, afirma el documento, es una delicada tarea para los pastores y para todos los agentes implicados en la pastoral matrimonial, para ayudar a los futuros cónyuges a crecer en su fe hacia lo que significa el matrimonio.
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