El Papa Francisco lamenta las críticas contra la labor social de la Iglesia

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Papa Francisco

El Papa Francisco lamentó las críticas contra aquellos que se entregan al servicio a los más necesitados. Críticas que, según señaló, son como las de los fariseos y escribas a Jesús por reunirse con publicanos y pecadores.

“También hoy se critica a gente de Iglesia, a aquellos que se acercan a las personas necesitadas, a las personas humildes, a las personas que trabajan, que también trabajan por nosotros”.

El Papa celebró este sábado 14 de marzo la Misa en Casa Santa Marta, donde comentó el fragmento del Evangelio en que Jesús recibía las críticas de fariseos y escribas por conversar y comer con publicanos y pecadores. Entonces, Jesús les respondió con la parábola del Hijo Pródigo.

En la parábola se narra la historia de un padre y sus dos hijos. El menor decide marcharse de casa y le pide al padre su parte de la herencia. Pasa el tiempo y el dinero, malgastado en vicios, se acaba y decide regresar a su casa, aunque sea como un criado. Sin embargo, cuando el padre lo ve a lo lejos, sale a su encuentro, lo viste con las mejores ropas y le organiza una gran fiesta de bienvenida.

Cuando el hijo mayor, que estaba en las tierras trabajando, regresa a la casa y se entera del regreso de su hermano y del recibimiento que le ha dado su padre, se indigna y se niega a entrar.

Entonces, el padre sale, nuevamente, al encuentro de su otro hijo para que entre, pero él no comprende el recibimiento que se le da a su hermano después de haber despreciado a su padre y no quiere participar de la fiesta.

Todo este episodio describe una serie de actitudes, la de los publicanos y pecadores que escuchan a Jesús, la de los escribas y fariseos que critican, la del hijo que desprecia a su padre y luego regresa pidiendo perdón, la del hermano que no perdona a su otro hermano, y la del padre que sale al encuentro de sus dos hijos.

De los primeros, de los pecadores, el Papa destacó que “se le acercaron en silencio, no saben qué decir, pero su presencia dice muchas cosas, querían escuchar”.

“La gente siente que tiene necesidad de salvación. La gente necesita un guía, un pastor: ‘Necesito encontrar a mi Señor, que me colme’. Y la gente se acerca a Jesús porque ve en Él un pastor, porque necesita ayuda para caminar en la vida”.

En cambio, “la gente de la ley, ¿qué es lo que dicen? Critican. ‘Murmuraban’, dice el Evangelio, tratando de destruir la autoridad que tenía Jesús con la gente. Esta es la gran escusa: ‘Come con los pecadores, es un impuro’”.

“Los doctores sienten suficiencia: ‘Hemos ido a la universidad, he hecho un doctorado, no, dos doctorados. Sé muy bien lo que dice la ley. De hecho, conozco todas las explicaciones, todos los casos, todas las actitudes’. Se sienten suficientes y desprecian a la gente, desprecian a los pecadores”.

Esa misma actitud es la que describe Jesús en la parábola del Hijo Pródigo: “El hijo dice al padre: ‘Dame el dinero y me marcho’. El padre se lo da, pero no dice nada, porque es padre”.

“Un padre sabe sufrir en silencio”, recordó Francisco. “Un padre deja pasar los malos momentos. Muchas veces, la actitud de un padre es de ‘hacerse el tonto’ ante los errores de los hijos”.

A su vez, “el otro hijo reprocha al padre: ‘Has sido injusto’, dice”. “El joven siente necesidad de comerse el mundo, de ir más allá, de salir de casa, allí vive como en una prisión y eso suficiente para decirle al padre: ‘Dame lo que me corresponde’. Siente valentía, fuerza”.

En cuanto al padre, “siente dolor, ternura y mucho amor. Luego, cuando el hijo dice esas otras palabras una vez que toma conciencia de lo que ha hecho, ‘me alzaré e iré donde mi padre’, encuentra al padre que lo espera, lo ve a lo lejos. Un padre sabe esperar los tiempos de los hijos”.

Y el hijo mayor, ¿qué siente al ver la actitud de su padre hacia su hermano que se ha mostrado irrespetuoso hacia su padre e inmoral? “Dice el Evangelio: ‘Se indignó’, se siente despreciado”.

El problema del hijo mayor, explicó el Santo Padre, “es que él estaba en casa, pero no se daba cuenta de lo que significaba vivir en casa: cumplía con sus deberes, hacía su trabajo, pero no comprendía lo que era una relación de amor con el padre”.

Dice el Evangelio que “‘el hijo se indignó y no quería entrar’. ‘¿Acaso esta ya no es mi casa?’, pensó. Lo mismo que los doctores de la ley. ‘No hay orden, este pecador vino aquí y le han hecho una fiesta. ¿Y yo?’. El padre le dice la palabra justa: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo’. Y de eso, el hijo no se había dado cuenta. Vivía en casa como si viviese en un hotel, sin sentir la paternidad”.

En ese sentido, el Papa lamentó que en la Iglesia “hay demasiados ‘inquilinos’ que se creen los patrones”.

“Es interesante, el padre no dice ninguna palabra que regresa del pecado, solo lo abraza, lo abraza y le hace una fiesta. Ante el otro debe explicarle, para entrar en su corazón. Tenía el corazón blindado por su concepción de la paternidad, de los hijos, del modo de vivir”.

El Papa finalizó su homilía pidiendo “que el Señor nos de la gracia de comprender cuál es el problema. El problema de vivir en casa, pero no sentirse en casa, porque no hay relación de paternidad, de fraternidad, sólo hay relación de compañeros de trabajo”.

ACI Prensa