La oración del Ave María, una de las más recitadas junto con el Padre Nuestro, no era como la conocemos hoy. Por siglos estuvo compuesta por 2 partes y se le conocía como el «Saludo de la Santísima Virgen». Ambas tomadas del Evangelio de Lucas.
La primera parte se basa en el relato de la Anunciación del Señor, cuando el Ángel Gabriel saluda a la Virgen: «¡Salve, llena de gracia, el Señor está contigo¡» (Lucas 1, 28); la segunda, del episodio bíblico de la Visitación (Lucas 1, 24), cuando la prima Isabel saluda a María: «¡Bendita seas entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!».
De acuerdo con expertos en Historia de la Iglesia el trecho que dice «ruega por nosotros en la hora de nuestra muerte» fue añadida tiempo después y durante la terrible Peste Negra que causó millones de muertes en Europa en el siglo XIV. Los cristianos de entonces acudieron a la Virgen con esta oración, para pedirle su protección y el fin de la enfermedad.
Así lo asegura el P. Donald H. Calloway, especialista en devoción mariana, en el libro «Campeones del rosario»:
«Después de la Muerte Negra, la segunda mitad del Ave María comenzó a aparecer en los breviarios de las comunidades religiosas, especialmente las de los mercedarios, camaldulenses y franciscanos (…) La gente del siglo XIV necesitaba enormemente la dimensión ̏llena de esperanza˝ de la segunda mitad de la oración del Ave María».
El venerable Fulton Sheen también habla de este hecho en su libro «El primer amor del mundo. María La Madre de Dios»:
«Dado que aprovecha los 2 momentos decisivos de la vida: ̏ahora˝ y ̏en la hora de nuestra muerte˝, sugiere la protesta espontánea de las personas en una gran calamidad. La Peste Negra, que devastó toda Europa y acabó con el tercio de su población, llevó a los fieles a clamar a la Madre de Nuestro Señor para que los protegiera en un momento en que el tiempo presente y la muerte eran casi uno».
Aunque estudios señalan que esta última parte del Ave María apareció por primera vez en unos escritos de la orden de los servitas fundada por San Felipe Benicio en el siglo XIII.
Lo que se sabe es que durante el periodo de la Peste Negra y posterior, la oración del Ave María tomó varias formas, pero en todas acudiendo a la protección y amparo de Nuestra Señora.
Fue sólo hasta el año 1568 cuando el Papa San Pío V, con motivo de la reforma litúrgica que emprendió siguiendo los parámetros del Concilio de Trento, define el texto del Ave María tal cual se conoce hoy, incluyéndose en el Breviario Romano, en la traducción latina, publicado aquel año.
Agencia Católica de Noticias