Por el Padre Andrés Bravo
El Concilio Vaticano II, en especial la Gaudium et spes (GS), provoca otros grandes acontecimientos significativos para la misión de la Iglesia de cara al mundo, concretamente, de la historia de los pueblos latinoamericanos.
Por su parte, la Populorum progressio (26/3/1967) del Papa Pablo VI, da mayor avance a nuestra Constitución conciliar, para dar paso a la segunda Conferencia Episcopal Latinoamérica de Medellín, realizada en 1968, con una contundente opción por los pobres y la liberación de los pueblos oprimidos.
Sus dos primeros documentos, “Justicia” y “Paz”, presentan una mirada pastoral de la realidad latinoamericana, dejándose ayudar por las ciencias sociales, políticas y económicas.
Con todas las críticas que podamos hacer, sobre todo desde el dolor de lo que ahora sufrimos los venezolanos, este acontecimiento eclesial ha servido de base a los más activos movimientos socio-políticos liberadores de los pueblos latinoamericanos.
Entre otros, las comunidades populares y demás organizaciones de base, la teología y filosofía libertadoras, “cristianos por el socialismo”, movimientos obreros, centros de formación popular, educación popular libertadora, comunicación popular.
El impacto en la sociedad fue realmente importante, y las diversas Conferencias Episcopales Nacionales les acompañan con reflexiones y enseñanzas, para orientarlos, motivarlos y, en muchas ocasiones, corregirlos.
Tiempos difíciles, pero que nos ayudaron a crecer como cristianos. Tiempos de discernimiento que nos permitieron encontrar un equilibrio en la encarnación del Evangelio de Jesús, entre espiritualidad y acción social. A tomar conciencia del llamado a inculturar el mensaje cristiano.
@joseabh
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