¿En qué se equivoca Numa Molina?

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Sacerdote jesuita, Numa Molina

Recientemente en Venezuela se ha encendido una discusión en redes sociales a través de un desafortunado comentario publicado por el sacerdote jesuita, Numa Molina, en la que evidencia su fanatismo y partidismo político, en medio de una pandemia global como lo es el coronavirus.

Las reacciones de rechazo no se hicieron esperar, y aunque la misma Compañía de Jesús con un comunicado se apartó de lo comentado por su propio miembro, Numa Molina, las respuestas siguientes del sacerdote no parecen evidenciar que tomó conciencia de la gravedad de lo dicho.

Por eso es necesario establecer en qué se equivocó Numa Molina con su comentario, e incluso que aspectos jurídicos violó con su trino amplificador de la versión chavista de la pandemia.

Lo primero es el término de “trochero infectado” como bioterrorista. El estar contagiado no es un delito, pues ninguna norma internacional ni nacional considera a una enfermedad como un acto delictivo, por lo tanto es un comentario discriminatorio y que atenta contra los contagiados.

Ningún país del mundo considera el contagio de coronavirus como acto delictivo

Los terroristas son personas que voluntariamente comenten actos delincuenciales homicidas para perjudicar a un gran número de personas, por lo que regresar a tu país no puede ser considerado como terrorismo, pues no puede haber intencionalidad de contagiar masivamente, cuando incluso el virus puede estar presente sin síntomas. Es temerario pretender conocer la intención de los que regresan a Venezuela, sin ni siquiera escucharlos, ya que según Molina, son bioterroristas y culpables sin derecho a la defensa.

Luego en otro tweet comenta sobre la vigilancia, pero agrega la obligación moral de la denuncia, si el enfermo del coronavirus no es un delincuente, ni mucho menos terrorista, el ejercicio de denunciarlo solo atenta contra una sana convivencia civil, ya no serían hermanos, compatriotas, sino enemigos, que deben merecer un castigo, es decir, ser castigados por tener coronavirus. Castigados sin haber cometido ningún delito, solo estigmatizados, doblemente víctimas de un sistema opresor.

También está el asunto del ingreso legal al país, y al sacerdote se le olvida que en términos migratorios el único lugar en el que uno está completamente legal es en el propio, ya que no es necesario ningún tipo de permiso para ingresar a tu país, de hecho la misma Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, que seguramente Molina dice defender, establece en su artículo 35 que los venezolanos por nacimiento “no pueden ser privados de su nacionalidad”; por tanto, por tener coronavirus no pierden el derecho a ingresar a su país, de tal manera que un trochero no es un ilegal en su propio país, un venezolano no es ilegal en su país, allí tiene plenos derechos, aunque entre de manera irregular. Lo único necesario para ingresar al territorio es la nacionalidad o la cédula, porque incluso el pasaporte es un documento de movilidad entre países y no en el propio territorio.

La discusión de lo dicho por Numa Molina no es una discusión entre católicos, a pesar de que un grupo de presuntos católicos lo defiendan, sino de dignidad humana, del respeto a la persona.

El mismo Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia lo determina, la persona debe ser comprendida desde la singularidad, como centro de conciencia y libertad. No puede permitirse su “irreductivilidad” ante cualquier intento de pensamiento o esquema ideológico o sistema de poder.

La persona humana no puede ser reducida por tener coronavirus o querer entrar a su país por una trocha

El Compendio dice: “El respeto de la dignidad humana no puede absolutamente prescindir de la obediencia al principio de « considerar al prójimo como otro”, y ese contagiado de coronavirus que desea regresar al país es tan legítimo como cualquier venezolano que esté dentro, incluso que el mismo Numa Molina.

Por ello, el sacerdote se equivoca en su concepción de persona humana, en la tipificación de los delitos en materia jurídica, en la forma en cómo presenta la convivencia civil como enemigos, en los términos migratorios en la que ningún venezolano es ilegal en su propio país (cuando no ha cometido ningún delito tipificado en las leyes), y sobre todo en el respeto a la persona, por su condición y dignidad, la cual debe ser inviolable. Esta es la base de la antropología cristiana, del humanismo cristiano; siempre relacional y abierto al bien, a la justicia, a la verdad y a la caridad. 

Rixio Portillo – @Rixiogpr.-

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