Urosa, recuerda a Jesús: «Ánimo, soy yo, ¡no tengan miedo!», a cinco meses de penurias

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Cardenal Jorge Urosa Savino Arzobispo Emérito de Caracas

Fortaleza, oración y caridad  en medio de la peste

En una ocasión, tristes por haber  pasado  toda la noche sin pescar nada,  al escuchar el estímulo de nuestro Señor Jesucristo,  los apóstoles se animaron y realizaron algo prodigioso: la pesca milagrosa. (Lc 5, 1-11)  Y en otro momento, en medio de una tormenta y asustados al ver venir a alguien caminando sobre las aguas, Él les dijo: Animo, soy yo, ¡no tengan miedo!  (Mt, 14, 2327)

En medio de esta pandemia,  es bueno que recordemos  estas palabras de Jesús y tengamos  la seguridad de su presencia entre nosotros. Porque estamos sin duda en una situación difícil y grave. Llevamos ya casi 5 meses de sobresalto y penurias debido a la peste. Y sentimos el peso de la angustia, de la escasez, de la incertidumbre, del encerramiento.

Pues bien, la palabra de Dios nos ilumina y nos conforta. San Pablo, en un bellísimo pasaje de la Carta a los Romanos (Rom. 8, 18-38), nos asegura que Dios nos envía su Espíritu Santo para que nos aliente y fortalezca en la tribulación y el sufrimiento. Y  nos dice: “Y sabemos que Dios ordena todas las cosas para bien de los que lo aman” (Ro 8,28).

A pesar de  tantas dificultades, en un ambiente que  se olvida de Dios, con carencias materiales insólitas, Jesús nos alienta ahora a nosotros, sus fieles discípulos y amigos, a que  sigamos adelante, con alegría, con fe y confianza, con perseverancia y fortaleza.  “Soy yo. No tengan miedo”.

Renovar y anunciar  nuestra fe

El  nos invita  a recordar y anunciar en nuestro hogar, entre nuestros vecinos, que Dios es Amor  (1 Jo 4, 8).    Que Él llama a todos los seres humanos a una vida plena y feliz, en este mundo y sobre todo en la vida eterna.

Recordemos un  llamado del Papa Francisco, formulado en su alocución en la audiencia general del pasado 15 de enero “Que el Espíritu nos permita también a nosotros, como a Pablo, impregnar de Evangelio nuestras casas y convertirlas en cenáculos de fraternidad, donde podamos acoger a Cristo vivo, que “sale a nuestro encuentro en todo hombre y en todo tiempo” (cf. II Prefacio de Adviento).

Intensificar la oracion personal y familiar

Lamentablemente, el aumento sostenido  de los contagios desde principios de junio, y la precaria situación de nuestro  sistema de salud, nos ha impedido a los Obispos abrir progresivamente los templos al culto público. Para evitar el peligro de contagios masivos. ¡Pero todos  tenemos el recurso a la oración personal y familiar  en el hogar!

En estas duras  semanas de peste y confinamiento  los invito, pues, a intensificar la oración, el contacto directo, personal, intimo con Dios: a través de la lectura de la Biblia, especialmente los Evangelios y las Cartas de los Apóstoles; la comunión eucarística  espiritual, el rezo diario y fervoroso del  santo Rosario. Invitemos a nuestros familiares, y  a las personas cercanas a acompañarnos en la oración.  Hagamos lectura espiritual de vidas de los santos, de obras piadosas. Y aprovechemos la celebración de la Santa Misa por la Televisión, Radio María y las redes sociales.

Caridad cristiana

Pidamos al Señor que, nuestra Iglesia, nosotros los cristianos,  en este ambiente secularizado y antireligioso de la época moderna y, precisamente en tiempos  de peste maligna, mediante la oración, el apostolado, familiar y la solidaridad material,  hagamos presente en el mundo el inefable, transformador y gratificante amor de Dios, su misericordia y su felicidad.

Precisamente en estos tiempos difíciles fortalezcamos nuestro fervor religioso, en nuestra familia, en el hogar,  y pidamos a Dios que aumente nuestra fe, una fe viva, que animada por la caridad, nos lleve a vivir a fondo nuestra vocación cristiana y nuestro compromiso social. De manera  particular procuremos aliviar los  problemas personales de quienes  están cerca de nosotros, y  también llevarles la Palabra de Dios y un mensaje de aliento, esperanza y fortaleza. Y socorrerlos en sus necesidades materiales.

Para ello, invoquemos la ayuda  de nuestra amorosa  madre celestial, la Santísima Virgen de Coromoto,  a  quien nos encomendamos confiadamente en esta grave situación.

Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros   que recurrimos a ti. Amen.

+Cardenal Jorge Urosa Savino

Arzobispo Emérito de Caracas

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