76 años de la muerte de Monseñor Salvador Montes de Oca

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Monseñor Salvador Montes de Oca

Marielena Mestas Pérez

Andrés Salvador María del Carmen Montes de Oca Montes de Oca nace en Carora, estado Lara, el 21 de octubre del año 1895. Niño amante de sus padres, amistoso,  y dedicado a los estudios, colaboraba en la iglesia sirviendo como monaguillo y participaba en diversos actos de piedad.

Se formó en el seminario de Barquisimeto y en el colegio Pío Latinoamericano, en Roma, pero por padecimientos de salud terminó su formación sacerdotal en Caracas.

Una vez ordenado sacerdote, en 1922, fue designado capellán del santuario de La Paz, en Barquisimeto. Alma eucarística, instruía a la feligresía en asuntos de moral, buenas costumbres y en todo lo propio del catolicismo. Atento a sus deberes familiares, humilde, cercano, alegre, buen amigo y alma fervorosa. Con tan solo 35 años, era tan alta su preparación intelectual y tan elevado su fervor espiritual que destacaba en medio de un clero tan escaso como con poca formación.

Resultó electo segundo obispo de Valencia. Apenas tomó posesión del cargo recorrió la diócesis hasta sus más alejados rincones y se preocupó por la situación de los más necesitados, principalmente de quienes se hallaban presos en el castillo de Puerto Cabello, bajo su jurisdicción eclesiástica. Como jamás le permitieron entrar se hizo cercano a aquellos hogares donde había necesidades pues el padre estaba preso. De esto dan cuenta los innumerables testimonios recogidos.

Por defender principios de la Iglesia católica fue injusta e ilegalmente expulsado del país hacia la isla de Trinidad por la tiranía gomecista, desde 1928 hasta 1931. Al regresar siguió siendo el mismo sacerdote recto y justo. Utilizó el púlpito, la prensa y la radio para enviar su palabra formadora a los fieles.

En mayo de  1935 falleció repentinamente su amada madre, por lo que enfermó y se sumió en una profunda tristeza.

Atento a sus deberes y compromisos dos meses más tarde viajó a Italia a fin de asistir a la visita ad limina, que tenía pendiente. No obstante, apenas arribó cayó gravemente enfermo víctima de una severa peritonitis que lo colocó al borde de la tumba. Los médicos no garantizaban su vida y Montes de Oca dictó su testamento pidiendo ser enterrado en su amada catedral de Valencia. Débil y abatido, renunció a la mitra de su amada diócesis pues su restablecimiento sería muy largo y complicado. Efectivamente, severos malestares lo acompañarían el resto de sus días.

Con la bendición del Santo Padre ingresó a la Orden de los Padres del Santísimo Sacramento. Entre ellos se sentía feliz, pues se identificaba perfectamente  con su carisma eucarístico. El padre Montes, como se hacía llamar fue muy estimado, siendo nombrado maestro de Novicios, cargo de importancia por su alto valor formativo. En 1936, consta en la correspondencia, ofreció el resto de sus días a reparar por la santificación del clero.

Sin embargo, un nuevo llamado a desprenderse definitivamente del mundo lo hizo ingresar como novicio en la cartuja del Espíritu Santo, en Lucca, al norte de Italia. Adoptó el nombre de don Bernardo María. Gozoso se dedicó a la oración, al silencio y a las labores más humildes: era el primero en despertarse, hacía oficios de limpieza, cultivaba un rosal y también realizaba pequeños trabajos de carpintería. Con frecuencia, según los testimonios existentes, recordaba a sus familiares y amigos, a su amada patria y a su Carora natal.

En plena Segunda Guerra Mundial se le solicita  regresar a la patria porque el peligro era inminente. Montes de Oca lo agradece, pero declina la oferta negándose a abandonar sus deberes religiosos.

Al norte de Italia se había creado un fuerte movimiento de resistencia contra los nazis. Los cartujos habían decidido dar cobijo a quienes huían del terror de la guerra. Optaron por la caridad cobijando a mujeres, niños y jóvenes. Familias completas vivieron en la cartuja desde julio de 1944. Pero el claustro fue asaltado por miembros del ejército nazi italiano que lo saquean, vejan y torturan a los monjes. Testimonios de los sobrevivientes señalan que Monseñor Montes de Oca anima, consuela, se mantiene firme en su fe, confiesa, celebra como puede la eucaristía e, incluso, conforta a un judío que solo encontraba alivio a su angustia estando junto a él.

Los soldados obligaron a los monjes a despojarse de sus hábitos, forzándolos a vestirse de civiles. En medio de insultos, maltrataban las manos de muchos prisioneros con alambres de púas que les servían para tenerlos atados. Un grupo fue trasladado a Nocchi, pequeño pueblo del Municipio de Camaiore y estuvieron encerrados en una vieja casona deshabitada. Según atestiguó un sobreviviente, don Agostino Vasta, que don Bernardo, sentado en el suelo, le dijo: “Es mejor que nos maten, así vamos a ver a Dios”.

Su salud se va debilitando y no puede mantenerse en pie. Comprende que su fin está cerca y dice a los hermanos Lippi Francesconi, también sobrevivientes que con ánimo sereno contento partía feliz de este mundo para unirse a Dios.

Es ajusticiado junto al padre prior el 6 de septiembre de 1944. Los otros cartujos pasarán por lo mismo el día 10.

Una de las fotografías hechas al momento del reconocimiento de sus restos, en 1947, revela que don Bernardo recibió un disparo en el corazón ya que está perforada de bala la escápula izquierda. También su cráneo evidencia que, luego de muerto, recibió severos golpes. Se ensañaron contra su cadáver que quedó abandonado durante dos días a la intemperie.

Del ajusticiamiento, algunos pocos años después, sintetizará Andrés Eloy Blanco:

“Lo fusilaron los alemanes o los italianos de Alemania, porque protegía perseguidos. Porque hacía lo mismo que hizo en Valencia. Él tenía que morir así. Allí está el error de los alemanes y de los italianos de Alemania: creer que el alma de los hombres se compra, se alquila o se aniquila. En Venezuela y en Italia Monseñor Montesdeoca era más grande que la Injusticia.”

Sus restos reposan en la catedral de Valencia.

Que esta vida tan extraordinaria y ejemplar nos comprometa a trabajar por un mundo más solidario, más justo y humano. Oremos por su pronta beatificación.

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