Donald Trump, presentó oficialmente la tarde de este sábado 26 de septiembre a Amy Coney Barrett como su nominada para llenar el puesto vacante en la Corte Suprema dejado por la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg.
Trump presentó a Coney Barrett en una conferencia de prensa en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca. Ahora se espera que el comité judicial del Senado programe audiencias con miras al voto en la cámara alta, que podría realizarse a fines de octubre.
Al anunciar la nominación de Amy Coney Barrett, el Presidente de Estados Unidos recordó que “esta es mi tercera nominación” para jueces de la Corte Suprema. “Hoy es mi honor nominar a una de nuestras mentes legales más brillantes y dotadas”.
Trump aseguró que Coney Barrett es “una mujer de logros incomparables, intelecto imponente, credenciales excelentes y lealtad inquebrantable a la Constitución”, así como “eminentemente calificada” para la Corte Suprema.
Por su parte, la nominada a la Corte Suprema dijo sentirse “profundamente honrada” por la decisión de Trump. “Prometo cumplir con las responsabilidades de este trabajo con lo mejor de mis habilidades”, añadió.
Nacida en Nueva Orleans como la mayor de siete hermanos, Coney Barrett se graduó en Rhodes College antes de recibir una beca completa en la Escuela de Leyes de Notre Dame, donde se graduó en el primer lugar en su clase.
Coney Barrett trabajó con el juez Laurence Silberman y con el fallecido juez de la Corte Suprema Antonin Scalia, antes de entrar a la práctica privada. Regresó a la Escuela de Leyes de Notre Dame e impartió clases en 2002 antes de convertirse en profesora en 2010.
La jueza ha elogiado a Antonin Scalia como un mentor intelectual así como por su dedicación al textualismo, que sostiene que la Constitución debería ser interpretada con el contexto con el que fue escrita.
En un evento realizado en noviembre de 2016 en Jacksonville, al referirse a una vacancia previa en la Corte Suprema, Barrett dijo que Scalia “resistió la noción de que la Corte Suprema debería estar en el negocio de imponer sus puntos de vista de costumbres sociales sobre el pueblo estadounidense”, y que él pensaba que debería depender “de la gente decidir” cosas en la Constitución que no estaban explícitamente prohibidas o permitidas”.
La selección de Coney Barrett fue muy anticipada, con muchos medios de comunicación señalándola como la principal candidata para la nominación. Ya había enfrentado antes el escrutinio y la crítica concertada de algunos medios de comunicación debido a su fe católica.
Durante su audiencia de nominación en 2017 para el Tribunal de Apelaciones del Séptimo Circuito, la senadora Dianne Feinstein, del Partido Demócrata, cuestionó a Coney Barrett por sus valores personales y su fe, diciendo que “cuando se lee sus discursos, la conclusión que uno obtiene es que el dogma vive fuertemente dentro de usted. Y eso es de preocupar”.
Apenas dos semanas después de que fuera confirmada para el Tribunal de Apelaciones del Séptimo Circuito, fue añadida a la lista de potenciales elecciones de Donald Trump para la Corte Suprema, y se rumoreó que habría sido una de los finalistas para reemplazar al juez Anthony Kennedy tras su retiro en 2018.
Coney Barrett y su esposo tienen siete hijos, incluyendo a dos haitianos adoptados. En una entrevista en un eventos de ex alumnos de Notre Dame en Washington D.C., la jueza dijo que criar niños es “donde tienes que tener tu mayor impacto en el mundo”, y que ella no podría imaginar algo más grande.
En medio de un renovado escrutinio de la vida personal y la fe de Coney Barrett, y enfrentando un difícil proceso de confirmación de ser nominada, Robert George, profesor de la Universidad de Princeton, advirtió de las críticas anti-católicas usadas contra la jueza.
“Uno habría esperado que, habiéndose avergonzado a sí mismos la última vez, y habiendo despuntado su lanza sobre la jueza Barrett atacando su religión, tuvieran más cuidado esta vez de exponer su intolerancia a la vista del público. Pero no”, dijo en Twitter.
Durante las audiencias de confirmación, también se cuestionó sobre la relación de Coney Barrett con la organización laica People of Praise (Pueblo de Alabanza).
People of Praise ha sido presentada en los medios de comunicación como un “culto”, y ha sido criticado por una práctica, que ha sido cambiada, que llamaba a los líderes “cabezas” y “doncellas”, en referencia a pasajes bíblicos.
Pero el grupo es una expresión ordinaria del deseo cristiano de comunidad y santidad y no una causa de preocupación, dijo el Obispo Peter Smith, miembro de la organización, a CNA, agencia en inglés del Grupo ACI.
People of Praise fue fundada en 1971 como parte de un “gran surgimiento de ministerios laicos y movimientos en la Iglesia Católica”, siguiendo al Concilio Vaticano II. El grupo comenzó con 29 miembros que formaron una “alianza” -un acuerdo, no un voto- de seguir principios comunes, dar un porcentaje de ingresos anuales al grupo y reunirse regularmente para proyectos espirituales, sociales y de servicio.
Las comunidades de alianza, protestantes y católicas, surgieron en Estados Unidos en la década de 1970, como una parte del movimiento de Renovación Carismática en el cristianismo de ese país.
ACI Prensa
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