Las parroquias en Venezuela se las ingenian para acompañar unas fiestas difíciles en lo material pero con mucho potencial espiritual
Entre la pandemia y la crisis, en Venezuela se preparan para afrontar unas fiestas navideñas complicadas. Los costos de la comida, los tradicionales regalos –que ya pasaron a la historia- , las reuniones y comidas, se han hecho imposibles. A la pandemia se agregó la inflación desbordada.
En las actuales circunstancias, para que una familia venezolana puede comer y pagar lo básico debe percibir mensualmente, al menos $500. Los sueldos medios en el país no superan.
No obstante, la solidaridad se manifiesta más puntual que nunca. La familia se consolida como el centro de una celebración que se perfila hermosa, íntima, llena de amor y esperanza. Hemos vuelto la mirada a la familia, no ya como un obligado encuentro por estas señaladas fechas, sino como el auténtico núcleo del significado navideño.
Durante los dos primeros meses de la cuarentena fueron suspendidas todas las actividades de solidaridad que implicaran encuentros parroquiales, debido a la incertidumbre existente. No obstante, los equipos eclesiales se propusieron una meta: si las personas no pueden venir, la olla se pone “en salida” como dice el Papa y llegará hasta la gente.
“No podíamos dejarlos a su suerte”
Se trata de personas, muchas de ellas en situación de calle y todas necesitadas. “No podíamos dejarlas a su suerte”, dice Gerardo Zambrano, Coordinador del Programa Olla Solidaria en la parroquia La Epifanía del Señor (Caracas). Lo hizo en diálogo con Aleteia sobre las prioridades que se plantean para acompañar a los olvidados en Navidad.
“Son innumerables los desvalidos que acuden a nosotros. Incluso atendemos a los que duermen bajo los puentes. Lo que hacemos es que corremos la voz de que vamos a repartir comida y ellos mismos se acercan a los puntos en la vía donde nos colocamos. A otros se las llevamos hasta donde se encuentren. Siempre llevando al máximo nuestras posibilidades”.
Los parroquianos, que saben de la labor, ayudan con lo que pueden y varias instituciones, conscientes de las inmensas dificultades de conseguir los insumos. Ellos están convertidos en proveedores permanentes.
Son varias empresas, ONG e incluso la Orden de Malta en Venezuela ha contribuido para conseguir los productos. Precisamente, todo esto luego se convierte, por obra y gracias de voluntarias católicas de la comunidad, en deliciosos platos. Los mismos representan todo el nutriente que consumen quienes nada tienen.
Hacer un mercado en Venezuela ya está fuera de las posibilidades de las grandes mayorías y en programa como este es “una bendición”, como dicen muchos de los beneficiarios.
“Pan para todos”
Ese fue el nombre de un programa que se puso en marcha para los meses de junio y julio que atendió a 190 familias.
“Se armaron bolsas de mercado por un valor de $30 que fueron entregadas a las familias vulnerables del entorno parroquial, además de tres ollas en salida a fin de cumplir con todos los protocolos de bioseguridad requeridos por la pandemia. Todo ello se ha traducido en una actividad que motorizó el espíritu de voluntariado de los feligreses”, explica Zambrano.
Posteriormente, a partir del mes de agosto y hasta estos días navideños se ha mantenido el desarrollo de la “Olla Solidaria en Salida” con el lema ya conocido: Si la gente no viene a la olla, la olla va hasta ellos.
Todo ello supone compartir almuerzos cada quince días, a un promedio de 300 personas sin techo ni asistencia alguna, sólo la que procura la Iglesia. Ello quiere decir que la única comida completa y nutritiva que hacen en la quincena es la que les lleva la parroquia. Una realidad dramática que alivia pero, obviamente, no puede solucionar un problema tan complejo y extendido.
Alimentación del primer año
El ingenio se ha disparado al máximo para diseñar modalidades de ayuda de las cuales el programa de alimentación para los bebés durante el primer año ha sido crucial. En medio de una tasa significativa de mortalidad y desnutrición infantil, surge esta iniciativa para suministrar mensualmente fórmulas lácteas a decenas de niños en situación de abandono. También para quienes no pueden ser amamantados por sus madres debido a alguna condición de salud, hasta que cumplen su primer año de edad.
Paralelamente, la “Botica parroquial” apoya a 121 personas con medicinas y todos los controles de rigor, respaldados por médicos y estudiantes avanzados de medicina voluntarios. Igualmente, un “Ropero parroquial” colabora con la recolección y distribución de ropa y calzado para niños tanto como adultos que se distribuyen a un total de 56 personas por jornada.
Lea también: «Ollas solidarias» programa de Caritas para contrarrestar el hambre en Venezuela
“Vale recalcar –agrega Gerardo Zambrano- que toda esta labor es posible gracias a las alianzas estratégicas con instituciones de ayuda humanitaria, instituciones privadas, fundaciones y donaciones de particulares. Es indiscutible el gran valor que posee el desinteresado y solidario trabajo del comprometido equipo de voluntarios”.
He allí la prueba de que no todo está perdido, de que hay país resiliente para rato y de que el potencial espiritual de estas fiestas está en el acompañamiento a los más vulnerables, a los pobres. Eso aporta una clase de paz que no se consigue de otra manera y una profunda satisfacción.
Si bien esto no es la panacea, ni atiende a grandes contingentes, representa el granito de arena que pone la Iglesia para aliviar el hambre y la necesidad de tantas personas indefensas. Estas personas son dejadas de lado -o “descartadas” como diría el Papa Francisco- en medio de un proceloso océano inflacionario y de la más horrenda crisis humanitaria que conozca Venezuela.
Aleteia
Síguenos por Instagram, Facebook y Twitter como @lagreydigital y en Telegran: La Grey Digital