#GüiriaDuele: La huida clandestina a Trinidad y Tobago

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#GüiriaDuele

Andrés revela cuáles son los códigos en un pueblo en el que todos saben cómo es el proceso para emigrar ilegalmente. Mercedes cuenta qué la motivó a arriesgar su vida para huir por mar y su tortuosa experiencia al quedar cautiva de una red de trata de personas. Antonio, un marino que relata cómo ayuda a cumplir el anhelo de muchos de llegar a la otra orilla.

Estos son testimonios y rostros de la migración forzada de Güiria a Trinidad y Tobago:

En una de las esquinas más transitadas de Güiria, donde se cruzan la calle Juncal y la Bolívar, la gente se sienta a descansar del sol que les quema la frente cuando regresan del mercado. Otros sólo deciden quedarse ahí para ver quiénes pasan y enterarse de los últimos acontecimientos de ese pueblo pesquero ubicado en la Península de Paria, en el siempre caluroso estado Sucre.

Ese lugar es conocido por todos como la esquina del Palacio del Blumer, por la franquicia de ropa interior que tiene ahí su sede. Los güireños suelen actualizarse aquí de cuándo fue que el hermano de fulano “subió a la isla”, o cómo llegó, o cómo le está yendo, o incluso si “se los tragó el mar”, como se refieren a quienes desaparecen en las aguas que separan a la costa de Güiria de la de Trinidad.

Cada vez son más los güireños que migran hacia Trinidad y Tobago por mar, o “suben a la isla” como le dicen en el argot local a quienes salen del pueblo hacia ese destino forzados por la necesidad. Y la forma de “subir” se conoce bien en las calles del pueblo.

Huyen de la pobreza, el desempleo y el hambre. La más reciente Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), evidencia que el panorama del estado Sucre luce bastante desolador, 97% de su población es pobre.

No existe una guía de viaje ni un calendario de botes que zarpan hacia Trinidad. Tampoco ha surgido una organización gremial entre los capitanes que se dedican a transportar migrantes. Nadie ha creado un mecanismo para informar quiénes son los encargados de realizar estos traslados, pero todos en Güiria saben dónde encontrarlos, porque allí todos se conocen. Para montarse en uno de esos peñeros, no hace falta intermediarios.

Así fue cómo Andrés*, un güireño de 23 años, halló la embarcación en la que cruzó por el Caribe a través de la Boca del Dragón, el peligroso estrecho que separa al Golfo de Paria de la isla antillana que atrae a los güireños como imán. Trazaron una trayectoria en línea recta en alta mar en dirección a Chaguaramas, un puerto trinitario que pertenece a la región Diego Martín y es el punto de llegada de la mayoría de los botes que zarpan desde las costas sucrenses.

—Es cuestión de conocer a las personas que tienen botes y preguntar quiénes suben—, dice Andrés.

Él cuenta que salió de día de uno de los muelles de Güiria. El peñero que lo llevaba tenía permiso de zarpe hacia Trinidad. El capitán que accedió a llevarlo, Antonio*, viajaba hasta la isla para comprar comida y recibir encomiendas. También trasladaba a algunas personas si tenían pasaporte vigente. Andrés lo tenía, así que el capitán accedió a llevarlo y le cobró 100 dólares por ese viaje, una oferta porque suele costar tres veces más.

—El día que me vine le di 70 dólares y lo demás se lo pagué por transferencia en bolívares, pero mucho tiempo después.

Andrés encontró a Antonio como la mayoría de los güireños encuentra a los demás capitanes viajeros hacia Trinidad: preguntando.

—Siempre iba a La Salina porque tenía un contacto allá, pero nunca pude salir con él. Entonces había desistido. Hasta que un día me conseguí a un pana y le pregunté si conocía a alguien que viajara. Me dijo que Antonio iba a salir en cualquier momento, así que fui a buscarlo y cuadré con él. Al día siguiente salí a Trinidad—, recuerda Andrés.

La Salina, un sector costero que pertenece a Güiria, es uno de los lugares más utilizados por los capitanes para zarpar en las noches, en la clandestinidad y con sobrepeso hasta suelo trinitario. Si en un peñero caben veinte pasajeros, para hacer rentable el viaje suben cinco o diez más. Quienes desean emigrar, van hasta allá para encontrar un bote que los saque del pueblo.

Mercedes* estaba en ese mismo punto, en La Salina, esperando para salir a Trinidad. A ella la buscaron hasta su casa y le ofrecieron un trabajo en la isla, además de pagarle el pasaje.

—Una vecina me dijo que tenía una amiga en Trinidad y su esposo iba a ser socio de un bar. Necesitaba a unas chicas. Yo le dije que estaba dispuesta a ir. Ella contactó también a otras chamas.

Mercedes, una joven de casi 25 años, no podía alimentar a sus hijos de nueve, seis y tres años. Porque la crisis que afecta a Venezuela golpea con muchísima fuerza a los güireños. La actividad económica en Güiria, que ya estaba limitada a la pesca y la siembra de cacao, se estrechó más, en una región donde tres de cada cuatro familias sufre de inseguridad alimentaria moderada o severa, según el estudio Encovi.

Ella no trabajaba y lo que ganaba su pareja en una institución pública del pueblo no le alcanzaba para darles de comer a los niños. Entonces para Mercedes, migrar pareció la única solución. Pero hacerlo era costoso, así que la propuesta que recibió le pareció una oportunidad.

Salió de su casa hacia La Salina a las seis de la tarde del 14 abril de 2019. Sobre su espalda, cargaba un morral con algunas de sus cosas. No la dejaban llevar demasiado equipaje. La vecina que la contactó la esperaba en la parada, en una esquina de la calle Sucre de Güiria, donde los carros cargaban pasajeros para llevarlos hasta ese sector costero ubicado a unos 10 minutos del centro del pueblo.

Las acompañaban dos chicas jóvenes que la vecina de Mercedes había contactado. Las cuatro llegaron a una casa en La Salina. Esa fue la última vez que Mercedes vio a su vecina.

—Mi vecina se fue antes de que nos montáramos en el bote. Ella tenía que conseguir cinco chicas para que su pasaje fuera gratis. Pero otras dos se echaron para atrás y mi vecina no pudo viajar.

Zarparon a Trinidad a las 12:00 de la noche. Mercedes iba en un peñero que, pensó, la llevaba para trabajar como mesera en aquel bar. A las 5:00 de la mañana llegaron a Chaguaramas. Entonces supo que no iba a tener el trabajo que pensaba.

—Cuando llegué fue otra película. Nos trasladaron a una casa en Puerto España, la capital de Trinidad, a unos 30 minutos. Quedamos cautivas. Nos obligaron a prostituirnos

Aunque su primera reacción fue intentar huir, Mercedes no pudo zafarse de sus explotadores, miembros de una mafia trinitaria que caza jóvenes bajo engaño para explotarlas sexualmente.

—Nos amenazaron de muerte si no lo hacíamos. Casi ninguno de los trinitarios hablaba español. Tenía miedo. Era como estar en una cárcel. Solo podía salir con un guardaespaldas, que vigilaba que no me escapara.

Mercedes debía trabajar para pagarles su pasaje a Trinidad y su manutención.

—Ellos me obligaban a hacer cosas para ganar dinero diariamente y pagarles. Me quedaba en una casa custodiada y todos los domingos tenía que pagar 50 dólares —asegura.

En dos ocasiones la golpearon con palos cuando se opuso a seguir instrucciones. Sintió que su vida corría riesgo y pensó en sus hijos. No tuvo más remedio que aguantar lo que considera fue un calvario

—Nunca sospeché que se trataba de una trampa. No tenía idea de que existían estas mafias—, lamenta Mercedes.

Después de pagar la deuda, Mercedes podía irse. Tuvo que trabajar durante ocho meses para saldar ese pago de 1.000 dólares a sus raptores.

—Después me fui de esa casa para donde esa gente no supiera nada de mí y rehice mi vida en Trinidad.

Empezó a trabajar en una empresa donde fabricaban papel higiénico y servilletas. Poco a poco logró ahorrar algo de dinero y con eso, y con lo que había reunido su pareja en Güiria, pagaron el viaje en peñero de sus tres pequeños y de su marido hasta Trinidad.

Mercedes recuerda que las olas del mar se movían con calma aquella noche que esperaba que su familia arribara a las costas trinitarias. Los cinco pudieron reencontrarse en el puerto de Chaguaramas

—A Güiria la agarró una crisis tan tremenda que a las personas no les está quedando otra opción que emigrar– explica Antonio, ese capitán que llevó a Andrés hasta Chaguaramas.

Antonio viaja a Trinidad y Tobago dos veces al mes para comprar comida y traer encargos. Se crió en el mar. Es pescador desde muy joven. En 2018, la precaria situación económica lo llevó a hacer viajes de encomiendas hacia la isla. Cuando puede lleva a algunas personas en su embarcación que tiene capacidad para 30 pasajeros, según cuenta. Esto es lo más cercano a un camino legal hacia esa isla antillana.

En su tripulación hay cuatro miembros, incluyéndolo. Y, a diferencia del resto, ellos zarpan con permiso de las autoridades desde el muelle 10 de Güiria u otras zonas costeras del pueblo.

—El viaje que hago es para comprar comida. Pero siempre hay tres o cuatro personas que quieren cruzar. Y si viajan y se quedan en Trinidad, lo hacen de manera ilegal. O sea, cruzan legales porque vienen en un despacho permitido, pero en cuanto el bote regresa sin ellos ya son ilegales allá –explica.

Antonio no trabaja como la mayoría de sus paisanos. En su embarcación no viajan más de cinco personas, y quienes quieran hacerlo deben tener pasaporte. Es de los pocos que hace transporte permitido en una ruta que se ha convertido en un corredor marítimo de migración irregular y de traficantes de migrantes.

Inicia su travesía durante el día. Constantemente es requisado por las autoridades venezolanas y trinitarias, por eso exige a las personas que quieran “subir a la isla” con él que lleven sus documentos.

—Hay muchos peñeros de conocidos que salen de esas orillas de playa con 15 o 30 personas a bordo, o mucho más, todos indocumentados. Por eso ocurren tantos accidentes. Es triste todo lo que nos está pasando.

Él no conocía la ruta hacia Trinidad. Pero un amigo que ya había hecho ese trayecto lo llevó como marinero.

—Me bastó un viaje. Desde chiquito estoy en el mar pescando, así que fue fácil.

Los peñeros que salen de las costas del Golfo de Paria hacia Trinidad suelen usar distintas rutas y lugares de llegada para evitar ser interceptados por las autoridades trinitarias.

—Hay quienes pasan por fuera, agarran una línea directa hacia Chaguaramas o San Fernando. Otros pasan por toda la costa, de Macuro agarran la Isla de Patos y de ahí van a Chaguaramas. Yo uso la ruta directa. Uno sale del puerto de Güiria y traza una línea por fuera, mar adentro, y metemos proa a Chaguaramas desde que salimos del faro de Güiria. Usamos una brújula por si el mar se pone bravo. Uno conoce el camino por experiencia pero la tenemos ahí, por si acaso.

Antonio cuenta que cuando viaja, la mayoría de las veces, el mar está en buenas condiciones para navegar.

—Pero puede pasar que a mitad de camino se moleste.

Cuando Andrés y Mercedes cruzaron el mar Caribe hacia Trinidad estaba “muy picado”. Aún así, llegaron a la otra orilla.

*Los nombres de Andrés, Mercedes y Antonio fueron cambiados para proteger su integridad.

Con información de   Fe y Alegría Noticias

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