“La fama de santidad que tuvo durante vida, se propagó después de su muerte” Roma, 16 de enero de 1986.
Macky Arenas:
José Gregorio Hernández murió el 29 de junio de 1919. Como ocurrió con Juan Pablo II, la gente gritaba “santo súbito” desde el fondo de su corazón. Para el pueblo de Caracas, que lo acompañó en multitud hasta su morada final, había sido y sería para siempre un santo. Y no porque su pueblo lo quisiera por influjo de emociones superficiales o sentimientos inducidos, sino por lo que fue y lo que hizo. Por su coherencia de vida. Se destacó como médico solícito y generoso, como científico y como pedagogo pero, sobre todo, como persona que inspiraba respeto y admiración por su bondad, su desprendimiento y por ser un cristiano humilde e integral al que provocaba imitar.
Poco a poco, el doctor Hernández fue reconocido en un proceso largo y complicado, pero necesario y sólido. Es la forma en que la Iglesia respeta el sentir popular, actuando con cautela y pericia para no dejar cabos sueltos ni lugar a dudas. Declarar santo a una persona es el resultado de profundas investigaciones que preceden al acto en que, solemnemente, se asume la responsabilidad de ofrecerla como modelo de virtudes en grado heroico y autorizar su culto público y presencia en los altares. No es cualquier cosa.
La Causa de Beatificación y Canonización de José Gregorio ha tenido varios vice-postuladores a lo largo de los años y desde que comenzó el proceso, treinta años después de su muerte, cuando el arzobispo de Caracas, Monseñor Lucas Guillermo Castillo, introdujo la Causa. Se hizo en Caracas pues fue allí donde murió José Gregorio y así está establecido en los cánones. Se trata de una petición formal que elevan las autoridades eclesiásticas locales ante la Santa Sede, a fin de que un cristiano, ya fallecido, sea reconocido en la lista oficial de los Santos de la Iglesia Católica. En aquella ocasión, Roma aceptó esa petición y nombró como vice-postulador a Monseñor José Rincón Bonilla.
Siguieron monseñor Jorge Urosa Savino, monseñor Mario Moronta, el Padre Alejandro López, monseñor Jorge Villasmil, monseñor Fernando Castro y el actual vice-postulador, monseñor Tulio Ramírez.
Durante todo ese tiempo, nuestro José Gregorio estuvo en el alma del pueblo, querido y venerado. Miles le atribuían toda clase de milagros y favores pero estos jamás se documentaron, para retraso de la Causa. No obstante la Iglesia venezolana jamás dejó su empeño por elevarlo a los altares.
En el año 1972, la Santa Sede lo declaro Siervo de Dios, el primer paso para avanzar en el procedimiento, lo que implicaba que se aceptaba la causa sin objeciones para continuar el proceso.
El 4 de mayo del mismo año. Mons José Alí Lebrún, Arzobispo Coadjutor de Caracas -luego Cardenal- dispuso la exhumación de los restos del Dr José Gregorio Hernández y su traslado desde el Cementerio General del Sur hasta la Iglesia de N. S. de La Candelaria, donde reposan hasta hoy. Dicho traslado se llevó a efecto el 23 de octubre de 1975.
El 16 de enero de 1986, el Papa Juan Pablo II lo declaró como Venerable, lo que significa que la Santa Sede reconoce la heroicidad de sus virtudes y permite el culto privado.
El 19 de junio del 2020 – día en que la Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, de quien era muy devoto José Gregorio- el Papa Francisco lo declaró Beato (que significa bienaventurado) previa presentación de un milagro ocurrido en la persona de una niña en el estado Apure, Yaxury Solórzano Ortega, de 10 años de edad, quien resultó herida en la cabeza producto de una bala de escopeta. La niña se curó milagrosamente. El asombro de los médicos fue mayúsculo al observarse que, contrariamente a lo esperado en un caso de semejante gravedad, ni siquiera quedaron secuelas en la pequeña.
Para entonces, había sido nombrado Administrador Apostólico Sede Vacante de la Arquidiócesis de Caracas el Cardenal Baltazar Porras, el 13 de junio de 2018. En cuanto tuvo la noticia de un presunto milagro, ocurrido por la intersección del Dr. José Gregorio Hernández en San Fernando de Apure, de inmediato se fue a los Llanos acompañado de miembros de su equipo de trabajo a fin de instruir el expediente con las pruebas documentales y declaración de los testigos. Apenas a seis meses de su nombramiento, el 18 de enero de 2019, entregó personalmente el expediente del milagro a la Congregación para las Causas de los Santos. A partir de ese momento, el Cardenal Porras apuró el paso y no descansó hasta ver felizmente completada esta fase del trabajo para la beatificación que hoy es una realidad.
Para la beatificación – el paso anterior a la declaración de santidad- los expedientes pasan bajo el escrutinio de una junta médica en Roma, compuesta por siete médicos algunos de los cuales no son católicos, menos creyentes. Ellos deben decidir, por unanimidad, que el suceso no tiene explicación médica, que científicamente se escapa de todo razonamiento.
Posteriormente, el caso debe pasar a una junta de teólogos quienes estudian detenidamente los escritos y la vida entera de la persona propuesta, cuyo resultado debe ser, igualmente, aprobado por unanimidad. Si ello no se logra, el proceso se detiene y se engaveta la causa.
Si hay unanimidad entre médicos y teólogos, sigue otro escalón que subir: los cardenales, quienes debe aprobarla y pasarla al Papa. Es a él a quien corresponde dar la autorización final. Una vez cumplido esto, podrá ser beato y objeto de culto público. Sin un milagro debidamente documentado, esto no sería posible.
Pero hace falta otro milagro para salvar el último peldaño de todo proceso: la Santidad. Aún así, José Gregorio ha cumplido un proceso hermoso e impecable: Primero fue Siervo de Dios, luego Venerable, ahora Beato. Falta solo un milagro para que lo declaren santo.
Si ese milagro existe, debe ser introducido después de que lo hayan beatificado, lo cual se cumplirá, como está pautado, el próximo 30 de abril de esta año 2021. Si el milagro aún no se ha producido, estamos seguros que pronto lo veremos. Este pueblo ha rezado mucho y sigue rezando para que este médico eminente y cristiano ejemplar, conocido fuera de nuestras fronteras como “el Médico de los pobres”, figure como santo en los altares de nuestra Iglesia Católica.
La coincidencia de llegar a esta anhelada beatificación, en medio de las restricciones que impone la pandemia, añade a esta circunstancia un significado especial: José Gregorio nos recuerda que debemos permanecer unidos ante la adversidad, muy cerca unos de otros y atentos a las necesidades materiales y espirituales de los más vulnerables. Él nos demostró que se puede vivir en medio del mundo, como un hombre trabajador, sencillo, bien preparado profesionalmente, ser disciplinado, amante de la verdad y vivir con dignidad por esfuerzo propio.
El Dr. Luis Razetti dijo ante el féretro del querido médico: “El Dr. Hernández ha legado el hermoso ejemplo de cómo se puede conquistar la verdadera popularidad dentro de los estrechos límites de la honradez y la virtud”.
Fue un apóstol, jamás buscó fama y anduvo por el mundo de manera ejemplar. Dios quiera que su testimonio de vida sea para nosotros una referencia permanente para dar lo mejor de cada uno desde el puesto que ocupamos en la sociedad. Todos podemos ser José Gregorio.
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