El celibato es una forma de amar, pero a veces se entiende como la exigencia de no casarse: tema en el Simposio Teológico Internacional

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Gaspar Hernández y Emilio Justo, profesores de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca

Dos profesores de la Universidad Pontificia de Salamanca intervienen en el Simposio Teológico Internacional ‘Por una Teología Fundamental del Sacerdocio’ organizado en el Vaticano

Los Este sábado 19 de febrero, a las 10:00 a.m., el Papa Francisco recibió a la Presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano han participado en el Simposio Teológico Internacional ‘Por una Teología Fundamental del Sacerdocio’, que ha promovido por el prefecto de la Congregación para Obispos, el cardenal Marc Ouellet, a través del Centro de investigación y antropología de las vocaciones. Emilio Justo, que ha intervenido con la ponencia ‘Sacerdocio y celibato: una lectura teológica del camino de la Iglesia ayer y hoy’, comparte con Vida Nueva algunas de sus propuestas.

Pregunta.- ¿Qué ofrece la Congregación de Obispos con este simposio?

Respuesta.- En el simposio se ha querido reflexionar sobre los fundamentos del sacerdocio. Se sitúa en el contexto de la promoción de la vocación cristiana, que tiene su raíz en el bautismo. Reflexionar sobre el sacerdocio es una contribución para profundizar en su vivencia personal y eclesial.

Cuestiones decisivas

P.- ¿Dónde se sitúa en estos momentos el debate teológico sobre el sacerdocio?

R.- Un tema fundamental de debate está en la relación entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de todos los bautizados. Esto remite a la pregunta por el significado del sacramento del orden en la comunidad cristiana y a la cuestión de la significatividad de la vida sacerdotal. En algunos asuntos vuelve la antigua cuestión de en qué medida la vida personal del cura afecta a su ministerio. Seguramente ayudará seguir pensando la relación entre identidad sacramental, ejercicio del ministerio y espiritualidad, es decir, qué es el ministerio, cómo se ejerce y cómo se vive.

P.- La formación y el celibato son dos cuestiones que están sobre la mesa en el programa, ¿por qué?

R.- La formación es una cuestión decisiva. Tenemos el gran desafío de encontrar una forma de realización personal y eclesial que corresponda a la identidad teológica del ministerio ordenado. Y esto tiene una dimensión formativa, para vivir con autenticidad el ministerio y según la Iglesia lo propone y lo necesita. Sobre el celibato, es una cuestión permanente, porque afecta a la comprensión de la vida de los sacerdotes y a su forma de vivir y de amar en la comunidad cristiana. El celibato es una forma de amar, pero a veces se entiende más como la exigencia de no casarse. Afecta tanto a lo nuclear de la existencia de los curas que es necesario reflexionar sobre ello. Tanto la formación como el celibato ayudan a pensar sobre aspectos fundamentales del sacerdocio.

 Generadores de comunidad

P.- La reflexión sobre la sinodalidad que se está haciendo, ¿en qué sentido implica la imagen que hay sobre el sacerdocio?

R.- La sinodalidad significa vivencia comunitaria, comunión, participación y responsabilidad compartida. Esto supone que el sacerdocio no se puede entender sin la comunidad cristiana. Los curas son miembros de una comunidad y han de entenderse desde ella y vivir para ella. La sinodalidad implica una esencial configuración comunitaria del ser cura, frente a todo individualismo y frente a cualquier forma de clericalismo.

En este sentido, la sinodalidad pide el cambio de algunas formas de ejercer el ministerio. Por otra parte, el sacerdote representa sacramentalmente a Cristo en la comunidad y por eso es generador de comunidad. El cura tiene la tarea de fomentar la vivencia de la sinodalidad en la comunidad a la que sirve. Ha de ejercer su ministerio de forma sinodal, ayudando a que los demás cristianos participen en la vida comunitaria.

Con información de Vida Nueva

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