Cardenal Porras responde a los cuestionan su afición taurina: “por qué no protestar por las personas que pasan hambre”

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Cardenal Porras, el primer aficionado de honor de la Monumental de Mérida

“Por qué no alzan la voz con la misma contundencia por quienes pasan hambre, o están en cárceles en condiciones infrahumanas, o protestan por los niños sin escuela y sin transporte”, pregunta Porras a quienes cuestionan su pasión taurina

El cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de la Arquidiócesis de Mérida y administrador apostólico de Caracas, ha dado una contundente respuesta a quienes cuestionan su afición taurina. Lo hizo el pasado 3 de marzo de 2022, a través de su columna semanal: Crónica menor, publicado en el portal de la Iglesia Merideña.

“Intransigentes, intolerantes o fanáticos”, ha sido el categórico titular del sexto Cardenal de Venezuela.

Al parecer, quiso dar repuestas a quienes con saña han cuestionado su afición al “arte de la tauromaquia” que, aunque en declive en el mundo entero, mantiene muchos seguidores, entre ellos Porras Cardozo.

El primer aficionado de honor de la Monumental de Mérida

Efectivamente, revisando algunos artículos de Internet, se observa cómo ciertos escritores y medios allegados al gobierno chavista y corrientes anti taurinas, cuestionan la simpatía que desde siempre ha tenido Porras hacia los toros de lidia.

Hasta lo llamaron “Cardenal Tauricida” (febrero de 2017). Además de descalificaciones en Redes Sociales y foros que se generaron hacia finales de 2016.

Vale recordar que en el inicio de la XLVIII Feria Internacional del Sol (noviembre de 2016), el Purpurado ofició una misa de acción de gracias con motivo del L aniversario de la plaza “Román Eduardo Sandia”. Luego, Porras bajó al ruedo, para “dar unos cuantos muletazos al aire”, según captó para la historia el reportero Ramón Pico.

Las imágenes, aunque hicieron las delicias en los medios taurinos, levantaron reacciones negativas entre los detractores de la “fiesta brava”.

Una frase entre la reciente respuesta de Porras, a pesar del tiempo en que llega, es de las más duras:

Por qué no alzan la voz con la misma contundencia por quienes pasan hambre, o están en cárceles en condiciones infrahumanas, o protestan por los niños sin escuela y sin transporte, pregunta Porras en su artículo.

Sigue en su respuesta afianzado en el Pontífice Romano: “Razón tiene el Papa Francisco en alzar la voz por los derechos de los inmigrantes que mueren o padecen explotación, o por la depredación del ambiente convirtiendo en eriales tierras fértiles y útiles”.

El 20 de noviembre de 2016, la Comisión Taurina del Municipio Libertador del estado Mérida, su personal técnico auxiliar y el cuerpo médico, proclamó al Cardenal Porras: “Como Primer Aficionado de Honor de la Plaza Monumental “Román Eduardo Sandia” de Mérida”, según Venezuela Taurina.

Pero dejemos que se el propio cardenal Baltazar Porras quien hable desde su teclado:

Intransigentes, intolerantes o fanáticos

Cardenal Baltazar Porras Cardozo

Llama la atención el “tono” de los ataques que se hacen a la Feria del Sol y a las corridas de toros. Parto del presupuesto que en una sociedad plural haya opiniones diversas y hasta contradictorias sobre muchos tópicos. El que haya personas o instituciones que adversen las corridas de toros es semejante a quienes rechazan el boxeo o los deportes peligrosos. Pero lo que no es comprensible es que se pretenda que todo el mundo piense como ellos.

La convivencia exige conductas incompatibles con cualquier tipo de dictadura o imposición por la fuerza, bien sea por la ley o por las malas.

Ojalá que la misma pasión que se tiene por los animales, se tuviera por la defensa de la vida de los humanos, de la gente que sufre, del rechazo a los violentos, o a los que hacen de la inseguridad, la ocasión para abusar. Por qué no alzan la voz con la misma contundencia por quienes pasan hambre, o están en cárceles en condiciones infrahumanas, o protestan por los niños sin escuela y sin transporte.

Razón tiene el Papa Francisco en alzar la voz por los derechos de los inmigrantes que mueren o padecen explotación, o por la depredación del ambiente convirtiendo en eriales tierras fértiles y útiles.

Me pregunto si esas personas son vegetarianas a rajatabla, porque seguramente disfrutan de un trozo de carne o de cualquier especie de tierra o mar, que halagan a los paladares más exquisitos. Como ojos que no ven corazón que no siente, no se han paseado nunca por un matadero, ni tienen idea de la reacción instintiva de estos indefensos animalitos que no son degollados al acorde de música celestial.

Por qué no se condena con igual ímpetu deportes que rebajan la condición humana o la ponen en tal nivel de riesgo que difícilmente salen con vida o quedan en condiciones deplorables después de un accidente.

Como la ignorancia es atrevida cuando no se tiene idea de las cosas, al no saber que no existe mayor mimo que en la cría del toro de lidia. Reciben mejor crianza que los más refinados aristócratas o nuevos ricos del mundo. La fiesta taurina comienza en las dehesas, en el campo, en el que se une el cuido del medio ambiente con el ofrecimiento de un espacio mayor que cualquier parque urbano. En cambio, va contra la condición “normal” de un pájaro estar “encerrado” en una jaula, o la de animales salvajes en un zoológico, fuera de su hábitat natural.

La contribución a una ecología integral de la cría de los morlacos contrasta con la destrucción de miles de hectáreas para cultivos dañinos o para la extracción de minerales preciosos o estratégicos que nos dejan sin los recursos hídricos que necesitamos.

Vivimos en una sociedad en la que los derechos humanos no causan furor ni fanatismos, y mejor es que nos distraigamos en la defensa, legítima pero no prioritaria, de los irracionales, porque el rey de la creación es y seguirá siendo, aunque no lo creamos ni lo profesemos, el hombre, a pesar de los millones de niños o ancianos sometidos ahora a la imposición de las leyes del aborto o de la eutanasia.

Rechazamos las guerras, pero disfrutamos de películas y reportajes donde la superioridad y la fuerza aplasta a los más débiles.

Los grandes pensadores salmantinos del siglo XVIII, los salmanticenses, escribieron sendos tratados sobre la moralidad del toreo. La razón última fue la defensa del hombre, del pobre, que por ser tal no podía ser vituperado, cuando a los nobles de a caballo se les aplaudía el arte. En el campo charro, en las fincas se amasa la amistad y el trabajo en una faena nada fácil pero que se hace con auténtico cuidado.

La contemplación de este arte, el de la superioridad de la fragilidad humana sobre la fuerza y el envite de la fiera no genera odios ni muertes como otras disciplinas, sino el sabio desquite hecho con garbo y finura.

Me atrevo a reclamar sensatez y respeto para que sepamos y cultivemos la tolerancia y comprendamos las razones del “otro” sin que la sangre llegue al río.

Ramón Antonio Pérez // El Guardián Católico

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