Por Antonio Pérez Esclarín
Si la educación es un acto de amor, no puede producir desánimo ni temor. Con relaciones autoritarias, amenazas, y castigos que maltratan, causan miedo o desmotivan no va a ser posible educar. Tampoco va a ser posible educar si el Ministerio del Poder Popular para la Educación maltrata a los educadores, viola la Constitución y los derechos laborales y llega al absurdo de postergar la mayor parte del pago de las vacaciones para el próximo año. Si la función del maestro o profesor es ponerse al servicio del alumno, que siempre debe ser el centro, la función del Ministerio es cumplir con la Constitución, velar que se cumplan los derechos de los alumnos y de los educadores y tenerlos motivados y contentos. En días pasados aplaudimos la diligencia de algunos funcionarios del Gobierno para evitar y castigar oportunamente el bullyng en algunos centros educativos, pero ¿porqué no manifiestan la misma diligencia para evitar el bullyng a los educadores?
El amor genera confianza y seguridad. Si es muy importante que los alumnos se sientan en la escuela, desde el primer día, aceptados, valorados y seguros, también lo es que los educadores se sientan .así. Sólo en una atmósfera de seguridad, alegría y confianza podrá florecer la sensibilidad, el respeto mutuo y la motivación, tan esenciales para un verdadero proceso de enseñanza-aprendizaje. Si logramos que los niños vivan felices, estaremos poniendo las bases para que después sean adultos buenos. Si logramos que los educadores se sientan motivados y contentos, y se reconoce su esfuerzo y su trabajo, estaremos poniendo los cimientos para una educación de calidad.
La mayoría de los educadores han demostrado espíritu de servicio y creatividad en los tiempos de la pandemia y de la postpandemia. A algunos su amor a la educación y a los alumnos les ha llevado a realizar actos heroicos. Sé de maestros que caminan todos los días varios kilómetros para llegar a la escuela. Muchos otros subvencionan la educación con trabajos informales que realizan en las horas libres, y así poder sobrevivir. Algunos me han dicho que el amor a la educación, a los alumnos y a Venezuela les impide marcharse del país. Por ello, creo que tienen bien merecido el pago debido y bien ganado que les posibilite disfrutar de vacaciones en las que puedan descansar, recuperarse e iniciar con buen ánimo el nuevo curso escolar,
Amar la educación supone garantizar las condiciones para que se ejerza debidamente. Ama el maestro que cree en cada alumno, lo respeta, lo apoya, y está siempre dispuesto a ayudarle para que llegue tan lejos como le sea posible en su desarrollo integral. A su vez, los educadores deben sentirse respetados, apoyados y amados de un modo eficaz. Valorar la educación supone valorar a los educadores y combatir todo lo que contribuya al desánimo, el pesimismo, la desesperanza y a la subvaloración de esta profesión que Bolívar consideraba la más digna e importante. Es muy triste y lamentable reconocer que algunas universidades han debido cerrar la carrera de educación por la falta de alumnos.
Si bien es cierto que vivimos tiempos muy difíciles, que debemos acabar con la cultura rentista y clientelar, y apostar por el trabajo y la educación como medios esenciales para aumentar la productividad, construir ciudadanía y lograr un desarrollo sustentable, demostremos con hechos que queremos apoyar la educación y el trabajo, remunerando dignamente el trabajo de los educadores.
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