La urgente necesidad de enseñar la Visión Cristiana de la Persona Humana

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Presbítero Andrés Bravo

Padre José Andrés Bravo H.

Existe un documento publicado el 30 de diciembre de 1988 por la Congregación para la Educación Católica sobre unas Orientaciones para el Estudio de la Doctrina Social de la Iglesia, dirigido a aquellos que se están formando para la Vida Sacerdotal. Considero que es muy útil en la actualidad para la Evangelización. Se trata de un importante documento que, en mi opinión, no se le ha dado su debida importancia. Después, el entonces Pontificio Consejo Justicia y Paz (hoy es Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral)  publica el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (Compendio DSI), que va a profundizar en muchos temas, sobre todo en lo que respecta al humanismo cristiano integral y solidario, a la Evangelización, a la persona humana con sus principios y valores.

Uno de los temas mejor tratados por el Compendio es la Persona Humana y sus múltiples dimensiones: “Iluminada por el admirable mensaje bíblico, la Doctrina Social de la Iglesia se detiene, ante todo, en los aspectos principales e inseparables de la Persona Humana para captar las facetas más importantes de su misterio y de su dignidad” (Compendio DSI 124). Entre las múltiples dimensiones indica la unidad integral de alma y cuerpo, la apertura a la trascendencia, su unidad irrepetible, el valor y los límites de la libertad, el vínculo de la libertad con la verdad y la ley natural, la igual dignidad de todas las personas y la sociabilidad humana. Pero, todos estos instrumentos de formación humanista, son fruto del Vaticano II, especialmente de la Constitución Gaudium et Spes (GS) y, se debe destacar, de la Encíclica Populorum Progressio (PP-1967) del Papa Pablo VI, donde se hace un excelente estudio del desarrollo humano como crecimiento humano de forma integral, sin reducirlo al solo desarrollo económico.

Quiero dejarles de entrada unos textos del documento de la Congregación para la Educación Católica. Justificando la promulgación de las Orientaciones, nos motiva a una urgente misión para la actualidad: “Al tomar esta iniciativa, se tiene conciencia de responder a una verdadera necesidad, hoy sentida vivamente por todas partes, de hacer beneficiaria a la familia humana de las riquezas contenidas en la Doctrina Social de la Iglesia, mediante el ministerio de Sacerdotes bien formados y conscientes de los múltiples deberes que les esperan”. También es útil para los Laicos. Sigue diciendo este documento en su introducción: “Hoy, la Doctrina Social está llamada, cada vez con mayor urgencia, a aportar su propio servicio específico a la Evangelización, al diálogo con el mundo, a la interpretación cristiana de la realidad y a las orientaciones de la acción pastoral, para iluminar las diversas iniciativas en el plano temporal con principios rectos… Se trata de promover un verdadero progreso social, el cual, para garantizar efectivamente el bien común de todos los hombres, requiere una organización justa de tales estructuras”. A continuación enseña, como si lo hubiese escrito hoy, “es, por consiguiente, evidente que el grave drama del mundo contemporáneo, provocado por las múltiples amenazas que a menudo acompañan al progreso humano, no puede dejar indiferente a nadie. Se trata, por tanto, más urgente y decisiva la irrenunciable presencia evangelizadora de la Iglesia en el complejo mundo de las realidades temporales que condicionan el destino de la humanidad”.

Pensemos entre las multiples amenazas en la ideología de género y en el mal llamado progresismo, que de progreso no tiene nada. Sin embargo, lo que nos debe ocupar con interés máximo es lo que el citado documento enseña (advirtiendo de sus propios límites en este campo temporal) y es que la Iglesia “puede y debe dar, a la luz del Evangelio, los principios y las orientaciones indispensables para la organización justa de la vida social, para la dignidad de la persona humana y para el bien común”.

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