Rector de la UCAB: “La democracia no funciona si no hay limitación al poder”

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Rector de la UCAB, Arturo Peraza, s.j

El sacerdote y rector de la UCAB intenta responder a algunas interrogantes vigentes en el contexto social y político de Venezuela. Compartimos la primera parte de este diálogo

El rector de la UCAB, Arturo Peraza, s.j., cree que actualmente se está presentando un proceso interesante en el país, donde parece abrirse otro modelo de oportunidades y relacionamiento distinto entre la sociedad civil y el Estado. Sobre su rol como sacerdote y rector siente que, como el resto de los venezolanos, está llamado a no esperar que las condiciones se den sino a crearlas “para que las cosas se den”.

En una entrevista que concedió al portal web Retopaís, el sacerdote intenta responder a algunas interrogantes vigentes en el contexto social y político de Venezuela. Compartimos la primera parte de este diálogo.

El pasado mes de mayo, la UCAB hizo un reconocimiento público, a través del otorgamiento del Premio Valores Democráticos, a Román Duque Corredor, Alfredo Infante, s.j., Roberto Patiño, a la Universidad Central de Venezuela y a la Universidad de Los Andes, por el trabajo que llevan adelante en la formación y promoción del desarrollo de ciudadanía en la población.

– ¿Usted cree que los venezolanos tenemos arraigados esos valores? ¿Cuáles de ellos nos resistimos a abandonar? ¿De cuál democracia hablamos?

– “Yo creo que hay dimensiones de la democracia que los venezolanos destacamos de una manera fuerte e importante y hay, quizás, otras que no valoramos en las mismas condiciones y que, por lo tanto, nos ha traído problemas a lo largo de la historia sobre la construcción de nuestra democracia. Uno de esos elementos socialmente importante es la búsqueda de la igualdad, tanto en la guerra de independencia como en la guerra federal y, después, en las luchas sociales de lo que significó el concepto de democracia a principios del siglo XX.  En las guerras mencionadas se generaron procesos de igualación social y rompimiento de los estamentos que eran el fundamento en la sociedad desde el siglo XVII hasta el XIX. En el país se avanzó muy rápido en ese proceso, más que en otros de América Latina, aquí por las circunstancias que fueran estuvo muy al eje de lo que nosotros llamamos independencia, lo que llamamos federalismo, que continuó con la palabra democracia. Cuando Venezuela se vuelca al movimiento democrático le preocupa el acceso a la tierra, las condiciones de superación socioeconómica, las condiciones de trato igualitario de todos los ciudadanos. Ese elemento de la dignidad de la persona está muy al centro del discurso del venezolano que dice: ¡respéteme como ciudadano!”.

– ¿El elemento de igualdad subsiste más que el de libertad?

– “Sí, sin duda. Para el venezolano democracia es igualdad de oportunidades, es tener acceso a…, es tener la posibilidad de…  y, en ese sentido, todo lo que niegue la posibilidad de esas condiciones de acceso y de desarrollo de vida -en términos sociales- es una negación del concepto democrático. Yo siento que es un elemento a ser considerado cuando tengamos que retomar el concepto de democracia en Venezuela, porque es una dimensión fundamental que, quizás, a final del siglo XX, se dejó soslayar y eso hizo naufragar el proyecto democrático que se llevó durante el período de la Constitución del año 61, fundamentalmente, ese proceso de 40 años que vivió la república. La igualdad estuvo muy presente al principio de este proceso democrático que se inicia desde 1958, que tiene elementos fundamentales en el Pacto de Punto Fijo y en el Pacto Constitucional de 1961; luego se va desdibujando en el camino y se van perdiendo estos elementos de solidaridad, de acceso a programas sociales, de posibilidades de transformación y de elevación de las condiciones de vida.

Lo segundo que me parece importante, y que, efectivamente, sí está en el universo del concepto democrático venezolano, tiene que ver con la libertad, la autonomía.  Nuestra sociedad tiene una ventaja-desventaja, tenemos cierta tendencia a la anarquía, es decir, yo creo que cada cual se hace su vida y eso tiene un conjunto de desventajas clarísimas para el concepto de democracia, pero innegablemente, a la vez, hace difícil los elementos de autoritarismo y, muy especialmente, las líneas totalitarias en Venezuela. Esa intención naufragó por este elemento prácticamente anárquico que está en nuestra cultura, que respeta mucho el hecho de que cada cual hace lo que mejor cree que debe hacer. Resulta como complicado manejar una sociedad que no está acostumbrada a las estructuras corporativas y que no se adapta fácilmente a ellas”.

– Es decir… que esa cosa mala nos ha salvado

– “Claro, en algún sentido, claro que nos ha salvado. El venezolano valora mucho el elemento de poder elegir, poder votar, poder indicar qué es lo que él desea y no acepta fácilmente las imposiciones. Puede guardar silencio, pero ese silencio no es aquiescencia, quizás es la prudencia de tener que decir ‘ya veremos si hay una mejor oportunidad’. Eso ocurrió en 1957, en 1952, con el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, unas elecciones manidas que no tuvieron legitimidad, que el venezolano se vio obligado a someterse a una trampa, pero eso no significó que en aquellas elecciones ganó Marcos Pérez Jiménez, en virtud de una estructura autoritaria que él intentó imponer en Venezuela. Termina cayendo”.

“En Venezuela tú puedes tener distintas circunstancias en donde, efectivamente, los elementos autoritarios aparecen, como en el gomecismo y en otros momentos de la historia, pero eso no significa legitimidad; no es que no sea poder y hay que recordar que uno tiene que distinguir la palabra poder de legitimidad. Confundir las dos palabras es un error. Eso pasa con mucho autoritarismo e, incluso, en el presente tenemos este punto de la legitimidad como un punto crítico en la gestión que se está llevando actualmente del Estado y que ha generado fracturas muy importantes en el reconocimiento frente a un sector, muy importante, de la población venezolana que no le otorga legitimidad al régimen, lo que no significa que este régimen no tiene poder. Debo insistir en la distinción de las palabras”.

“Hay un elemento, en esto de la anarquía, que tendría que señalar: en el concepto de democracia sí se requiere, además, una estructura normativa, porque supone la convivencia de los distintos. Y esta norma genera un principio de igualdad y equidad entre todos los que integran ese proceso. Y aquí tenemos un problema”.

– ¿Un problema de civilidad?

– Sí, he ahí donde tenemos el problema. Este libertarismo individual que hay en Venezuela, donde yo hago lo que a mí me parece y como me parece, que culturalmente lo puedes hallar en el barrio cuando cada cual prende su aparato de sonido al volumen que quiere, sin tomar en cuenta el impacto comunitario que generas con esa conducta, o el ejemplo clásico de los motorizados en la avenida Sucre viniendo a contrasentido y no pasa nada. Esto nos indica que hay una dimensión del elemento democrático que es fundamental y que, quizás, es lo que genera ciudadanía: la civilidad. Este elemento que especialmente agrega la República Romana, el hecho del derecho como un modelo de estructuración de las relaciones sociales sobre la cual todos somos tratados de igual manera y hay unas reglas de conducta que valen igual para todos los ciudadanos, no importa cuál sea su posición, en Venezuela, lamentablemente, presenta problemas.

– En ese proceso de formación de democracia en el país, ¿cuánto pesa el centralismo?, ¿cuánto pesa la descentralización?, ¿nos perdimos en ese camino iniciado con la Copre -Comisión Presidencial para la Reforma del Estado- en los años 80 del siglo pasado?

– “Yo creo que la descentralización fue una de las cosas que nunca se compró. La descentralización significa la capacidad de establecer reglas, normativas que generan igualdad de condiciones entre los distintos actores que tienen distintas funciones, entendiendo que cada cual tiene sus autonomías y que éstas están en relación sobre la base de una norma común que nos gobierna, lo que pone límites a mi poder como pone límites al poder del otro. Eso es lo que supone una estructura federal. Dado lo que yo acabo de decir, eso genera miles de inconvenientes. Cuando se propuso el tema de la descentralización en Venezuela, ni siquiera los partidos políticos compraron la idea, más bien la vieron como una pérdida del poder real de las organizaciones centralizadas, léase Acción Democrática, Copei, y de sus entidades del Gobierno nacional que tenían capturado un poder desde Caracas con organismos centralizados”.

– Pero… ¿y el resto del país?

– “Bueno, ese es el problema, quizás no se ve reflejado y, por tanto, el desarrollo termina siendo desigual.  En el centro, el desarrollo tiende a ser preponderante y en las regiones a ser marginal e incluso en las mejores versiones de desarrollo regionales, como fue el caso de Ciudad Guayana, lamentablemente terminan siendo posiciones de enclave. ¿Qué quiere decir de enclave? Cuando tengo una ciudad con una capacidad de desarrollo muy interesante, sobre la base de un elemento de producción, como eran las empresas básicas de la energía eléctrica. Aquello tenía un fundamento económico y una estructura de ciudadanía que permitió algún nivel de poder, pero un universo de límites, que hoy en día los están viendo. El fundamento de ese proceso también tenía muchos límites, entre otras cosas porque no era verdad que la ciudad controlaba sus propios recursos y elegía qué se podía hacer en el contexto de un marco nacional de desarrollo, sino que la gestión se gobernaba desde Caracas y el resultado lo tenemos a la vista. Ciudad Guayana es una de las ciudades con menos acceso a gasolina a nivel nacional, por no hablar de la energía eléctrica o el acceso al agua. Siempre he repetido una frase: esa ciudad tiene los dos ríos más grandes del país, pero no tiene ni una gota de agua en los tubos. Eso es así y hay detrás un problema de gestión y autonomía, porque en qué sentido el Estado y la ciudad pueden gestionar el problema del agua sin depender de otras instancias centralizadas. Ese es el quid”.-

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