Por Antonio Pérez Esclarín
En momentos en que en Venezuela está roto el tejido social, se combate el pensamiento crítico y seintenta convertir a los ciudadanos en meros clientes, urge una educación que promueva las competencias esenciales para la sana convivencia y para el ejercicio de una ciudadanía activa y responsable:
-Aprender a no agredir ni física, ni verbal, ni psicológicamente a nadie, requisito indispensable para la convivencia social y condición irrenunciable de la genuina democracia. La agresión es signo de debilidad moral e intelectual, y la violencia es la más inhumana ausencia de pensamiento. Valiente no es el que insulta, amenaza, golpea, sino el que es capaz de dominar sus tendencias agresivas y las convierte en canal de encuentro y construcción de vida.
-Aprender a comunicarse, a escuchar, a dialogar, a expresarse con libertad, defender con firmeza las propias convicciones sin agredir ni ofender al que piensa diferente. Una comunidad que aprende a conversar, aprende a convivir.
-Aprender a tratar con respeto y cortesía, a reflexionar y decidir en grupo, a considerar los problemas como retos a resolver y no como excusas para culpar a otros.
-Aprender a valorar las diferencias políticas, religiosas, de raza y de género, sin convertirlas en desigualdades. Aprender a valorar la propia familia a afincarse en las raíces culturales y sociales, y a respetar las familias y culturas diferentes dentro y fuera de cada país, combatiendo los dogmatismos, fundamentalismos e intolerancia de quienes quieren imponer una única forma de pensar, de creer, de vivir.
-Aprender a cuidarse, a cuidar a los otros, a cuidar el ambiente como Casa Común que nos sustenta a todos, combatiendo las políticas extractivistas que causan gran deterioro ambiental, el desinterés del público por lo público y la privatización de lo público.
-Aprender a esforzarse y a trabajar con responsabilidad y calidad, medio esencial para garantizar a todos condiciones de vida digna (vivienda, alimentación, educación, trabajo, recreación…), como factores esenciales para la convivencia pacífica. Si gran parte de la población no cuenta con condiciones adecuadas de vida y apenas sobrevive penosamente, no será posible la convivencia. La paz verdadera se afinca sobre las bases de la justicia y la equidad. La defensa de los derechos humanos se transforma en el deber de hacerlos posibles y reales para todos. Esto va a suponer, entre otras cosas, impulsar unas políticas educativas y económicas vigorosas que promuevan la productividad, la eficiencia, la calidad, la solidaridad y combatan la mentalidad facilista, limosnera, populista, mesiánica, individualista.
-Aprender a comprometerse por una ciudadanía activa y responsable y por lograr una genuina democracia orientada a promover y hacer posible la vivencia de los derechos humanos de todos y de todas. Democracia sustentada en la autonomía e independecia de los distintos poderes, que garantice elecciones equitativas y justas y respete los resultados; donde los militares estén al servicio de la Constitución y del país y no de una facción política; que incluya la participación de todos en el acceso a la información veraz y transparente y no amordace ni cierre los medios críticos; que garantice a todos los bienes esenciales y los servicios públicos de calidad, que nos permitan vivir con dignidad. Donde nadie quede excluido del derecho a trabajar, organizarse, expresarse, vivir.
(pesclarin@gmail.com) @pesclarin www.antonioperezesclarin.com
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