Por: Antonio Pérez Esclarín
¿Qué democracia es esta que amenaza, detiene en alcabalas y permite agredir a candidatos de oposición, y los agresores no son detenidos, enjuiciados y sancionados; y lo que es todavía peor, ninguna autoridad del gobierno condena la violencia y esa conducta tan antidemocrática? ¿Será que están de acuerdo con esos actos vandálicos o que incluso los promueven? ¿Para qué sirven los derechos de libertad de movilización, de expresión y de organización tan consagrados en la Constitución? Es más, ¿para qué sirve la Constitución si vemos que se viola impunemente y ningún organismo responsable de velar por ella hace nada para garantizar su cumplimiento?
Es necesario recordar que la democracia es una forma de organización de los ciudadanos para la convivencia. Es también un sistema político y una filosofía de vida. Da por supuesto que las personas y los grupos sociales somos diversos, y que tenemos el derecho de expresar libremente nuestra diversidad. Frente a una homogeneidad propia de la dictadura, que persigue la crítica y no tolera a los que piensan diferente, la diversidad constituye una enorme riqueza. Pero por su misma naturaleza produce conflictividad. La democracia será posible sólo si existe la decisión y los instrumentos políticos necesarios para prevenir y resolver los conflictos de una manera pacífica, sin ningún tipo de violencia. Ya desde Aristóteles, el arte de la política consistía en resolver los conflictos mediante la palabra (Parlamento viene de parlar, hablar), el diálogo, la negociación, desechando cualquier recurso a la violencia, que es lo propio de los pueblos primitivos y de las personas deshumanizadas.. Mandar en vez de persuadir eran formas prepolíticas, típicas de tiranos. Los que están dispuestos a imponer sus puntos de vista de un modo violento, los que repiten que no entregarán el poder ni por las buenas ni por las malas, los que impiden el libre pensamiento y cierran medios y emisoras, los que tratan de inhabilitar a candidatos, no entienden lo que es democracia y ciertamente la destruyen. El autoritario no sólo niega la libertad de los demás, sino la suya al transformarla en el derecho inmoral de aplastar otras libertades. En este sentido, resultan iluminadoras las palabras del poeta y maestro cubano José Martí: “Como la libertad vive del respeto y la razón se nutre de lo contrario, edúquese a los jóvenes en la viril y salvadora práctica de decir sin miedo lo que piensan y oír sin ira ni mala sospecha lo que piensan otros”.
Atrapados todavía en las viejas dicotomías de izquierdas y derechas, que cada vez tienen menos sentido por no reflejar la realidad, y se suelen utilizar para descalificar al adversario, necesitamos reconocer que la validez de la política ya no proviene de la calidad de las ideologías, ni de los discursos emancipadores o humanistas, sino de la lucidez para interpretar y transformar la realidad, de modo que garantice vida digna y la vivencia de los derechos humanos a todos y todas por igual. La mayor perversión de la política es retorcer los mecanismos democráticos para adaptarlos a las ambiciones personales o de grupo, y de este modo, mantener la ficción de democracia para acabar con ella.
Si el voto libre, responsable y respetado, es el mecanismo más idóneo para fortalecer la democracia, todos debemos votar y alentar a la gente a que acuda a elegir al candidato unitario y luego respaldarlo en las elecciones presidenciales aunque no sea el de nuestra preferencia.
(pesclarin@gmail.com) @pesclarin www.antonioperezesclarin.com
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