María Ignacia se llamaba, era devota de San Pedro y ahora su tributo es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad
Cada final del mes de junio, San Pedro toma el protagonismo en el calendario religioso popular. Coincidiendo con la fiesta de San Pedro y San Pablo, Pablo no figura en las ceremonias de cantos y bailes al ritmo ensordecedor de tambores y fulías, pero San Pedro sí.
El milagro
El origen de todo esto es el milagro que el apóstol de Jesucristo y primer jefe de su Iglesia habría hecho a una negra esclava llamada María Ignacia. La leyenda, según cuenta la tradición oral, asegura que su hija le fue curada de una enfermedad que, ya estaba cantado, la llevaría sin remedio a la tumba. La hija se llamaba Rosa Ignacia y las fiebres eran cada vez más altas.
Ella prometió al santo que cada día de su fiesta, todos los años, sin falta, estaría en las calles, junto a su pueblo, dedicándole una parranda, claro, si le curaba a su hija. Cuentan que la jovencita fue curada en el acto, completamente y de manera duradera. Y María Ignacia cumplió. Hasta el sol de hoy, esa parranda arranca al despuntar el alba cada 29 de junio.
Su marido, para no romper la promesa que ella había hecho, decidió vestirse con sus ropas, abultar su abdomen con trapos (para simular embarazo) y salió a «parrandear».
Lo acompañaban sus dos hijos varones. Con el pasar de los años, los esclavos siguieron pagando la promesa todos los 29 de junio: Un hombre se viste como María Ignacia, con una muñeca en sus brazos (Rosa Ignacia) y dos niños que siempre bailan cerca de «María Ignacia». Es por esa razón que la parranda se caracteriza por ver siempre a un hombre vestido de mujer.
El gran alboroto
El alboroto es en varias ciudades de Venezuela, pero el grueso de las festividades se concentran en la zona de Guatire-Guarenas, cercana a Caracas y muy devota de San Pedro. El centro de las celebraciones es la escenificación de la curación de la niña. Las calles de llenan de gente cantando, bailando y dando vivas a San Pedro.
Pero el día anterior, todo comienza con una vigilia o «velorio» donde se le canta y se le baila a la imagen del santo, que ha permanecido guardada durante todo el año en la casa de alguno de los parranderos. La misa de medianoche es seguida por una gran procesión en su honor cuyas imágenes portan los participantes llenando las calles de colorido
Los parranderos van vestidos con levita y pumpá (uno de ellos lleva la imagen del santo, otro lleva una bandera amarilla y roja) y acompañados por Cuatro -el instrumento típico de Venezuela que semeja una pequeña guitarra de tan sólo 4 cuerdas- y las infaltables maracas. La percusión se logra con unos pedazos de cuero de animal amarrados a los pies a manera de sandalias, que conocemos como «cotizas».
A la mañana siguiente, la parranda se inicia con una Misa en el templo parroquial y luego los parranderos, cantando y bailando recorren las principales calles del pueblo, acompañados por muchísima gente y portando imágenes del santo.
Algunos parranderos, vestidos con trajes de vivos colores minuciosamente confeccionados, representan los papeles de los personajes principales de esa leyenda, mientras que los demás agitan banderas y estandartes, tocan instrumentos musicales, bailan y cantan, improvisando melodías populares.
Las mujeres participan en la preparación y celebración de la fiesta organizando reuniones para instruir a las jóvenes generaciones en la práctica de este elemento del patrimonio cultural, ornamentando las iglesias, vistiendo a las imágenes del santo y cocinando platos tradicionales.
Fiesta de familia
Es una fiesta de familia, de comunidad y de mucha alegría. La Unesco, en su página, pone:
«Tanto adultos y niños de las comunidades, se reúnen para compartir todos juntos momentos de alegría. Esas reuniones sirven para celebrar el espíritu comunitario, la energía y la satisfacción de los parranderos, así como la vitalidad de una tradición que simboliza y reafirma el espíritu de lucha contra la injusticia y las desigualdades».
De hecho, se ha razonado que la presencia de los dos hijos de María Ignacia y su marido es de carácter simbólico para significar la unión entre los partidos políticos de la época: Liberales y Conservadores, los cuales realizaron un pacto para no politizar la celebración. La tradición ha continuado hasta nuestros días.
Según esas tradiciones orales la parranda nació en la época colonial. Otros creen que nació a mediados del siglo XIX cuando la lucha política entre Conservadores (que se identificaban con el color rojo) y los Liberales (que se identificaban con el color amarillo). Y no tendría nada de raro que las representaciones durante esa parranda también resultaran una manera de ridiculizar las peleas entre ambos bandos políticos.
Cuando María Ignacia murió, encargó a su gente de perpetuar los homenajes a San Pedro, tal y como ella los había instituido. Después de todo, la protagonista del evento es una familia y la algarabía tiene su raíz en un acto de agradecimiento al santo, lo que se traduce, para ese pueblo, en esperanza sin fin.-
Macky Arenas – Aleteia Venezuela
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