El Papa ha recibido el premio “È giornalismo” de los informadores italianos y a una representación de la Red Internacional de Legisladores Católicos
El papa Francisco ha recibido el premio “È giornalismo” de los periodistas italianos, un reconocimiento que ha decidido aceptar debido a la “la urgencia de una comunicación constructiva, que favorezca la cultura del encuentro frente a la de la división, la cultura de la paz y no la de la guerra, la de la apertura al otro frente los prejuicios”. También pidió a los periodistas “ayuda” para contar al mundo el sínodo sobre la sinodalidad que “la Iglesia ofrece hoy al mundo, un mundo tantas veces tan incapaz de tomar decisiones, incluso cuando está en juego nuestra propia supervivencia”.
“Estamos intentando aprender una nueva forma de vivir las relaciones, escuchándonos unos a otros para oír y seguir la voz del Espíritu. Hemos abierto nuestras puertas, hemos ofrecido a todos la oportunidad de participar, hemos tenido en cuenta las necesidades y sugerencias de todos. Queremos contribuir juntos a construir una Iglesia en la que todos se sientan como en casa, en la que nadie quede excluido. Esa palabra del Evangelio que es tan importante: todos. Todos, todos: no hay católicos de primera, de segunda o de tercera: no. Todos juntos. Todos”, reclamó el Papa.
“Ayudadme a contar este sínodo como realmente es, dejando atrás la lógica de los eslóganes y de las historias preconfeccionadas”, reclamó el Papa al reflexionar sobre la realidad de los hechos. “En un tiempo en el que todos parecen comentarlo todo, incluso al margen de los hechos y a menudo incluso antes de estar informados, redescubramos y volvamos a cultivar cada vez más el principio de realidad” frente al riesgo de que “la sociedad de la información se convierta en la sociedad de la desinformación”.
Los pecados del periodismo
También reclamó Bergoglio que “la desinformación es uno de los pecados del periodismo, que son cuatro: la desinformación, cuando un periodismo no informa o informa mal; la calumnia –tantas veces se utiliza–; la difamación, que es diferente de la calumnia, pero destruye; y el cuarto es la coprofilia, es decir, el amor al escándalo, a la inmundicia. El escándalo vende. Y la desinformación es el primero de los pecados, de los errores del periodismo”.
El Papa, recordando que la comunicación es un diálogo basado en la escucha, también se mostró preocupado por las manipulaciones de, por ejemplo, “quienes propagan interesadamente fake news para orientar a la opinión pública”. “Por favor, no cedamos a la lógica de la oposición, no nos dejemos influir por el lenguaje del odio. En la dramática coyuntura que vive Europa, con la continuación de la guerra en Ucrania, estamos llamados a una sacudida de responsabilidad. Mi esperanza es que se dé espacio a las voces de la paz, a quienes se comprometen a poner fin a éste como a tantos otros conflictos”, clamó.
La cultura del encuentro
Sobre este tema ha hablado en otra audiencia, con los miembros de la Red Internacional de Legisladores Católicos que trata de llevar a la doctrina social de la Iglesia a la esfera pública que celebra su encuentro anual a las afueras de Roma. El Papa recalcó que la visión cristiana pone en el centro el valor y la dignidad de la persona. “Es necesario estar atentos, porque lamentablemente en estos canales de comunicación también se pueden encontrar prácticas deshumanizadoras de matriz tecnocrática, como la difusión deliberada de fake news, el fomento de actitudes de odio y división –propaganda partidista–, la reducción de las relaciones humanas a algoritmos, por no hablar del fomento de falsos sentidos de pertenencia, especialmente entre los jóvenes, que pueden conducir al aislamiento y la soledad”.
Francisco apeló por una difusión de “una cultura del encuentro auténtico”, basada en el respeto y en la escucha también de quien piensa diferente, puede superar el “uso distorsionado de los encuentros virtuales”. Animó a la entidad a ser mantenerse como “una red internacional genuinamente católica, señalaréis con credibilidad una alternativa a la tiranía tecnocrática que induce a nuestros hermanos y hermanas a apropiarse simplemente de los recursos de la naturaleza y de la existencia humana, al tiempo que disminuye su capacidad para tomar decisiones y vivir vidas auténticamente libres”.
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