La Iglesia Sinodal, una renovación impostergable

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Padre Andrés Bravo

P. José Andrés Bravo H.

El Sínodo de la Sinodalidad trae consigo, por supuesto, muchas dudas y temores. Así sucedió en tiempos del Vaticano II y sucederá cada vez que la Iglesia haga un alto en el camino y se piense a sí misma, dé una mirada profunda a la realidad de la humanidad que le toca vivir y escuche con el corazón, al Pueblo de Dios, a todos los Bautizados, inspirada siempre por el Espíritu Santo. Muchos manifiestan sus temores por lo que pueda surgir de este importante acontecimiento eclesial. Pero, crecer muchas veces causa dolor. Por eso, este Sínodo se está desarrollando en oración, meditación espiritual y debate. Se escucha al Espíritu Santo y se escuchan entre sí los participantes. Tendríamos también nosotros que acompañarlos con la oración y el estudio, para seguir el ritmo de toda la Iglesia en comunión y participación para la misión. Me temo que estemos distraídos y no nos hemos dado cuenta de la magnitud de lo que se vive. Cada uno sigue viviendo su fe privada de puro culto y cumpliendo lo mínimo de lo que la misma Iglesia nos ha enseñado. Incluso, rechazando el camino de la Sinodalidad, creemos que así defendemos a la Iglesia. Otros aceptan sólo aquello que no moleste su conciencia ni contradiga sus razonamientos. Es tiempo de despertar y lanzar de verdad las redes mar adentro para que actúe en nosotros el milagro de la fraternidad.

Cuando el Papa Francisco comenzaba su ministerio de Obispo de Roma, algunos decían: “Esperamos que pase de las palabras a la acción”. Hoy lo vivimos. Nos invita a soñar y caminar juntos con fe y esperanza, con conciencia clara de la responsabilidad que cada uno tenemos en la Iglesia. Dice, desde lo más profundo de su corazón de Pastor: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (Evangelii Gaudium 27). Se trata, como también lo dice el titular de este numeral, de “una impostergable renovación eclesial”. Esto es lo que está sucediendo en nuestra Iglesia.

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