En la jornada en que el Papa Francisco invita a dedicarla a la invocación de la reconciliación en Oriente Medio, recordamos las circunstancias en las que movilizó espiritualmente, a católicos y no católicos, a pedir el don de la fraternidad. De Siria a Sudán del Sur y al Congo; del Líbano a Afganistán, su llamamiento es no a la violencia, “una derrota para la humanidad
La búsqueda de la paz como un concepto “persistente” que no deja descansar el corazón. Es lo que, en los diez años de su pontificado, el Papa Francisco se ha empeñado en hacer, no perdiendo ocasión, invitando varias veces, a creyentes y no creyentes, a vivir jornadas de ayuno y oración precisamente para invocar este don tan precioso.
Y también para este 27 de octubre, el Sucesor de Pedro ha convocado una jornada para detenerse en oración y abstenerse de comer para invocar de Dios el don de la paz en la Tierra Santa herida por la violencia.
Ayuno y oración: binomio en el que uno alimenta al otro recíprocamente, creando un espacio de discontinuidad de los ritmos cotidianos y una postura abierta a la acogida. Experimentar una condición de debilidad es una forma de desarme, una toma de conciencia del sufrimiento ajeno que estimula la empatía y la fraternidad, un sentimiento de privación que ahuyenta el egocentrismo e invita a sentirse conectado, no enfrentado con el otro.
7 de septiembre de 2013
Paz en Siria: Que se acabe con el fragor de las armas
Corría el año 2012, y la guerra civil en Siria se radicalizaba: tres cuartas partes de los rebeldes contra el régimen gobernante estaban impregnados de un componente extremista salafista, el conflicto se volvía regional.
El 7 de septiembre, el Papa Francisco convocaba la que hoy recordamos como la primera Jornada de Oración y Ayuno por la Paz, en aquella ocasión “en la querida nación de Siria, en Oriente Medio, y ¡en el mundo entero!”.
En la vigilia en el atrio de la Plaza de San Pedro, miles de personas se reunieron para centrar su mirada interior en esa misma región que todavía hoy sufre las consecuencias de la destrucción, el dolor y la muerte.
“El mundo de Dios es un mundo en el que cada uno se siente responsable del otro, del bien del otro”, recordaba el Papa.
“Cuando se rompe la armonía, se produce una metamorfosis: el hermano al que hay que cuidar y amar se convierte en el adversario al que hay que combatir, al que hay que reprimir”
Luego la denuncia de que “hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha dormido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos”. Y su grito: “¡La violencia, la guerra sólo traen muerte, hablan de muerte! […] la guerra es siempre una derrota para la humanidad”.
23 de febrero de 2018
Sudán del Sur y República Democrática del Congo: Decir no a la violencia
Era el primer viernes de Cuaresma. El Papa y la Curia Romana concluían los Ejercicios Espirituales en lo que pretendía ser una Jornada especial de Ayuno y Oración por los pueblos de Sudán del Sur y de República Democrática del Congo.
La preocupación del Pontífice por estos dos países, en los que sólo cinco años más tarde tendría lugar el tan deseado viaje apostólico, seguía expresándose en la invitación a sembrar semillas de paz allí donde la guerra civil y la inestabilidad política siembran, en cambio, muerte, inseguridad y terror.
Ya el 23 de noviembre del 2017, el Sucesor de Pedro participó en la iniciativa de oración por estas naciones en la Basílica Vaticana, pidiendo también a los no católicos y a los no cristianos que encuentren formas adecuadas para “decir concretamente ‘no’ a la violencia”.
“¡Porque las victorias obtenidas mediante la violencia son falsas victorias; ¡mientras que trabajar por la paz es bueno para todos!”
Su pensamiento en esa ocasión se dirigió en particular a las mujeres víctimas de la violencia en las zonas de guerra, a los “niños que sufren a causa de conflictos a los que son ajenos, pero que les roban la infancia y a veces incluso la vida”. El llamamiento fue a desterrar toda forma de hipocresía al callar o negar las matanzas de mujeres y niños.
“Aquí – fue su denuncia – la guerra muestra su rostro más horrible”. Y luego su llamamiento a los gobernantes para que se impregnen de un espíritu noble, recto, firme y valiente en la búsqueda de la paz, “a través del diálogo y la negociación”.
4 de septiembre de 2020
Reconstruir el Líbano, por el bien común
Un mes después de la tragedia que había golpeado al Líbano, con la explosión en el puerto de la ciudad de Beirut, en su audiencia general del 2 de septiembre del 2020, el Papa Francisco convocaba a una jornada universal de ayuno y oración bajo el signo de la solidaridad el 4 de septiembre, al País de los Cedros. Porque, como repitió San Juan Pablo II en el lejano 1989: “El Líbano no puede ser abandonado en su soledad”.
En este caso, aunque no había conflicto, la resistencia política, económica y social del país estaba en peligro. Considerando que la tolerancia, el respeto, la coexistencia y el pluralismo han conformado la sociedad libanesa, haciéndola única en la región, “por el bien del propio país – afirmaba Francisco – pero también del mundo, no podemos permitir que este patrimonio se disperse”.
Su invitación era a mantener la esperanza y a reencontrar la fuerza necesaria para volver a empezar. La petición a los políticos y líderes religiosos era que “se comprometan con sinceridad y transparencia en la labor de reconstrucción, dejando a un lado los intereses partidistas y mirando por el bien común y el futuro de la nación”.
A la comunidad internacional, la exhortación del Pontífice era a apoyar al país para ayudarlo a salir de esa grave crisis. El 4 de septiembre, sería el cardenal Pietro Parolin quien, representando al Papa en ese país de Oriente Medio, llevaba su mensaje para que el Líbano “realice su vocación de fraternidad”.
29 agosto de 2021
Llamamiento por el pueblo afgano “tan probado”
“Intensificar la oración y practicar el ayuno. Oración y ayuno. Oración y penitencia, éste es el momento de hacerlo”: Así lo dijo el Papa Francisco a la hora del Ángelus del último domingo de agosto de hace dos años, en plena crisis en Afganistán.
Al país asiático, que vivía semanas terribles con el violento regreso de los talibanes al poder, el Pontífice recomendaba pedir al Señor misericordia y perdón. “Lo digo en serio”, precisaba entonces, convencido de que la oración y el ayuno son eficaces si se observan con sinceridad de fe, que no deben tomarse a la ligera.
No se anunciaba ninguna fecha concreta para reunirse de este modo, pero el pueblo de Dios se movilizó para no mostrar indiferencia ante una población “tan probada”. También en este caso, la preocupación del Papa se dirigía sobre todo a las mujeres y a los niños, a los que pidió que no se cansaran de enviar su ayuda y de acogerlos.
Acogió con particular solicitud la invitación del Papa Bergoglio la Comunidad de San Egidio, que el 15 de septiembre en Roma se reunió en el corazón del barrio de Trastévere según las intenciones del Pontífice, sabiendo que el ayuno y la oración no son experiencias anacrónicas o espiritualistas.
2 de marzo de 2022
Paz en Ucrania, Dios quiere que seamos hermanos, no enemigos
“Que la Reina de la Paz preserve al mundo de la locura de la guerra”
Estas fueron las palabras de Francisco en la Audiencia General del 23 de febrero del año pasado, cuando el escenario en Ucrania se presentaba comprometido. El anuncio del Papa era vivir el miércoles de Ceniza, el 2 de marzo, bajo el signo de la oración y el ayuno por la paz en el país.
Palabras trágicamente proféticas: al día siguiente del llamamiento, el ejército ruso invadió la nación ucraniana. Que todos los que tienen responsabilidades políticas hagan un serio examen de conciencia ante Dio – afirmaba entonces el Sucesor de Pedro – que “es el Dios de la paz y no de la guerra, el Padre de todos y no sólo de algunos, que quiere que seamos hermanos y no enemigos”.
“Ruego a todas las partes implicadas que se abstengan de cualquier acción que pueda causar aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional”
Seguirían muchos más, decenas y decenas de llamamientos con el corazón desgarrado por el sufrimiento. Y el pueblo de Dios no se cansa de velar y suplicar, una vez más, misericordia, conversión y reconciliación.
Vatican News
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