¿Qué revelaría nuestro Padre creador y precursor, Monseñor Emilio Blaslov, a esta
simplísima pregunta de tan compleja y enigmática respuesta? Hagamos un esfuerzo,
pero no por adivinar lo que el Padre Emilio respondería, más bien el esfuerzo estará
dirigido a tratar de exponer lo que nos gustaría, lo que querríamos escuchar y leer de él.
Para avizorar hacia dónde vamos, muy favorable sería evocar de dónde venimos.
Siglo XX, corrían los años cincuenta, emblemáticas parroquias y barriadas caraqueñas
como Catia, Blandín, Plan de Manzano, Lídice, La Pastora, fueron testigos del nacimiento
de un soberbio proyecto educativo que fue difundiéndose por todos los rincones de la
hermosa Patria adoptiva que acogió como propio a un sacerdote belga nacido en Italia,
ciudadano venezolano a partir de 1961 y eternamente sembrado en ella… “¡Siempre
por Venezuela!”.
Es así como en 1964 nace nuestra Institución, primero como OPEP (Oficina de
Promoción de la Educación Popular) y luego en 1967 cambia su denominación por la
APEP (Asociación de Promoción de la Educación Popular). Su finalidad, promover la
educación técnica y popular inspirada en los ideales de justicia, solidaridad y fraternidad
que promueve la Doctrina Social de la Iglesia Católica; sus beneficiarios, las niñas, niños
y jóvenes de los sectores populares menos favorecidos socioeconómicamente para
brindarles una educación realista y cónsona con su desenvolvimiento dentro de la
sociedad.
Fueron las escuelas y centros pre-vocacionales las primeras experiencias. Un infinito
peregrinar fue necesario para que el Padre Emilio recorriera el país con el propósito de
convencer y comprometer a Obispos, Párrocos, Sacerdotes y Religiosas en esta obra
educativa que beneficiaría a los más necesitados; instituciones y organismos privados y
del Estado se vieron obligados a abrir sus puertas a este misionero forjador de
convenios y alianzas, gestor de recursos para la materialización de una utopía necesaria
e irrenunciable. Hacia 1967 más de 70 escuelas se habían afiliado a la APEP y sus
estudiantes recibían una formación técnica pre-vocacional; en Sebucán se levanta la
naciente “Escuela de Aplicación”, primer centro piloto para la formación de los docentes
que impartían en todo el país no sólo conocimientos y experiencias en áreas técnicas
sino, más importante aún, cultivaban como hoy, altruistas valores institucionales:
voluntad de trabajar, aprender un oficio, lo técnico como vocación, la tecnología como
instrumento, el cooperativismo, la participación, responsabilidad, honestidad y
comprensión empática.
En 1969 se crea por decreto la Asignatura Áreas de Exploración y Orientación (AOE),
vinculada al trabajo manual; cinco años más tarde (1974) pasa a llamarse “Trabajos
Manuales”. En ambas oportunidades fue requerida por el Ministerio de Educación la
participación protagónica de la APEP por su amplia y exitosa experiencia en la
concepción y administración de Programas Pre-Vocacionales y en la formación de los
docentes especialistas en los mismos.
Hasta el Congreso de la República llegó el Padre Emilio, promoviendo con éxito la
inclusión en la educación formal (Educación Básica) de cursos artesanales y de oficios,
finalmente plasmados en el artículo Nº 21 de la recién promulgada Ley Orgánica de
Educación de 1980. Un año después el Ministerio de Educación emite la Resolución Nº
248, la cual permite a los Centros Taller afiliados a la APEP aplicar un pensum de
estudios diferenciado del oficial donde el estudiante recibe diez horas semanales de
taller en una determinada especialidad. Con la promulgación del Reglamento General de
la Ley Orgánica de Educación en 1985 se establece la “Educación para el Trabajo” (EPT)
como asignatura obligatoria de 1º a 9º grados, asignándose una carga horaria de entre 6
y 14 horas semanales en los grados 7º, 8º y 9º; continuaba el proceso de consolidación
de la APEP.
A finales de la década de los ochenta era alarmante tanto la pobreza reinante en el país
como su acelerado y dramático crecimiento, realidad ante la cual reacciona el Padre
Emilio y le conduce a presentar un ambicioso proyecto educativo que permitiera
contribuir a mitigar esa miseria; se trataba de crear cien Centros Taller Nuclearizados
(CTN) donde serían atendidos más de 200.000 jóvenes venezolanos. La fortaleza y
pertinencia del proyecto se basó en la materialización de un sueño del Padre Emilio: la
combinación de la Educación Formal con la Educación Extraescolar impregnadas de
valores como fraternidad, justicia y cooperación; conjugando así los tres pilares que
sustentan los CTN, la Educación para el Trabajo, la Atención Integral a la Comunidad y la
Educación para la Convivencia y participación…
Treinta años más tarde bien podemos afirmar que es mucha el agua que ha corrido bajo
el puente; agua que al llegar a un delta se amansa y pierde el ímpetu que desde el
manantial le permitió fluir para en frenético recorrido ir regando la siembra que el Padre
Emilio inició. Muchas otras siembras se han hecho, muchos son los frutos cosechados y
mucho el abono esparcido pero el clima cambia, la noble tierra demanda nuevos
nutrientes, los aperos de labranza se desgastan y mientras, también los hombres
cambian y así sus necesidades, demandas e intereses. Asumir la realidad del presente y
dar respuestas a los hombres y sus instituciones sin perder de vista los originarios
principios, valores, misión y visión, resulta un ineludible e impostergable compromiso
para la APEP.
¿Hacia dónde va la APEP?
Pues hacia donde la Patria lo demande, y la Patria exige respuestas y acciones
contundentes; ¿para qué?, “Para hacer la Venezuela necesaria: solidaria, con iniciativa y
creatividad, honrada, responsable, capacitada, con sentido del ahorro, de cooperación
y de audacia”. Palabras de Monseñor Emilio plasmadas en la dedicatoria de su libro
“Educación y Evangelio” (1996). Iniciativa, creatividad y audacia resultan más que
apropiadas en los tiempos actuales; diversificación, transformación y proyección son los
caminos a los que conducen y nos resultan en conjunto el presente a transitar y el
futuro a construir de la APEP. ¿Y quiénes asumen la tarea?, ¿a quiénes les corresponde
asumir tan magna responsabilidad? De nuevo el Padre Emilio nos da la respuesta
cuando escribe, en la misma dedicatoria antes citada: “A todos aquellos que, con
corazón sincero, buscan realizaciones educativas que responden a las auténticas
necesidades de nuestro pueblo, tanto para jóvenes como para adultos”. En la APEP
hemos asumido responsablemente la tarea; a continuación se presenta una breve
descripción de las cuatro grandes líneas de acción que a corto, mediano y largo plazos
proyectamos permitan la consolidación de nuestra institución.
Continúa en un segundo artículo…
APEP
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