Venezuela festeja 29 años de la beatificación de la Madre María de San José

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Fotografía real de la Beata María de San José
La Madre María (Laura Alvarado Cardozo) nació en Choroní , Estado Aragua el 25 de abril de 1.875 y falleció en Maracay el 2 de Abril de 1967.

Venezuela vive con alegría los 29 años de beatificación dela Madre María de San José, la primera venezolana que alcanza los altares tras la comprobación de un hecho portentoso.

La beatificación ocurrió el 7 de mayo de 1995, cuando el Papa Juan Pablo II presidió la ceremonia en el Vaticano.

Una nota informativa emanada de la congregación de las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús, congregación fundada por María de San José, precisa los detalles de su vida y el proceso que se cumplió para su beatificación.

En atención a su creciente fama de santidad y a instancias de la Orden de los recoletos (en particular del Prior General Eugenio Ayape), se inició su causa de canonización en octubre de 1.983.

Su Obra

Si por “obra” entendemos todo el quehacer creativo y productivo de una persona como legado enriquecedor a la sociedad, tendremos que reconocer una fuente interior, unos valores que, descubiertos y vivenciados, generan las motivaciones dinamizadoras de la existencia en orden a un ideal, meta y realización de la misma.

Para Laura Alvarado Cardozo, Madre María de San José, el supremo valor fue Cristo y su Evangelio; su máximo ideal la santidad o configuración con Él en plena docilidad al Espíritu Santo. Entramos así en el terreno del misterio.

Desde esta perspectiva la obra principal de la Madre María radica en su propia santidad en la Iglesia como respuesta al designio divino, en cuyo contexto adquieren genuino sentido tanto sus Escritos como su obra apostólica socio-benéfica.

Fundadora

Bien comprobado el liderazgo de esta jovencita, Laura Alvarado, el Padre López Aveledo designa a Laura directora y ecónoma del primer hospital de Maracay por él fundado, con la ayuda de Laura y otras tres jovencitas, y sostenido con todas las limitaciones de sus menguadas finanzas recaudadas en el pueblo y en los campos.

Ante la insistencia vocacional de Laura hacia la vida conventual, el Padre López le propone fundar una congregación venezolana al servicio de los desposeídos, ya que los conventos en el país habían sido eliminados por el presidente Guzmán Blanco: No debe irse al extranjero. Venezuela la necesita. Laura, quien para entonces cuenta 26 años de edad, en lectura de fe, acepta la voluntad de Dios.

De integrada personalidad, Laura Alvarado sabrá armonizar -no sin luchas- su enérgico carácter con exquisita dulzura, bondad y delicadeza, y su acendrada austeridad con fino sentido del humor, todo ello engastado en la más genuina femeneidad.

Asesorada por el Padre López y orientado éste por Monseñor Bautista Castro, su antiguo Rector en el Seminario de Caracas, a Laura le corresponde ahora dentro del plan de Dios liderizar una nueva familia religiosa en la Iglesia sin previa experiencia, es más, con una determinada impronta: la impronta agustiniana, cuya espiritualidad encarnará bajo la especial dirección del Espíritu Santo, mediante la fiel y diaria vivencia de la Regla de este gran santo, más con sus notas peculiares.

Bautizada por el pueblo con el nombre de “María”, una vez fundada la Congregación, se le llamará “Madre María”.

La vida espiritual de la sierva de Dios alimentada en la oración y templada en el sacrificio va creciendo en profundidad y expansión. Cimentada en el bautismo, desde niña ha hecho del amor eucarístico el eje de su vida, de donde se derivan sus principales virtudes cristianas: caridad, humildad e inmolación. En profundo clima de interioridad vive la eucaristía y la irradia.

Va andando caminos que se cruzan, largos y monótonos, polvorientos o agrestes; carros de mula, jornadas a pie; travesía de ríos; sencillas goletas recorriendo mares; pobrísimas viviendas, “casuchas destartaladas” en más de una ocasión; comienzos inauditos. Son estos, avatares que se suman silenciosos al haber fundacional de la incansable Madre María de San José.

En la medida de las necesidades y de sus posibilidades, apremiada por esa gran virtud de la caridad cristiana, y fundamentada en la confianza filial al Padre Dios, va trenzando una red de obras apostólicas y sociales en favor de los desposeídos:

“Acá, albergues para mendigos que deambulan por las calles; allá escuelas nocturnas para empleadas domésticas; hoy, hospitales, leprocomios y antituberculosos; mañana, casas maternas, orfanatos, escuelas populares; evangelización permanente, impartida en los pueblos, en las cárceles y en los campos; catequesis en las parroquias y en las escuelas, y en algunos sitios, catequesis nocturnas.”

Dones extraordinarios

Los fenómenos místicos suelen presentarse como regalos divinos en la vida de grandes santos, y casi siempre van acompañados de elevados estados de oración.

La beata María gozó de algunas de estas prerrogativas: Unas de orden cognoscitivo: visiones, locuciones interiores, discernimiento de espíritus, profecía, facultad para reconocer lo sagrado (hierognosis) particularmente la presencia eucarística.

Otros de orden afectivo tales como el éxtasis y por último las de orden corporal: la bilocación y la inedia o ayuno absoluto y prolongado, ya que por inspiración y gracia divina, la Madre vivió diez años en absoluto ayuno alimentada sólo por la comunión diaria.

Tal ayuno fue ofrecido por la salvación eterna de su padre, quien repentinamente enfermo, ya sin signos vitales, reaccionó lúcidamente y murió reconfortado con todos los sacramentos. Por obediencia al Padre López desde 1.909 trocó este ayuno por una escasísima alimentación hasta su muerte.

Misionera

Ganó muchas almas para Cristo, con su entrega, generosidad y santidad. Desde niña trabajó por los desvalidos y necesitados, creando a sus 9 años una escuelita para los pobres; visitaba los enfermos, ayudaba a los necesitados,  impartía clases de catequesis y preparaba a los moribundos para la recepción de los sacramentos, todo ello impulsada por el amor a Jesús Eucaristía.

Siempre le acompañó ese espíritu sacrificado y abnegado por el trabajo evangelizador y de caridad para los más pobres y exhortaba a sus religiosas: “Los desechados de todos, los que nadie quiere recibir, ésos son los nuestros”.

Solía ayudar a las misiones, manteniendo continua correspondencia con “sus hermanos espirituales” a quienes ayudaba no sólo desde la oración y el oportuno consejo, sino recolectando las estampillas de sus cartas y enviándoles dinero.

Su Santidad Juan Pablo II, en ocasión de la beatificación de la Madre María de San José, expresó: “El testimonio de esta mujer sencilla de nuestro tiempo… modelo de labor evangelizadora, invita a todos a vivir fielmente el Evangelio” y agregó:

“A las puertas del Tercer Milenio del cristianismo, encomiendo a esta gloriosa hija de la Iglesia, las tareas de la Nueva Evangelización en Venezuela y en todo el continente latinoamericano.”

Proceso de beatificación y canonización

En aquella “frágil humanidad” de 1,45 m. de estatura, los prodigios divinos se revelaron diáfanamente, y como si para Dios hubiera prisa, un año antes de abrir el proceso diocesano, ocurrió el milagro requerido por la normativa eclesiástica para la beatificación.

Aprobados ambos procesos en Roma, se llevó a efecto la exhumación de los restos mortales de la madre el 19 de enero de 1.994 en presencia del postulador Romualdo Rodrigo, agustino recoleto y de las autoridades competentes. Después de 27 años su cuerpo fue hallado incorrupto en circunstancias claramente adversas a tal conservación por la humedad del subsuelo.

En contraste con el notable deterioro del ataúd, se destacaba la integridad de su cuerpo y de su atuendo, incluido el tallo y las hojas verdes del ramo de azucenas que a petición suya se había colocado sobre su pecho el día de su muerte.

La amplia e imprevista cobertura publicitaria por parte de los medios de comunicación social hizo de la Madre María y de su vida, noticia del dominio político a escala nacional e internacional.

Dios confunde a los soberbios ensalzando a los humildes. Desde la modesta capilla del asilo de huérfanas de Maracay, donde sus reliquias fueron expuestas a la veneración de los fieles en una urna de cristal, este resplandor divino alcanzó insospechadas repercusiones, de forma que dado el reducido espacio, resultaba ardua tarea controlar las prolongadas columnas de visitantes, hasta ser trasladada en 1.996 a su Santuario en la calle López Aveledo, donde llegó a estimarse una afluencia de 60.000 personas al mes.

El Guardián Católico

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